Aunque
pasen
los años
sigo sin
saber
nada
de
la mayoría
de
las cosas.
Ahora soy
un animal
dominado
por
el estupor
y
la paciencia,
aunque
si no
tratara
de engañarme
a
mí mismo,
debería decir
un animal
dominado
por
la resignación.
Sé que
hay
personas que
a lo largo
de
sus vidas
han hecho
de
su resignación
una obra
maestra,
pero yo
apenas
estoy
dotado
para algunas
pequeñas
cosas.
Hace más
de
treinta
años
era el
mismo
animal
tranquilo
pero
sin el
peso aún
del tiempo.
No recuerdo
de dónde
venía
pero
sí recuerdo
que iba
en autobús
camino
de casa.
Sentado
al lado
de
la ventanilla
veía fluir
un río
al que
el autobús
nunca lograba
adelantar.
Por los altavoces
sonaba
de fondo
una canción
de Aute:
«Sin tu latido».
A veces,
las mejores
lecciones
las aprendes
en los lugares
más inesperados.
Aquella canción
me enseñó
una lección
definitiva:
que la vida,
acaba por
tener,
en el mejor
de
los casos,
un nombre
propio.
Y en buscar
ese nombre
empleamos
la mayor
parte
de
nuestro
tiempo.
Quería
recordarlo
hoy,
que Aute
se ha ido.
Y lo ha hecho
como uno más:
en medio
de una cifra
inasumible
de
fallecidos
que
acrecienta
por momentos
mi estupor.
Gracias,
Aute.
Qué pena
de días,
qué pena
de pena.
Gracias.
Quería
recordarlo,
quería
decírtelo.
Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona