Cualquier cosa caída adquiere una dimensión humana.
*
La velocidad, amigo, la velocidad, ¿cuánto hace que no corres, que no aprietas el paso hacia algo? La casa Rohmer. Sergio.
*
¿No podía añadir nada a la obra porque estaba ya terminada o porque no le quedaba ya nada más que decir?
*
Tal vez la única manera de envejecer con una mínima dignidad sea no lamentar nunca la edad ni presumir tampoco de ella.
*
Se fue separando mi carne / y el dolor no es más que la constancia de ese desplazamiento / de un corazón rebajado a periferia // qué tiene de malo desaparecer / cuando no eres para alguien / el único necesario // ardo // en la urgencia de volver al tiempo del cuidado / pero ayer es siempre / demasiado tarde un peso algo de más / para quien ante sí mismo resulta ser menos / de lo esperado // o cuando la fuerza propia el porvenir / pasa a ser un hecho objetivo. Menos.
*
Isaac: ¿Puedo hacerme una foto en el piano?
Ruth: Sí, claro.
¿Suena?
Depende.
¿De qué?
De quien lo toque.
La casa Rohmer. Isaac y Ruth.
*
Le invaden las ganas de llorar cuando habla del futuro porque al hacerlo está pensando en el presente.
*
Pudrirse es cuestión de paciencia.
*
Si el humor nos importa es porque es una lógica llevada al extremo que en su afirmación radical cuestiona todas las cosas básicas dadas por hecho. Como si fuéramos dioses.
*
Atrás había quedado ya el músico callejero cuando Sergio dijo: Y nosotros dando estas voces. Retrocedió y dejó caer unas monedas. Pagó. No por su música. No como agradecimiento. Sino en compensación por nuestras palabras, que habían ahogado su canción. La casa Rohmmer. Carlos.
*
“Gracias al estilo indirecto libre, vemos cosas a través de los ojos y el lenguaje de los personajes, pero también a través de los ojos y el lenguaje del autor. Habitamos en la omnisciencia y la parcialidad a un tiempo. Se abre un vacío entre el autor y el personaje, y el puente entre ambos (que es el propio estilo indirecto libre) cierra ese hueco y simultáneamente atrae la atención hacia su distancia.” James Wood. Los mecanismos de la ficción. Taller.
*
Fracasar será una fiesta si con su fracaso la fiesta se acaba.
*
“Esperando a que me llamen”. Samuel Beckett. Título.
*
Leyó por segunda vez los cuentos de Carver hace mucho, como todo. Quince años, quizá, alguno más seguramente. Los leyó. No los releyó. Se lee siempre por primera vez. Y lo hizo con motivo de una charla sobre su obra que debía dar en un club de lectura a la vuelta de Ribadeo donde N. estaba trabajando entonces y donde el escritor percibió la tristeza balsámica de los pueblos costeros durante los meses más fríos y el recelo, constante y comprensible, de los pescadores, para quienes un visitante es siempre un extranjero y los extranjeros sólo son bien recibidos en verano, la estación de las llegadas.
A la vuelta fueron menos y después no fueron nada. Pero esa es su historia. Y ya ha sido contada. No sólo por él. Las mujeres miran la puerta y necesitan saber que esa puerta en algún momento estará cerrada. Los hombres la miran y necesitan sentir que permanecerá abierta. Está generalizando, ¿se puede hablar de alguna otra manera? Bueno, la tarde es clara, y el primer mes del año siempre fue un mes agradecido, el único mes comprensivo, un mes que, como si de un lunes desproporcionado se tratara, no se muestra necesitado de un ritmo.
Una sensación: que los libros últimos de Carver se le agarraban más, al contrario de lo que había sentido la primera vez que los leyó. Se es de Carver, como se es de Duras, o de Handke, autores cuyo distintivo es a su vez una razón, y se es para toda la vida, necesite uno lo que necesite y se convierta en quien se convierta. Seguramente esté hablando sin pretenderlo de una forma más alta del cariño, le parecería bien si así fuera. Los cambios son la única muestra de ingratitud aceptable, aunque siempre se vuelva con algo, un pellizco que tiene tanto de advertencia como de recordatorio, de vínculo reforzado. Leer.
*
“¿Por qué los hombres son incapaces de vivir en el presente? Si no persiguen algo que creen haber perdido, se pierden en sueños inalcanzables.” Después de la tormenta. Hirokazu Koreeda.
*
Ruth: No tenemos nada.
Carlos: Una casa vacía es una casa más grande. Podemos irnos cuando queramos.
Hace frío.
En todas las casas lo hace.
En todas, no.
En todas. Ninguna casa calienta por sí sola.
Pero resguardan.
Eso es otra cosa.
Ruth no dijo nada, sentada a su lado en el suelo permaneció callada aunque no del todo quieta, como si algo estuviera pasando y ese algo fuera ella.
Carlos señaló un círculo en la pared, oscuro, dejado por lo que debía de haber sido un espejo o un cuadro y que ya no estaba ante ellos. Dijo: Es igual que los de las ventanas de los barcos.
¿Has estado alguna vez en un barco?
No. Nunca.
Pues acabas de subir al mío, bienvenido a bordo, dijo Ruth, fíjate: Debajo de nosotros todo se mueve. Y, pasando la mano por el parqué, añadió: El suelo parece seguro, pero es muy fácil hundirse.
Carlos le dijo que la otra noche, al volver del bar, había intentado llevarse uno de los carteles pegados en las escaleras de la estación, pero que, al arrancarlo, se había quedado sin la cabeza del payaso. Y que, aunque el hombre bala, el león y la trapecista estaban intactos, prefirió dejarlo para otro día, cuando pusiesen otros nuevos y el pegamento todavía no se hubiera secado.
Ruth, sonriendo, dijo: No importa, no te preocupes, me gustan las marcas de los cuadros en la pared, las marcas en general, todo lo que permanece. Salvo el pasado, en sí mismo, puro, ¿no te das cuenta?, se va haciendo tan grande, como si te sacara.
Carlos asintió, le preguntó por el trastero y ella le dijo: No nos dieron todavía la llave. Ni siquiera sé si hay algo dentro.
Todo lo que Ruth había llevado a la casa nueva fue una planta. En un tiesto azul. Una planta con doce hojas y un tallo muy fino.
Carlos, apoyado en la pared y con la vista puesta en esa planta, dijo: Quiero quedarme aquí.
Ruth le apartó el pelo de la cara y al hacerlo le acarició la mejilla.
Carlos y Ruth.
*
Vislumbres durante los cuales viene hacia uno la vida y uno va hacia el mundo, vacilaciones que conectan lo concreto con la ausencia.
*
A mí ya sólo me queda descansar, se dijo el escritor, y siguió.
*
Chus Fernández es escritor