Es deseo, sí. De esa clase de deseo incontrolable y un tanto primitivo que surge de lo más profundo de nuestras entrañas. Pero es, sobre todo, incluso sobre ese deseo incontrolable y un tanto primitivo, amor. De ese tipo de amor que nace del lugar más puro e inocente del interior de los seres humanos. Y que también, llegado el caso, araña, desgarra, provoca el aullido y la pena inmensa cuando la otra persona -por los motivos que sean- no está a nuestro lado. Ese amor que puede ser el primer amor o el amor más importante. Ese deseo que revolotea cuando se trata de uno de esos amores, el primero o el más importante (a veces, con suerte, pueden coincidir ambas opciones). Estoy hablando del deseo y del amor, cuando se convierten en palabras mayores, de los dos protagonistas de ‘Tierra de Dios’, la formidable, sensible y austera película de Francis Lee. Deseo y amor entre dos hombres, pero eso aquí no tiene más relevancia que la justa (ese apunte homófobo que sufre uno de los protagonistas en un momento determinado: ese apunte homófobo que se resiste a desaparecer por completo). El amor de una pureza que casi abrasa y desconcierta se va abriendo paso entre la rudeza de uno de los dos hombres y la delicadeza del otro, y también entre la tormenta de emociones que arrastran siempre los primeros descubrimientos, los primeros deseos, los primeros amores. O los más importantes, como apuntaba antes.

Los dos hombres enamorados son Josh O`Connor y Alec Secareanu (bien respaldados en unos personajes secundarios pero importantes por Ian Hart y Gemma Jones; ¡qué gloriosa esa escena en la que el personaje de Jones, hundiendo el rostro en una camisa recién planchada, se da cuenta de la homosexualidad de su nieto!). Y los dos realizan unas interpretaciones memorables. La manera en la que sus personalidades y sus miradas se van descubriendo y acoplando. El lenguaje de las miradas, de los sentidos, de los cuerpos (vestidos o desnudos). El modo en el que se desata el deseo, la furia sexual y, luego, muy pronto, el amor. El amor como fuerza motora de la existencia. El amor que, si se traiciona o se intenta resquebrajar por los motivos que sean, también puede llegar a doler. El amor, entre la rudeza y la delicadeza, entre hostilidades y vulnerabilidades, con mayúsculas.

Tierra de Dios’ está disponible en Filmin.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades