“No éramos ventajosos, nuestro método era el choque, técnica agotadora con la que poco se puede conseguir, a veces nada. Pero daba peso. Hay una época de la vida en la que el hombre quiere pisar el suelo con firmeza en vez de andar a la ligera. No para pisotearlo, sino para descargar sobre él todo su cuerpo. En esos años nadie quería ser liviano. Nos apremiaba una gravedad distinta, que vino a transformar la andadura de muchos. A su término, todos la eliminaron calzando zapatillas de deporte.”

Erri de Luca.

 

El símbolo se abre en relación con el mundo; el detalle se cierra en relación con lo narrado, con el que narra, se debe únicamente a lo propio.
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Son solo aproximaciones, fracasos hermosos.
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La vieja dijo: La primavera es así, a trozos.
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Tan ingenuos los actos como violentos los gestos. Propósitos para la ficción.
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Dejó el vaso de agua sobre un folio doblado en cuatro partes que había encima de la mesa de su escritorio. Cuando más tarde lo levantó para beber, se fijó en el círculo húmedo que el vaso había dibujado en el papel. Metió los dedos en el centro exacto de ese círculo. Cerró los ojos. Después dejó el vaso sobre la mesa. Desdobló el folio. No había nada escrito.
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Escribir como si dijera. Para ello, confiar en todas y cada una de las heridas, las olvidadas y las nuevas, y no en el candoroso filo del cuchillo que empuña cada mañana.
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Total. Título.
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Todo lo escrito no pretendió ser más que un tablón al que él mismo, el que escribía, pudiese aferrarse durante la deriva. Pero solo alcanzó a ser madera para un fuego, en el que él también arde, todavía, y desaparece, sin desaparecer nunca del todo.
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No se escribe para reparar lo que se hizo mal, sino para darle a cada error un contexto propicio y así otorgarle, pese a todo, una función, una valía.
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Las voces mecen (mientras anotaba esto una paloma descendió ruidosamente y se posó en la barandilla del balcón al que estaba asomado).
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A la hora de escribir todo le parece insuficiente y al mismo tiempo excesivo.
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“Espontaneidad ordenada.” Jackson Pollock.
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Es rara esa espera: porque oprime el corazón ensancha las horas. Se fragmenta a través de los objetivos la existencia para darles otros nombres a las mismas necesidades. Y es en el intervalo donde realmente transcurren nuestras vidas.
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Madurar es correr voluntariamente el riesgo de no ser querido.
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Escribir impulsado por y no apoyado en: las influencias y el tiempo.
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Una vez que uno ha decidido abandonar lo último que desea no es tener que seguir jugando si no verse obligado a justificar ante el mundo su retirada.
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La realidad, como solía decirse a sí mismo, le había cogido de espaldas, y si algo es la realidad, además de cuestionable, es inamovible.
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Un sitio en el que estás descalzo es siempre un sitio del que te puedes ir. O no es tuyo.
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El que mira, ¿ofrece o pide?, ¿entrega o coge?
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«Se trata -lo repito una vez más- del tiempo en forma de un hecho. El cine ideal para mí es la crónica, que no considero un género cinematográfico sino un modo de reconstruir la vida.» Andrei Tarkovski. Esculpir en el tiempo.
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El diálogo es más engarce que avance.
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“El duelo, que es rememoración purgativa, es hacer memoria y purificarla”. Leído en algún sitio. Lo fantasmal.
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El método no suaviza la exigencia, es dictado por ella.
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Trabaja: mira al frente, a lo que está siendo hecho. Ofrécele tu confianza y recibirás a cambio razones para seguir confiando. ¿Acaso no se trata de eso?, ¿en general?, ¿de seguir?, ¿de confiar?

Chus Fernández es escritor