Ha de ser él quien habite las voces, no al revés. Pero no escribe y se alejan entre sí las orillas. Le bastaría ser testigo, contemplar la blancura encima de los objetos, la sustancia ajena a su carencia, algo que le hiciera creer que también para seguir puede haber un método. La mano aspira a la unión y al mismo tiempo a la danza, a la canción que nadie más pueda oír, a la memoria y su carga imperceptible. Le quedará la noche y otra cosa, idéntica, a la que llamará la mañana.
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La comprensión de la propia insuficiencia inventa una idea de nación en torno a sí misma. Se ve en todas partes, cómo unos pocos se aprovechan de las necesidades del resto.
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Siempre te diriges a alguien.
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Recordar qué alimenta tu expectativa original y escribir en esa dirección.
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“Puedo decir que amo Londres e Inglaterra. Pero no que ame a mi país. No sé lo que significa.”
Un espía en Moscú. John Schlesinger.
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Como le miraría el perro que buscara en él un amo, así es como piensa.
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La recurrencia no tiene porqué traducirse en una intención pero niega la posibilidad del accidente.
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¿Qué esperabas?, ¿qué deberías decir?, ¿tal vez que hoy, a estas horas, todavía no te has cruzado con nadie en este bosque o que ayer, al volver, pudiste oler el aroma de un guiso escapándose bajo una puerta que no era la puerta de tu casa? Para ser alguien capaz de contar historias deberías ser alguien que necesite escucharlas, y no, definitivamente no eres ese alguien, más bien perteneces, te das cuenta ahora, a esa clase de gente que camina por las salas de espera con las manos a la espalda. ¿Qué sería aquello que hasta hace un instante revoloteaba libremente de un extremo a otro de tu pensamiento, aquel resplandor, aquella luz que al extinguirse reclamó para sí su propio brillo? La escritura está detrás de la escritura, es una sombra que se vislumbra. ¿No habías decidido reducir lo escrito a su causa?, ¿por qué dudas ahora, tanto te sorprende que la palabra sea el dolor que intenta nombrar? Ya sólo quiero hallar en la simultaneidad lo propio del encuentro, lo que no se da por separado. Benditos propósitos que durante su formulación nos mejoran. Pájaros que no alcanzo a ver cantan como alguien llevaría hasta la cama del enfermo un tazón de leche caliente durante la medianoche febril o se apoyaría en una pared y sin pretenderlo activaría una alarma. Ojalá sean cuervos, muchos cuervos, cuantos más mejor. Adoro a los cuervos porque los cuervos llevan dentro el miedo del mundo entero. Sé que no son cuervos esos pájaros que cantan, pero no por ello dejo de desear que lo sean. La tarde es un dios que exige una oración distinta.
Lo fantasmal.
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¿Cómo aceptar vivir con dolor si vivir con dolor significa vivir sin escribir?
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Se vende la independencia como una actitud cuando a menudo es una circunstancia.
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No se trata de atrapar al tiempo, sino de liberarlo, dejarlo ir y relacionarlo con cada cosa, con cada elemento, siempre provisional, azaroso y circunstancial, permitirle ser, despojado del sentido general, exterior y posterior, de lo colectivo, de la complementariedad mutua, de su idea, de la expectativa que proyectamos sobre él encarcelándolo en la expectativa que cada uno tiene sobre sí mismo. Captarlo, nunca capturarlo. Reflejar. Ante todo, reflejar. ¿Por qué la imagen me parece hoy algo superior a la palabra? Porque lo visto me ofrece la ilusión de percibirme, de sentirme, de creerme alguien que no es acción, que no es canal. La ilusión de ser dejado fuera, de no existir, o existir al margen. De existir sin la obligación de intervenir.
Lo fantasmal.
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“Me gusta cuando en las películas la gente se sienta y no dice nada.”
Los límites del control. Jim Jarmusch.
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La diferencia entre estar cansado, realmente cansado, y harto es esta: lo primero bordea la renuncia; lo segundo es potencia encomendada a la posibilidad del cambio.
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Lo malo, dijo A., es que cuando te das cuenta de que eres viejo hace tiempo que eres viejo.
Conversaciones con mi peluquero.
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Si vamos a caer / caigamos como es debido:/ rápido al final / mucho más que al principio.
Banda sonora.
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Voy a ver si escribo las palabras que me faltan, le dijo a Marta, y al momento anotó esto que acababa de decir.
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Chus Fernández es escritor