Y de repente, con muy pocos años, descubres que te gustan los chicos. Y piensas que eres la única persona en el mundo a la que le sucede eso. Estamos a principios de los años 80: el paisaje y las mentalidades son muy diferentes al paisaje y las mentalidades actuales (vamos a obviar al sector cavernícola). Siempre en silencio, con cierto aire de misterio, vas descubriendo en esas películas que ponen de madrugada en la televisión a una serie de tipos a los que encuentras muy atractivos. Aún no sabes definirlo con exactitud, pero esos tipos serán tus primeras fantasías sexuales. Nervios en el estómago, piel erizada, excitación general. Y el miedo, claro, a que alguien descubra tu secreto. La noche siempre es la mejor aliada para estas cosas. La noche engulle todos los secretos, sin excepción. No quieres que nadie descubra tu secreto, pero no tienes ninguna clase de remordimiento por esa excitación, por ese deseo que algunos hombres despiertan en ti. Te dejas llevar. El placer y la idea de libertad son superiores a las ideas que sobre esos conceptos te enseñan en el colegio (de curas). Sigues a lo tuyo. En las revistas donde viene la programación de la televisión descubres películas que emiten a altas horas de la madrugada y que, ya en el anuncio, llaman poderosamente tu atención. Te las ingenias para verlas sin que nadie se entere. Son películas protagonizadas por hombres muy masculinos. Luego descubrirás que, aparte de ser hombres muy masculinos, son grandes actores. Marlon Brando, Paul Newman, Robert De Niro… Hombres muy atractivos. Y se dispara de nuevo el deseo. Los nervios en el estómago, la piel erizada, la excitación general.

Un día, en una de esas películas, aparece Burt Reynolds, que, aparte de ser también muy atractivo, tiene un punto de descaro casi arrebatador. Un pícaro que se las sabe todas. Pronto descubrirás que no es Brando, ni Newman, ni De Niro, pero que tampoco es un mal actor. Poco tiempo después, también de madrugada, te encuentras con ‘Deliverance’, una historia que te deja deslumbrado, y no sólo por el físico de Burt. Y así, poco a poco, en periódicos y revistas (aún no existe Internet, evidentemente) vas descubriendo cosas sobre su vida. Sus amoríos, sus trabajos, sus desnudos para ciertas revistas americanas. Sigues viendo sus películas, aunque no sean una maravilla (ya han pasado algunos años y ya sabes distinguir unas cosas de otras). El tipo sigue siendo atractivo, claro, pero su picardía y su toque canalla te parecen ya superiores a su físico. Sabe reírse de sí mismo. Y eso engrandece su figura. También sabe, ya en la madurez, aprovechar cada trozo de pastel que le ofrecen. No se lleva el Oscar por ‘Boogie Nights’, pero sí otros premios de prestigio y el reconocimiento unánime. Filmin acaba de estrenar ‘The last movie star’, que puede ser el penúltimo homenaje que se le pueda hacer.

Un día (hoy), de nuevo en la madrugada, te enteras de la noticia de su muerte, y recuerdas aquel tiempo de los primeros deseos y de las fotografías que mostraban su cuerpo desnudo. Y todo te parece tan lejano como inocente. Y piensas en la cantidad de jóvenes cuyo deseo también se despertaba al ver aquel tipo en la pantalla. En todos esos secretos que, a buen seguro, el propio Burt no ignoraba.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades