Eso que está ahí, al otro lado, que en ocasiones nos asusta y a lo que no sabemos muy bien qué nombre ponerle o donde encajarlo, pocas veces y de un modo tan sutil, se nos presenta como en los cuentos de Cristina Fernández Cubas. El misterio que se esconde detrás de los días y de las noches, de determinados acontecimientos, historias del pasado reciente o lejano, o esas casualidades que nos sorprenden, que nos descolocan, que no encajan, que no coinciden exactamente con lo que esperábamos o con lo que debería ser lo lógico, lo previsible. Ese misterio, en los cuentos de la escritora catalana (sólida y original como pocas dentro de nuestra narrativa) que acaba de recibir el Premio de la Crítica por La habitación de Nona, siempre está ahí, presente, flotando en el aire, entre líneas, muy vivo. El desasosiego, como un hilo que se va tensando a medida que avanza la lectura de sus relatos, también.

El misterio, el enigma, lo que no se ve y lo que nos desconcierta: todo está en el discurrir de las vidas cotidianas, de cualquiera de nuestras vidas. O en las suyas (no nos dispersemos), las de sus protagonistas. Que, a veces, parecen encerrados en sus propias brumas, caminando entre extrañas corrientes, inamovibles. En la incertidumbre misma de la propia existencia. Hay cosas que no pueden explicarse, ya se sabe. O que cada uno le otorgue su propia, su justa explicación. No sé qué será mejor. Se suceden los enigmas. Pero ya estamos atrapados (y, a ratos, desconcertados) en la historia. Los enigmas como siluetas inquietantes o como desequilibrios de la mente.

Hay unos versos de José Luis García Martín que dicen: Cuando nieva en un poema, no es necesario abrigarse./ Pero tampoco está de más. Al hilo de estas evocadoras palabras, podría decirse que, tras la lectura de los cuentos de Cristina Fernández Cubas, como hacíamos en la niñez después de leer aquellos libros que resistieron el paso del tiempo, no es necesario que busquemos fantasmas debajo de las camas, en los desvanes o dentro de esos viejos armarios con el olor de la humedad impregnado en las sábanas limpias, pero tampoco estaría de más…

No quiero olvidarme de otros cuentos de la autora, Cosas que ya no existen, publicados inicialmente por Lumen (ahora también, como el resto de su obra, en Tusquets), que conforman una especie de autobiografía, una de esas joyas literarias imprescindibles de las que no debería dejar de hablarse para que editores, distribuidores y libreros no los arrinconasen en esa esquina donde, con demasiada frecuencia, se acumulan los libros que no se venden como churros en tardes de feria.

Volver a leer los cuentos de Cristina Fernández Cubas, con premio o sin él (mejor con premio, claro), es adentrarse de nuevo en un fascinante laberinto que nos resistimos a abandonar.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades