Fotograma de la película "Vida vaquera"

Objetivo cumplido. Ramón Lluis Bande se planteó mostrar la dignidad del trabajo de unas personas, respetando sus tiempos, quizá porque el mundo del trabajo está siendo ignorado en el cine contemporáneo. A los espectadores se nos está hurtando la representación de las relaciones de clase que, tímidamente, se acercan al trabajo industrial, dejando de lado el campesino. Ese es el punto de partida de Vida Vaquera, un retrato de la vida cotidiana de las últimas familias vaqueras que hacen trashumancia en Asturias, eso sí trashumancia especial porque disponen de casa de verano e invierno, arriba en la montaña y abajo en el valle.

La película llega a Asturias tres meses después de su estreno mundial en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, en el compartió cartel con las grandes figuras del cine documental europeo como Sergei Loznista, Rita Azevedo, Ben Rivers o Jonathan Litel. Un Festival que acogió también el estreno de sus anteriores películas “El Nome de los árboles” y “Equí y notru tiempu” que llevó el Premio Fipresci de la crítica internacional en el año 2014.

Vida vaquera es una película de ciclos en la que palabra trabajo se convierte en bucle que lo envuelve todo, porque se ve en doble dirección, ya que documenta las labores de un equipo cinematográfico documentando el trabajo de otra gente. Para Bande es una mirada horizontal en la que campesinos y cineastas comparten trabajo. Durante 118 minutos reivindica la importancia del trabajo comunitario de los vaqueiros, a los que describe como “una sociedad primitiva, una sociedad precapitalista y comunista en el sentido que prioriza lo comunitario sobre la individualidad”.

Vacas, pastos y campesinos pueden hacer pensar que Ramón Lluis Bande ha dado un giro radical a su filmografía, asociada a su reivindicación de la memoria histórica. Queden tranquilos. El uso de fotografías como documento, la estructura narrativa en episodios y la importancia del testimonio oral siguen siendo los mimbres con los que el director gijonés va contextualizando la película. El cineasta marca cierta distancia con el espectador, a quien propone conservar su mirada crítica sin que tener la sensación de visionar un proceso natural. Es muy importante tenerlo en cuenta porque Bande resalta que “el paisaje no es un espacio natural inalterable, sino una construcción del trabajo de la comunidad vaquera”. De esta forma Vida Vaquera se convierte en una elegía de una forma de vida que desaparecerá en breve, ya que solo quedan cuatro familias que practican l´alzada, el traslado anual de su ganado y sus casas.

Por cierto, L´alzada es título de la serie que realizó el año pasado para la Televisión Pública del Principado de Asturias, proyectada en horario de máxima audiencia y que sirve como punto de partida para la película. Quienes la vieron no tienen excusa para evadirse del visionado de la película. Todo lo contrario, Vida vaquera va más allá reduciendo el protagonismo etnocéntrico y etnocultural de la serie y centrándose en la vida laboral como eje estructural. No veremos la vida íntima de las personas, sino su día a día vinculado a los ritmos naturales de su trabajo.

Fotograma de la película «Vida vaquera»

 

El director sigue jugando cómodamente con la estructura en capítulos, evidente señal que delata su llegada al cine desde la literatura. Por ese motivo la estructura de la película está dividida en tres partes. Hay un prólogo con textos de Jovellanos mencionando a los vaqueiros que se acoplan perfectamente con fotografías una de las últimas alzadas de los años setenta en blanco y negro de Maria Cátedra. El segundo bloque ocupa la mayor parte del metraje y centra en un año de trabajo en la comunidad vaquera. La tercera es un ejercicio de memoria oral en el que María Fernández ejerce de portavoz de la comunidad, contextualizando la vida tradicional mediante una tertulia con Xosé Antón Fernández, Ambás”. El epilogo se cierra con la canción “Tengu lus guechus hinchaus” interpretada por Juan Uría Ríu y compilada por Alan Lomax en los años cincuenta del pasado siglo.

En la presentación de la película en Sevilla insistió en seguir apostando por un cine no reconciliado políticamente ni industrialmente. Algo que conlleva una manera de producir una manera de distribuir y una manera de relacionarse con los espectadores. Cine resistente en términos políticos y que, tras su estreno regional en Mieres en enero, se verá el domingo 26 de febrero en el Centro Niemeyer de Avilés, el 14 de marzo en la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo y el viernes 24 de marzo en el Teatro de La Felguera. Y quienes sigan LaEscena desde Santander, Madrid o Santiago de Compostela deberían de estar atentos a las proyecciones previstas.

¿Solo cine? Va a ser que no. La apretada agenda de Bande le permite encontrar hueco para escribir, en este caso sobre su propio cine. La Editorial Sangrila acaba de editar “Cuaderno de Paisaje. Materiales para un ensayo cinematográfico sobre la guerrilla republicana asturiana” una publicación que es, en palabras suyas “un libro que se puede leer como un ensayo sobre la guerrilla, como una reflexión sobre cómo acercarse a la memoria histórica, como la crónica de un proyecto cinematográfico, como un cuaderno de cineasta o como una autobiografía personal y colectiva”. Más que recomendable.

Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64