Empezó siendo vago, pero descubrió la acción mutante y terminó  siendo un buen patrón. Catorce palabras para resumir más de treinta años de trabajo en el mundo del cine, motivo más que suficiente para saldar una deuda con uno de los montadores de sonido más prestigioso de nuestro país.  Pelayo Gutiérrez se acercó a la novena edición de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) para impartir una “personal” masterclass  sobre su trayectoria profesional, presentado por otro montador asturiano, Óscar de Ávila. Y además, encontró hueco para tertuliar con LaEscena.

Todo empezó con las películas de dos rombos que se proyectaban en TVE las noches del fin de semana. Pelayo solo podía  escucharlas  desde su habitación al fondo del pasillo de su casa en Salinas, pero ya se  montaba sus propias historias. Luego llegó la pasión por la música y, como buen adolescente de la época, la creación de “Los Vagos”, banda en la que tocaba la batería. Esa pasión le lanza a estudiar a Madrid, a la Pensión La Praviana, a sus primeros trabajos en el cine y a descubrir las tareas de meritorio en “Acción mutante” la película de Alex de la Iglesia.  Primeros pasos para llegar a más de “treinta años de mucho trabajo y diversión que han pasado muy rápido, porque miro hacia atrás y ya han pasado más de 17 años de mi último Goya por “Obaba”.

El montador de sonido ha sido protagonista de los cambios tecnológicos producidos en su sector, porque “aunque la captación del sonido directo y la emisión apenas han sufrido modificaciones, lo que sí ha evolucionado ha sido el trabajo en postproducción, en mi tarea diaria”. Y los cambios también han afectado a su relación laboral con el sonido, ya que tras su etapa “meritoria” se convirtió en freelance para crear luego “La Bocina” de donde  han salido, sin duda, muchos de los mejores sonidos de las dos últimas décadas.  Y del trabajo autónomo ha pasado a formar parte del engranaje multinacional, primero en DeLuxe y desde hace unos años en Telson, lo que le ha permitido trabajar con Fernando León de Aranoa, “otro psicópata del trabajo como yo”.  Entre esos cambios también se incluye el formato, “ahora el 60% de mi trabajo viene de la televisión, las series han ocupado el espacio de las películas de presupuesto medio”.

Con los años, Pelayo Gutiérrez sigue creyendo que es necesario ser “tripletista” o lo que es lo mismo ,trabajar con “tiempo, talento y talón”. Sobre esta última T, la que hace referencia al dinero, indicó que “hay productores que se han quedado con el excell de Ana y los 7 y parece que no les importa mucho lo que tienen entre manos”. Por eso critica la situación actual en la que el presupuesto de sonido se hace al peso, pero “no es lo mismo un minuto de sonido en Star Wars que en Martín Hache”. Esa triple T ha sido fundamental para sacar adelante lo que denomina “cine desde la trinchera” en el que necesita, al menos, dos esas claves “porque si no tienes talón, dame tiempo”. De hecho confiesa que “no se harían muchas películas si tuvieran que pagar todas nuestras horas”.

Cuando se enfrenta a un encargo, dedica tiempo y marca distancia, “intento introducirme, investigar donde está rodada la película, en qué época, necesito cultivarme en los lugares, en  la gente”. Y esa marca “Gutiérrez” ha dejado mucho reconocimiento y demanda en el cine español, porque muchos cineastas han confiado  en él para el sonido de varias de sus películas. Me da mucho orgullo cuando un director me dice que su película crece a través del sonido, porque sabe que he aportado algo más”.

Algunos de estos cineastas son Alberto Rodríguez, “un hermano con el que siempre aprendo”, Iciar Bollain, “a la que quiero tanto”, Pedro Almodóvar “un puto genio”, Montxo Armendáriz, “superactualizado y moderno” o Manuel Martín Cuenca, con el que está trabajando en “El amor de Andrea” y al que describe como “gran trabajador y gran persona”.

Y como buen tripletista juega con el número tres. Si tuviera que quedarse con tres películas recientes que llevan su sonido, nombra “El buen patrón” de Fernando León de Aranoa, “Modelo 77” de Alberto Rodríguez y “Tarde para la ira” de Rául Arévalo. Y si pudiera soñar, poniendo su nombre a obras maestras del cine, no tiene duda: “El Padrino I” y “Apocalipsis Now”, ambas de Francis Ford Coppola”, más “Kill Bill” de Quentin Tarantino.

Escuchen con atención la pasión y el tesón con el que Pelayo Gutiérrez recuerda sus treinta años de malabarismo sonoro.


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Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64