En su época, los fundadores de Greenpeace eran vistos como un puñado de hippies bañados en ácido. Hay un documental cojonudo (“Cómo cambiar el mundo”, 2014) en el que muestran claramente como promovían esa imagen de sí mismos para evitar que las autoridades les tomasen ‘demasiado en serio’. Observando sus trazas, el ciudadano medio (signifique esto lo que signifique) suponía que no decían más que tonterías. Sin embargo, en muy poco tiempo se ganaron el respeto general con acciones de resistencia en parajes inhóspitos en las que se jugaban literalmente el pellejo. Imágenes como la de la balsa neumática ecologista interponiéndose entre el arpón del ballenero (con una punta del tamaño de una motocicleta) y su presa, o campañas como la que pretendía acabar con la matanza de focas en el ártico (a las que se sumaron celebridades de la época como Brigitte Bardot), marcaron un hito en la historia del ecologismo.

Aquellas acciones resultaron auténticas “bombas mentales”, como las definiría Bob Hunter (figura clave en el ecologismo moderno y fundador de Greenpeace), y pasaron a formar parte de la memoria colectiva de manera instantánea. A pesar de aquello, el discurso de Bob seguía siendo tomado por todos muy a la ligera. Era algo así como «Sí, los tiene bien puestos pero de cómo funciona el mundo no tiene ni idea». Por aquel entonces, en la década de los setenta, Bob Hunter ponía en el mismo plano los estragos de la guerra fría con el hecho de que contaminar fuese totalmente aceptable por el simple hecho de obtener cierto beneficio económico a cambio. Pensaba que ambas amenazas (la del holocausto nuclear y la del colapso ecológico) eran igualmente serias.

Solo unas décadas después, ha quedado demostrado que el mensaje ecologista de Hunter (paradójico apellido, si) lejos de ser apocalíptico era más bien preciso, premonitorio y visionario.

A principios de marzo de 2016, salimos a rodar con 30 Días en Bici, un colectivo de ciclismo urbano que está revolucionando Gijón y que simboliza la reciente tendencia hacia una “movilidad sostenible”. 30 Días en Bici es, en realidad, una plataforma global que promueve el uso cotidiano de la bicicleta y que no para de congregar adeptos a un ritmo exponencial. Gijón aparece como la ciudad con mayor participación en el mundo dentro de esta red. ¿El secreto de esta tendencia?: Quedadas (si, quedadas) para rodar en grupo en un ambiente agradable y abierto, tapeos ciclistas, cine, cerveza… además de un montón de buena música, establecimientos “amigos” y muchísimo buen rollo. También un “compromiso” en web para usar la bicicleta todos los días de abril, aunque sea para bajar a comprar el pan.

Como queríamos saber algo más de esta revolución ciclista que está sacudiendo Gijón, tomamos un café con Carlos Rodríguez, creador de la plataforma “30 Días en Bici”. Nos contó que, gracias a la crisis, decidió dedicarse a algo que realmente le apasionase. Después de pasar por el mundo de la publicidad y la comunicación, y fruto de sus inquietudes (tiene un postgrado en movilidad sostenible y es un amante de la bicicleta), se unió al colectivo 30daysofbicking sin mayores pretensiones; por suerte, a raíz de la simpatía mutua y el conocimiento del terreno, Carlos acabó desarrollando la pata hispanoparlante de esta plataforma.

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Mi primera pregunta le hace sonreír.

¿Es 30DEB una de esas “bombas mentales” a las que aludía el señor Hunter?
Si, si… sin duda lo es. Intentamos cambiar la movilidad en las ciudades mediante la acción. Lo que queremos es aquello de ‘hacer la revolución y ganar la guerra’. Queremos provocar un cambio de mentalidad, para ello podríamos dedicarnos a repartir panfletos y octavillas, a dar consejos, a comentar lo bueno que es el uso de la bici en las redes sociales… pero preferimos demostrarlo pedaleando.

¿Qué es 30DEB?
En realidad, es una herramienta de innovación social, ni específicamente lúdica ni únicamente reivindicativa. Es una herramienta que busca provocar un cambio en el comportamiento social. Un cambio que empieza por la mentalidad.


¿Por la mentalidad del ciudadano?
Exactamente. La lucha por la sostenibilidad global se libra en las ciudades, que en Europa, por ejemplo, concentran más del 70% de la población y el 80% del PIB. El ciudadano tiene que ser consciente de que la ciudad, o el barrio, puede ser lo que quiera ser. Hay buenos ejemplos, como el de Vauban en Alemania. La idea es reconquistar el espacio urbano para la vida ciudadana, relocalizar la ciudad, huir de ese exceso de movilidad fruto de la división de las ciudades en distintos bloques de actividad mal conectados.

¿Qué tiene que ver esto con el uso de la bicicleta?
Verás, la movilidad es la clave de nuestro tiempo y 30DEB lo que pretende es ayudar a la gente a tomar el poder para cambiar la forma en que se mueve. Actualmente observamos un uso del coche completamente irracional, que tiene que ver con factores culturales que van en contra de toda lógica.

Hablando de ciudades y de bicicletas ¿Qué está pasando exactamente con las bicis en Gijón? ¿Exagero si digo que hay un boom de ciclistas urbanos?
No me parece nada exagerado. Gijón es una ciudad muy ciclista, también en lo que a movilidad se refiere. Desde luego, no es algo nuevo, hay una gran tradición en la ciudad; lo que si es cierto es que la tendencia de usar la bicicleta para moverse (algo que yo no llamaría moda, porque las modas vienen y van) ha ido a más en los últimos años.


En parte gracias al trabajo de 30DEB…
Puede que en parte, pero influyen muchos otros factores. Está la crisis, que ha hecho que la gente busque formas más eficientes de movilidad. Existe el efecto llamada que es imparable y también está el hecho de que se hayan creado ciertas infraestructuras; es evidente que si haces aceras la gente transita y si haces carriles de bici, también.

A estas alturas, supongo que nadie duda de la existencia de un lobby mundial vinculado al automóvil. Tú asesoras a técnicos municipales sobre movilidad y conoces bien el tema, ¿notas la influencia de dichos lobbys en las decisiones municipales en cuanto a movilidad se refiere?
(Se toma su tiempo) Seguramente no en el sentido que puedas estar imaginando de sobres bajo manga y cosas por el estilo. Lo que si existe es una intoxicación informativa, una presión muy fuerte a nivel de publicidad y comunicación que hace que dicha influencia sea mucho más tácita. Se presiona con noticias sobre destrucción de puestos de trabajo, economía… toda esa intoxicación informativa, por supuesto, influye en cada decisión final.

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Sorprende lo heterogéneo que es el grupo de ciclistas de 30DEB, la media de edad es más bien alta para lo que cabría esperar. ¿Cuesta romper ciertos estereotipos?
Lo cierto es que no nos dirigimos a un perfil de edad concreto, comunicamos para todos los públicos. De hecho, nuestra media de edad en Facebook es muy cercana a la media poblacional. Los estereotipos se van rompiendo poco a poco. Cuesta, sí, pero cada vez menos.

Vuestros colaboradores son principalmente pequeños comercios locales, festivales como el Gijon Sound, etc… Imagino que esto no es azaroso, que tiene que ver con la idea de ciudad que señalabas anteriormente.
Totalmente. Intentamos transmitir una idea de ciudad en la que la gente pueda caminar por la calle, en la que haya niños jugando y en la que obviamente no tengas que coger el coche cada vez que necesitas ir, por ejemplo, a la frutería. Luchamos por un modelo de ciudad re-localizada, porque creemos en ello. En realidad, para nosotros sería relativamente sencillo acudir al Decathlon o al Carrefour a buscar patrocinadores pero ¿qué tiene que ver eso con 30DEB? Nada. Estamos conectados a los negocios de barrio, como el Toma 3, o a festivales como el Gijon Sound, que implican a toda la ciudad y del que somos medio de transporte oficial.

Me apetecería seguir charlando con Carlos toda la tarde, se aprende mucho hablando con tipos así. Me cuenta, por ejemplo, lo mucho que le gustaría lanzar una campaña de concienciación social en la que apareciesen “personas barajadas”. Por ejemplo entre Oviedo y Gijón -me dice-, tipos de la misma edad, con el mismo perfil profesional y que se dedican a lo mismo pero en distintas empresas. Imagínate que cada día tienen que recorrer los treinta y pico kilómetros que separan ambas ciudades para hacer el mismo trabajo, posiblemente hasta se crucen por la autopista, sin saber nada el uno del otro… Resulta una idea inquietante (y un tanto cómica). Suena un poco a broma, aunque también sonaban a broma aquellas consignas ecologistas de Bob Hunter y compañía.

Dani Permuy es colaborador de LaEscena