Fotograma de "Las altas presiones", de Ángel Santos

¿Qué somos ante nuestra propia imagen recordada?
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Alguien roído a quien el alma se le derrama por cada hueco, alguien sólo entonces insoportablemente consciente de cada limadura. Las frases que se refieren al dolor siempre son grandilocuentes porque nos exigen una forma a su altura, una equivalencia de la que no disponemos.
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Quizá aquella chica pretendía bajarse en la siguiente parada y prefirió levantarse con mucha antelación pero todo apunta a que esa chica, la del metro, fue la primera persona que le cedió su asiento en un transporte público. Si lo fue, ¿qué la empujó a ello?, ¿el físico arrasado del escritor o su expresión contraída?, es decir, ¿qué convierte a alguien en un viejo, en alguien digno de compasión?, ¿el tiempo o el dolor?
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En el momento de la derrota oponerle al para qué el por qué.
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Algo aparecerá. Título.
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¿Realmente huye quien huye en una dirección determinada?
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Crecen hacia dentro los muros del castillo y él confía, más que en su altura en su grosor, en esa densidad viva que tan bien conoce.
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“No hay nada que resolver. Estás desperdiciando tu tiempo en algo que no importa.” Lo que esconde Silver Lake. David Robert Mitchell.
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Hay gente así. Gente que se sienta en el taburete de un bar y se alegra cuando un desconocido le habla. Hay gente así. Y el escritor se pregunta si fracasa o triunfa lo que se constata.
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La parte que nos ata de un poema nos desata de algo que no somos nosotros y de lo que no nos podemos separar. Algo que desde el momento en que se anuncia está ya presente.
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No puedes estar toda tu vida dando vueltas alrededor de tu tristeza como si fuera una rotonda.
¿Y por qué no?
Porque tarde o temprano tendrás que tomar alguna dirección. O te acabarás quedando sin gasolina.
¿Y ya no podré seguir dando vueltas?
Peor: alguien acabará chocando contra ti. Y tal vez salga mal parado.
Carlos y Ruth.
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Perdió la fe, las ganas y todo lo que se pueda perder. Pero lo extraño no es eso. Lo extraño es que, pese a todo, se empeñara en seguir escribiendo. ¿Fue realmente empeño o simplemente se trató de lo que en una entrevista Pasolini llamó “inercia”?
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Es fácil comprenderles pero no ponerse en su lugar. Son esa clase de hombres gobernados por un impulso que les empuja hacia adelante, un adelante que en realidad se traduce en lejos, cada vez más lejos, lejos por fin, quién sabe de qué.
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El brillo descorazonador del espumillón.
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La moral detestaría verse reducida a una simple ideología, sin embargo, la ideología siempre intenta presentarse como otra clase de moral.
*Repl
ica el balbuceo el paso del funambulista.
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Salta un perro y, en la tensión de su correa, del límite por él desconocido, encuentra un avance de la soledad que le espera.
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No hay nada hermoso: el insomnio.
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Aquel lugar que fuimos, dijo en el bar la turista a su acompañante. Tal vez lo dijo así por error, o tal vez lo dijo bien y el escritor prefirió oírlo tal y como lo anotó.
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confirmado el olvido
como una extensión de la agonía
huesos de pájaro se volvieron
tus pensamientos tu corazón luego ala
y otra vez huesos
la resistencia
es una fuerza honorable
pero una fuerza que responde
a la consciencia ardiente
de la propia vulnerabilidad
menos
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Cada vez que vuelve a casa pierde una batalla el mundo y gana el hombre otra guerra.
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La soledad del escritor no tiene nada que ver con la compañía sino con descubrirse sin nadie en cada decisión. Y son muchas, innumerables, las decisiones que un escritor debe tomar mientras lleva a cabo su tarea.
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Ya no ansía algo que le importe. Ahora ansía algo que le sorprenda. Simplemente eso. Algo que le sorprenda. Pero sólo al principio.
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Yo sé dónde iban / los que se perdieron / fui allí primero / y ahora estoy con ellos.
Banda sonora.
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A lo mejor escribir no es lo que él creía que era escribir; a lo mejor escribir es dotar de un contexto a lo que irrumpió, un entorno útil; a lo mejor, en el fondo, no hay ninguna diferencia entre la escritura y la vida.
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La chica que, en la plaza del ayuntamiento, se quitó el abrigo para posar delante del árbol de navidad.
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Chus Fernández es escritor