Vale. Soy un pesado con Zambujo. Los lectores con buena memoria recordarán que el año pasado estuve en su concierto del Coliseo de Lisboa en el que presentaba “Até Pensei Que Fosse Minha” el disco tributo a Chico Buarque. Aprovecho para recordar que una de mis mejores entradas de año de la presente década también tuvo a Lisboa y Zambujo como compañeros de viaje en la Plaza de Comerço, acompañados de Carminho y la Orquesta Filarmónica. Así que confieso que no puedo ser objetivo al hablar de su concierto en la Plaza Mayor de Gijón, enmarcado en la “Lowcost Semana Grande 2018”.

Y mucho menos si va y me dedica una canción. Empecemos por el final. Cuando llevaba más de 70 minutos en escena preguntó al público que canciones suyas le gustaban. Y yo que estaba en la cuarta fila grité “Lambretta” pensando que no iba a escuchar, pero sí. Sus palabras fueron “buena elección, pero ¿cómo conocen esas antiguas canciones?”. Sonreí, porque no era cuestión de volver a gritar y decirle que uno de mis mantras favoritos desde 2012 es “vem dar uma voltinha na minha lambreta”. Y pensé que ya con eso, la agradable noche estaba resuelta para mí.

Pero no. Acabó el set y tras escasos segundo volvió al escenario solo con su guitarra. ¿Adivinan la canción con la que arrancó el bis? Exacto. Con una pícara sonrisa dijo “vem dar uma voltinha na minha lambreta”. Y juro que me lo estaba diciendo a mí, al de la cuarta fila bien centrado. Bueno, a mí y al resto de la Plaza, no vaya a caer en el egoísmo absoluto. Aunque tengo que reconocer que alguna persona se giró para verme y comprobar el privilegio de la dedicatoria. Yo también les sonreí con un poco de envidia sana de quien disfruta sus conciertos por primera vez. Esa en la que descubres la hermosura, la profundidad y el acento pausado de su voz. Esa en la que te impresiona su tono, siempre intimista, mientras va cantando sobre la soledad y los amores perdidos en las rúas. Esa en la que observas que siempre canta sentado, arropado por su guitarra y los magníficos músicos liderados por Ricardo Cruz al contrabajo y dirección musical.

Al sumar guitarra portuguesa, batería, clarinete y trompeta, se ensambló en la Plaza un inusual acompañamiento para quienes llegaron al lugar en busca de tradiciones portuguesas. No solo Fado. Zambujo parte de los fados que escuchó en su infancia para fusionarlos acertadamente con  música brasileña,  cante alentejano o cualquier género que pase por su cabeza. Novedoso para quienes lo escuchan por primera vez, pero no para los que conocemos su pasión por Joao Gilberto, Chet Baker o su canción favorita, “San Diego Serenade” del extraordinario Tom Waits.

Antonio Zambujo transmitió una sinceridad y una pasión cada vez más escondida en los intérpretes contemporáneos. Una pasión extremadamente expresiva que le llevó en más de una ocasión a un climax emocional como el de los dos protagonistas de “Flagrante” la canción que mejor refleja la “pillada” colectiva de un polvo ocasional en la habitación del al lado. Y es que no hay que dejar de lado la importancia de sus letras, unas composiciones directas, poéticas y románticas, en las que hay historias de todo tipo desde extrovertidas, hasta algunas de carácter personal, intimista como “O zorro”, la canción que adaptó a Gijón “Eu quero ser para ti o camisola, ter o Sporting todo nos meus pés, marcar um ponto na tua atenção, se assim faltar a festa na tua bancada”.

Y en un dowtempo agosteño fueron cayendo las mejores canciones de su dilatada discografía, desde “Fortuna,” “A Casa Fechada” o “Queria Conhecer-te Um Dia “, pasando por “Guía”. Y claro, cuando comenzó “Pica da 7” cerré los ojos y me embarqué en el tranvía que sube las cuestas lisboetas en donde “ninguém acredita no estado em que fica o meu coração, quando o 7 me apanha até acho que a senha me salta da mão. Y justo en el momento que él iba a cantar la última estrofa, yo la castellanicé y personalicé con un “en la carrera de esta vida vana, nada me da más que la excitación que Antonio Zambujo me da”.

Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64