Hacía tiempo que rondábamos este 8 ½. La última que estuvimos con Albert Serra estuvo presentando “La muerte de Luis XIV» en Oviedo y haciendo una visita al Museo de Bellas Artes de lo más interesante. Eran tiempos pre-ocho-y-medio y solo le hicimos un seguimiento a sun interpretación de las relaciones entre cine y arte. Así que cuando supimos que “Liberté” estaría en la sección oficial del Festival de Sevilla nos lanzamos a buscar un hueco en la agenda de Albert “El Deseado”.
Avisado de la duración de la sección, comenzó a desgranar los motivos y los secretos que esconde una película ambientada en el siglo XVIII. Usa para ello el viaje de un grupo de nobles franceses que exporta el libertinaje a Alemania, reivindicando el sexo como igualador de clases y como un elemento eternamente pertubador. Serra ubica la acción en una noche de 1774, pero está hablando de todas las noches de la historia de la humanidad, “en ese momento que se repite día a día y que obliga a empezar desde cero, por eso es un poema sobre la lógica de la noche, improductiva y estéril”. Insiste en que esa fase nocturna lleva a la falta de memoria porque no se acumulan conocimientos”.
Y claro, en “Liberté” hay mucho sexo porque “está ligado a lo más próximo al alma que tenemos, que es el cuerpo, algo que puedes llegar a gestionar con naturalidad”. Entiende que la verdad material del cuerpo no se puede controlar desde el exterior y “la fricción llega al intentar armonizarlo con el cuerpo de otra persona y por tanto entra en la categoría de cosas que no se pueden falsificar”.
“Liberté” se llevó el Premio Especial del Jurado en la sección “Un certain regard” de la pasada edición del Festival de Cannes, por continuar presentando su radical revisión de la aristocracia en la historia. El proyecto parte del encargo del Museo Reina Sofía de Madrid para hacer “Personien” una instalación con dos grandes pantallas enfrentadas. Serra indica que la película interpela al espectador de orea manera” porque su contenido es más triste y desesperada”.
La estética de la película va del Barroco al Rococó más rotundo, como si saliera de las manos de un Fragonard “trash”. El director obliga al espectador a abrir los ojos para buscar acción en cada plano, escondida muchas veces bajo la oscuridad y el follaje del bosque. Estaba tan preocupado porque no hubiera ningún plano limpió que llegó a “ensuciarlos” en postproducción.
La película sigue usando las normas de la Casa Serra, priorizando el rodaje con tres cámaras, escenas muy largas con variaciones y un espacio muy performático. Y en ese territorio ubica a los actores y actrices, que ni siquiera son amateurs, recurriendo a tres técnicos del equipo o a un frío casting en Facebook, “lo que crea soledad, muy pocas coincidencias y nula complicidad”. A eso añade solo tres semanas de rodaje, “la duración ideal a partir de ese momento es cuando los actores empiezan a hacer amistad”.
Y entre las capas que parecen ocultas están los diálogos “una función difícil de apreciar porque lo más difícil es que las personas escuchen los diálogos. Su apuesta por la palabra le lleva a incorporar algunas frases solo porque tienen función poética y a veces aparecen palabras porque le gusta como suenan.
Entren el territorio sonoro de Albert Serra durante ocho minutos y medio. Saldrán vaciados y sin energía, como comprobarán cuando la vean en salas de cine.
Escuchar la charla entre Albert Serra y José Antonio Vega en Mixcloud
Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64