Creo que si hubiese que elegir un intérprete al que pudiésemos considerar como el equivalente masculino de Nuria Espert, ése sería Josep María Pou. La misma capacidad de transformación, de decir los textos, de meterse en la piel de los personajes. La misma escuela, en definitiva. Es cierto que Pou ha trabajado más en cine, en televisión y en radio (inolvidable aquel programa, La Calle 42, junto a Concha Barral, en RNE, profundizando con sabiduría en el teatro musical) que Espert, pero la esencia total de su interpretación está en el teatro. Ahí, desde las primeras butacas, a dos pasos escasos de sus respiraciones, puedes comprobar que en eso que están llevando a cabo ponen toda la energía, toda la fuerza de la que son capaces. Se entregan por completo, sin cortapisas ni medias tintas. Durante la representación, ellos ya no son ellos. Son los otros, esos personajes que escogen cuidadosamente: a los que dan vida desde el momento mismo en el que, durante los ensayos, empiezan a leer las primeras frases de las obras. ¡Es impresionante ver a Espert, cumplidos ya los ochenta años, desgarrarse de esa manera! Y estoy pensando ahora en La violación de Lucrecia. En ese monólogo al que le basta su presencia para interpretar a todos los personajes de una manera que va más allá de todo elogio. (Juntos, Pou y Espert, coincidieron en Barcelona (un mapa), uno de esos brillantes acercamientos a la soledad y la incomunicación de Ventura Pons).
También resulta imposible borrar de la memoria la actuación de Pou en La cabra o ¿quién es Sylvia?, de Edward Albee. Pou es Martin, un prestigioso arquitecto estadounidense que se enamora de una cabra y así se lo comunica a su mujer. El planteamiento de Albee es brutal. ¡Una cabra! Hay que hilar muy fino para que el texto no se venga abajo ni se vuelva algo totalmente ridículo o absurdo. El autor, traspasando todos los límites, lo consigue. Y sabe que tiene que contar con actores de primerísima fila para mantener las cotas que quiere alcanzar. El trabajo de Pou es tan inteligente, tan endemoniadamente embaucador que consigue los propósitos del dramaturgo: que logres llegar a comprender la situación de su personaje. Es sólo un ejemplo, quizá el más salvaje, de la impecable trayectoria de este actor. (Espert, por cierto, interpretó hace años a Martha, la protagonista de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, heroína por excelencia del teatro de Albee, en una adaptación firmada por Adolfo Marsillach, en la que también interpretaba a George, personaje que, a mi juicio, necesita a un actor más cercano a las características de Pou que a las del propio Marsillach).
El próximo 4 de marzo, a las 20,30 horas, Pou estará en el Centro Niemeyer con su última obra, Sócrates, Juicio y muerte de un ciudadano. Sin duda, otra oportunidad para disfrutar de su desbordante talento.
Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades