FOTO: IVÁN MARTÍNEZ / SACO

No es una errata. No hemos reducido la sección 8 ½. El título es literal. Estuvimos siete horas y media con Lois Patiño en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Y lo hicimos gracias a la propuesta del Taller organizado por la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO). El director gallego volvió a Oviedo seis años después de presentar “Costa da morte” en el Teatro Filarmónica y de exponer una videoinstalación en la sede del Colegio de Arquitectos.

Seis años en los que siguió investigando en su búsqueda de un nuevo lenguaje que intente reflejar “la disolución del yo en el paisaje y cómo éste penetra en uno mismo” para llegar a “Lua Vermella”, estrenada con éxito en la Berlinale y premiada en Málaga y Toulouse, entre otros. Pero no hizo referencia a su nueva película hasta tres horas y media más tarde, ocupando ese tiempo en hablar, de manera pausada pero continúa y nada distante, de sus proyectos anteriores, algunas cosas que le han influido y otras por las que siente curiosidad, mucha curiosidad. Así que arrancó con sus comienzos, más centrados en el campo del arte y fue desgranando lo que podría ser una especie de diccionario personal sobre el “Arte” de las últimas décadas.

Toma 1. Inicios

Como siempre ha trabajado con películas y videoinstalaciones, piensa en la recepción que tendrá en un espectador de cine o el visitante a una galería de arte porque “en el cine desaparece el cuerpo del espectador, pero en la galería eres un actor más, al moverte por la sala”. También hay diferencia en el control del tiempo que se dedica al visionado, “en la butaca no se puede mover y tiene que controlar la imagen de principio a fin, mientras que en la galería no hay tiempos predeterminados”.

¿Cómo se forma la identidad? ¿Y un paisaje? Patiño lo tiene claro “a través del imaginario colectivo, en el que tienen peso la historia y las leyendas”. Encuentra un paralelismo entre su trabajo y las percebeiras que abren y cierran “Costa da Morte” porque “agudizan mucho los sentidos”. Su cine es fácilmente identificable y él da pistas para ubicarse, “lo sencillo no es un paisaje o una trama, sino la búsqueda de un nuevo lenguaje”. También afirmó que “la duración es el factor fundamental que permite experimentar” por eso es difícil encontrar planos cortos en toda su filmografía.

Dos pintores son claves para entender sus primeras obras. El alemán Caspar David Friedridk del que absorbe su constante distancia y el británico William Turner y su abstracción del paisaje. Estas influencias se ven en sus series “Paisaje Distancia” y “Paisaje Duración”, en las que Patiño trabaja desde el asombro del paisaje y graba en busca de un momento revelador. Momento que aparece, por ejemplo, en la procesión de antorchas nocturnas de “Montaña en sombra”, una película con pretensiones sencillas “grabar la montaña como representación de la inmensidad de la naturaleza frente a la absoluta pequeñez de los seres humanos que en ella se mueven”.

Toma 2. La distancia, siempre la distancia

Su cine navega entre el mundo interior y el mundo exterior, con la búsqueda de la disolución del yo en el espacio. Algo que ya comentó en la primera edición de SACO en 2014, cuando presentó “Costa da Morte” la multipremiada película con la que pasó a ser conocido y reconocido como potente cineasta. Para él, esa costa “era un lugar mítico antes que real, que fue tomando forma poco a poco a través de las palabras que me llegaban sobre ella”. Lo que más le inquietaba de este lugar extremo era “su vinculación con la idea de fin y de muerte y su historial de naufragios le daba un aura peligrosa y enigmática”.

En la película transmite el relato oral de los habitantes de la zona, donde se funden historia y leyenda, como un eco mítico que reverbera en el espacio. Sus voces nos descubren “nuevos estratos del paisaje, construir el imaginario colectivo asociado al territorio y ubicarnos en un espacio atemporal”. Y el director lo consigue a través de una doble distancia perceptiva con respecto a la figura humana, “desde la contemplación profunda de la imagen, para poder diluirnos en el todo, expandirnos, desaparecer en el paisaje de la Costa da Morte”.

Y a pesar de la seriedad, “el humor aparece como elemento catártico, dando un poco de relieve”. Son las conversaciones sobre los naufragios de leche condensada, televisores o bombones italianos. Confirmó que con “Costa da Morte” cerró la distancia como elemento de inspiración.


Toma 3. El inmovilismo

Lois Patiño se adentra en esta nueva fase de su obra con el propósito de “invertir el movimiento, dejando a las figuras humanas inmóviles y haciendo que el paisaje se mueva”. Su intención es hacer pintura en movimiento “aportar cine a las propuestas del Romanticismo”. Incorpora el inmovilismo tanto en sus películas como en los proyectos de videoinstalaciones. Este el caso de “Estratos de la imagen” que se centra en “una figura paralizada en torno a estática y estética”. Una imagen que representa el mismo actor, como en otras obras y que le acerca “a una experiencia de místico solitario viviendo en una autocaravana”.

El inmovilismo atrapa la pantalla en “Fajr” que significa, tanto amanecer como la primera llamada diaria al rezo musulmán. La película pasa de “la abstracción nocturna al espacio y volumen de los cuerpos, consiguiendo un equilibrio entre abstracción y demostrando que la inmovilidad irradia”. También hay inmovilidad en “Noches sin distancia” en la que avanza el trabajo de “Lua Vermella”. Fue un encargo del prestigioso festival portugués Curtas Vila do Conde, en el que reporta un instante de la memoria del paisaje fronterizo entre Galicia y Portugal. Está rodada con la intención de que el espectador vea el proceso de mimetización entre el hombre y el paisaje, “con la idea de petrificar a las personas, teniendo a las piedras como testigos mudos”

El director se planteó “Lua Vermella” como una película más documental, con pocos diálogos y más silenciosa, dejando que el espectador compusiera su propia historia, pero “se estancaba y era necesario que el relato avanzara”, así que decidió que las escenas “al estilo Edward Hooper” tuvieran frase. O sea, trasladar los cuadros del pintor norteamericano a Galicia y hacer que los personajes expulsaran, al menos, una frase de su pensamiento interior. Toda una narrativa implícita. Pero no solo contó con Hooper, sino que hay un evidente homenaje a Jean François Millet, los campesinos de “El ángelus” aparecen al comienzo en un campo de la Costa da Morte “convirtiéndose en la semilla que tiñe de emoción a toda la película, porque visualizan el proceso de duelo por la desaparición de un vecino en el mar”.

Los espectadores que vieron “Lua Vermella” en el Teatro Filarmónica pudieron comprobar que es una arqueología poética de sueños e imaginación, en la que la experiencia del tiempo se vuelve maleable desde la inmovilidad y los planos fijos devienen en paisajes audiovisuales, pero esta vez paisajes interiores. Ahora introduce más cualidades plásticas, trabajando color, textura, profundidad y perspectiva para crear, en sus palabras “un tiempo flotante”.

El agua está presente en buena parte de su filmografía, dándole un sentimiento oceánico, como “parte de un todo, como la gota forma parte del oceánico”. Esto se evidencia en su proyecto “Flotabilidad neutra” en que vemos a un personaje en el agua, pero no queda claro si está sumergido o flotando, más bien está a merced de la marea. Y siguiendo el movimiento de ida y vuelta de mareas, los sonidos de los títulos de crédito de “Lua Vermella” forman parte de “Flotabilidad neutra”. También el agua es protagonista de “Hadal” palabra que define el estrato más profundo del océano, donde no llega la luz del sol. Se trata de un juego sensitivo entre líquido y sólido, representado a través de materia lumínica y videoescultura.

Toma 4. Influenciado

A la lo largo de las siete horas y media de taller, Lois Patiño trufó sus intervenciones con constantes referencias a profesionales, que bien le influyeron o con los que disfrutó como mero espectador. Por ejemplo “Las estaciones” de 1995 realizada por Artavazd Pelechian que según Patiño “es una película antropológica que el director utiliza un montaje que llama a la distancia, convirtiendo el resultado en lo que se denomina como cine sensorial”. Algo que ya había grabado antes Vittorio de Seta en 1995, con “Gatradini di mare” que se apoya en la imagen pura para describir a su tierra y a sus hombres. También mencionó “El viento nos llevará” de Abbas Kiarostami, “El cielo gira” de Mercedes Álvarez con “una manera especial de grabar en la distancia”, “Paisaje en la niebla de Teo Angelopoulos, “El año pasado en Mareinbad” de Alain Resnais, “Empire” de Andy Warhol, “The disintegration loops” de William Basinski, “Madre e hijo” de Sokurov o “D´Est” de Chantal Akerman

Se detuvo en la escultura de Juan Muñoz porque “trabaja con el espacio de la sala generando tensiones y narrativa”, en las pintura del danés Hammershoi, las de Monet y Cezanne, en “Pedro Páramo” la novela de Juan Rulfo y en las reflexiones filosóficas de Ernesto Castro.

Y después del extenso recorrido por gustos e influencias, confesó que tiene un favorito, James Turrel, artista californiano que ha pretendido encerrar la luz en un solo espacio, y que ha hecho de estos dos elementos los ejes de su obra. Lois indico que le apasiona “porque trabaja espacios lumínicos como nadie, invitando a los espectadores a hacer frente a esos espacios y materializarlos”.

Toma 5. El futuro

“El sembrador de estrellas” será su nuevo proyecto y está centrado en la visión nocturna de Tokio, “un espacio de meditación con la ciudad en la noche”. Lo hará en formato cortometraje, de treinta minutos del que pudimos ver un mini work in progress y que evoca, tanto al ciberpunk amine, como a Los Ángeles de Blade Runner, al que se unirá una narración “con el modo en que Marguerite Duras trabajaba la voz”.

Ya lo decía Jean Cocteau “el cine es grabar la muerte haciendo su trabajo” y Lois Patiño lo sigue haciendo con un constante equilibrio entre el ser y el no ser.


Jose Antonio Vega
 es colaborador de laEscena
@joseanvega64