Días de piscina, fruta y calor que se irían como lágrimas en la lluvia, si no fuera porque Enrique Baró los ha compactado en La película de nuestra vida, largometraje que trae aromas de tiempos perdidos. El director catalán, afincado en Madrid, tiene una dilatada trayectoria en el mundo del cine porque ha trabajo en tareas de foto fija, making of, realización o dirección de fotografía. Su nombre aparece en series televisivas como «Tiempos de guerra», «Velvet» o «Gran reserva».

Baró fue invitado a inaugurar la 15 edición de la Muestra de Cine Iberoamericano en el CICA de Las Palmas de Gran Canaria, un festival que organiza –y muy bien– la asociación de cine Vértigo. Tras la proyección y el posterior debate con el numeroso y participativo público, LaEscena compartió un nocturno y caluroso 8 1/2 en la céntrica calle Triana.

La película de nuestra vida estrenada en la pasada edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla, es una loa al futuro del cine y a sus infinitas posibilidades, sin dejar de hacer un homenaje al pasado, desde el western a las acuáticas películas de Esther Williams. A lo largo de 81 minutos, Baró derriba convenciones y metraje documental para armar una ficción tras otra dentro de la realidad. Combinando un espíritu lúdico y un componente emocional, reinterpreta el verano, pero conserva la felicidad de aquellos momentos, haciendo que todo transcurra a contracorriente. Y lo hace a través de la casa de verano que su familia vende después de cincuenta años. Son varias  vidas que se  cuentan    a través del abuelo, el padre y el hijo. El director  tira de su familia para contar una historia que arranca en1953 con la grabaciones de pequeñas piezas caseras de su abuelo, sigue con los Super8 de los ochenta rodados por su padre y acaba con la realización de su propia película.

Sin duda, uno de los hallazgos de la película es el montaje que lleva al espectador a observar un álbum de fotos que cobra vida en diferentes formatos cinematográficos. Un montaje en el que se mezclan películas, filmaciones domésticas, canciones y puestas en escena. Y una delgada línea roja, la del humor, entre perplejo y corrosivo, que aportan los protagonistas, actores profesionales como Francesc Garrido o Nao Albert y no profesionales como su propio padre, Teodoro Baró que interpreta el papel del abuelo.

Algunos críticos han comenzado a lanzar la etiqueta de nuevo cine catalán en el que incluyen a Enrique Baró junto a Adrián Silvestre, Carla Simón o Laura Ferrés (que compartió un 8 1/2 con LaEscena en el festival portugués de Vila do Conde). Él cree que puede ser una mera coincidencia, porque apenas se conocen entre ellos, pero puede haber algo en común aunque sea fruto del azar. Y no le falta razón, porque tratan temas de sus familias, aluden al verano como elemento agitador de emociones e incorporan la música como pieza que da pistas sobre los personajes. Esa relación musical es evidente entre Baró y Ferrés al incorporar sendas canciones de Joe Crepúsculo en sus obras, «Fábrica de baile» en el caso de Ferrés y » La canción de nuestra vida»que cierra la película de Enrique Baró. Escuchen su 8 1/2.

Escuchar la charla entre Enrique Baró y José Antonio Vega en Mixcloud

Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64