Fotograma de "Simple men” de Hal Hartley

Tuvo que esperar en la sala del doctor Perrier con su laurel enfermizo y polvoriento. La planta nunca florecía, no se moría, jamás crecía y nunca cambiaba. Jonathan se identificaba con la planta. Una y otra vez sus ojos se sentían atraídos hacia ella, aunque intentaba pensar en otras cosas. En la mesita ovalada había ejemplares de Paris Match, atrasados y muy manoseados, pero Jonathan los encontraba todavía más deprimentes que el propio laurel. El doctor Perrier trabajaba también en el gran Hôpital de Fontainebleau. Jonathan tuvo que recordárselo a sí mismo, ya que de lo contrario le hubiese parecido absurdo confiar su vida, creer en la opinión de si iba a vivir o a morir, a un médico con un consultorio tan destartalado como aquél.
Patricia Highsmith

Otra revisión, otra mala noticia, otro quirófano en el horizonte. Volverás a arder. Y, si todo va bien, seguirás sufriendo.
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Ansía, al margen de sus días, señales: la oportunidad de hallar en el porvenir más inmediato una estrategia.
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La gente es gente, ¿qué esperabas que fuera?
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Sus cuadernos, sus libros, sus películas, sus discos. En qué manos caerán todas esas cosas en las que fue repartiéndose como si nunca pasara nada y al mismo tiempo estuviera siempre a punto de perderlo todo.
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¿Por qué duele más de noche?, preguntó alguien en la radio.
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Lentos caen los pájaros y todas las cifras son hermosas.
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“Con los años he llegado a la conclusión de que lo que llaman naturalidad es interpretarse a uno mismo.” James Stewart.
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No siempre podemos reemplazar lo que ya no funciona como debiese. De hecho, la mayoría de las veces eso es precisamente lo último que quisiéramos hacer.
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¿Cómo llegamos a esto?, ¿a diferenciar sin rubor un días tras otro lo bueno de lo común?, ¿nos lleva a esperar algo más la soledad o es el hecho de esperar algo más el motivo por el que la soledad nos devora? No reclamamos lo que nos hizo felices, reclamamos lo que conocemos, lo que, al contrario que nosotros, no cambia, y, por tanto, nos deja fuera. La pregunta no es: ¿Pero esto no debería haberse acabado ya?, ni tampoco: ¿Pero no debería haber empezado ya lo otro?, la pregunta es: ¿No debería lo nuevo hacernos sentir al menos lo mismo que lo de antes? A la dificultad inevitable que trajeron los años le dimos el nombre de derrota o, peor aún, de desgracia, pero la desgracia de alguien comienza el día en que la fe ocupa en su interior el lugar de la esperanza, el día en que ese alguien comprende que su vida no debe llenarle sino ser llenada por él.
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Me refiero a lo contrario de la memoria.
¿A la imaginación?A
l recuerdo.
Diálogos.
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Las mascarillas verde militar con la bandera de España en cada lado (la redundancia responde a la obsesión y la obsesión es una pasión invencible). Vaticinios.
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Desechamos los viejos lemas y las actitudes mil y una vez replicadas porque sabíamos que la provocación es siempre una súplica y no queríamos suplicarle a nadie. Al menos allí arriba. Allí arriba, no. La casa Rohmer. Carlos.
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“Los fantasmas no tienen que ver con los muertos. Tienen que ver con lo que está muerto dentro de nosotros. Tienen que ver con el pasado que nos habita.” Irma Vep. Olivier Assayas.
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Vanidad: Pasar por delante de una hilera de espejos en la fachada de un edificio y no mirarte en ninguno de ellos. Inventario.
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Estaba aún dándome la vuelta
cuando escuché el batir de las aguas.
Donde no hay recorrido hay caída
porque en lo innegable
arraiga siempre otra creencia.
Llegará
y yo estaré a los pies del árbol,
recogiendo las manzanas.
Como la vértebra se resiente la memoria,
va con ella el cuerpo,
y el instante crece, da de sí,
igual que una pared niega el paso,
pero, a diferencia de ella,
no devuelve nada.
Advertí hoy que había perdido
también mis recuerdos.
Ya no estoy ahí
en el fulgor encadenado
a otro fulgor.
Salvas y vítores ahora,
sigue habiendo otro ritmoy
no es poco
el instante
perfecto de los acróbatas.
El asedio.
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El estilo no cambia, evoluciona.
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“Eres camarero, deberías escuchar mis problemas.” Tony Soprano.
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Van de la mano forja y olvido.
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Tras el miedo asoman la compasión y la repulsa. Así reacciona el otro ante la enfermedad. Igual que se introducen los dedos en la tierra de la maceta para comprobar que realmente se ha llegado a regarla.
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Ojalá pudiera seguir durmiendo. Título.
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Ve siempre hacia el error, es ahí donde lo propio y lo ajeno se alían creando algo nuevo.
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Le hizo prometer a Marta que, si debía dejarle, le dejaría sin tener en cuenta su enfermedad, sin tener en cuenta lo que pudiera hacerle falta si las horas por llegar fuesen para él las últimas horas. Antes, en el puerto, al sol en un banco y en silencio, el escritor había envidiado el amarre de las barcas, la ilusión de una trayectoria, su continuo ser mecidas. Como si estuviera vivo, el suelo más allá se desplazó y el tiempo que el escritor tardó en comprender que aquello, supuestamente inmóvil, en realidad flotaba, fue para él lo contrario de un pronóstico, algo inesperado que por un instante equilibraba las cosas.

Chus Fernández es escritor