Hay mujeres que, aunque se lo propusiesen, jamás podrían pasar desapercibidas. Por su talento, por su inteligencia, por su belleza, por su clase, por su estilo. O por todo ello junto. También por su manera de ponerse un pañuelo o unas gafas, de sujetar un cigarrillo o una copa entre los dedos, o de leer un poema en voz alta. Gena Rowlands es una de esas mujeres y acaba de cumplir ochenta y siete años.

Cumplidos los ochenta y cinco, manteniendo intactas la lucidez y la elegancia, la Academia de Hollywood le entregó un Oscar Honorífico. ¿Llegó tarde? Por supuesto. Como tarde le llegó a Lauren Bacall y a tantas otras actrices irrepetibles. Por ‘A woman under the influence’, su primera nominación a los Oscar, ya se lo merecía. Y aún más, si cabe, por ‘Opening night’, por la que ni tan siquiera fue nominada (aunque se llevó el Oso de Plata de Berlín por su interpretación). Ya conocemos las injusticias de esos premios. De todos los premios. Creo que si se hiciera una lista con las cincuenta mejores interpretaciones femeninas de la historia del cine, la de Rowlands en ‘Opening night’ merecería un puesto destacado. Es imposible no emocionarse con esa interpretación en cada nueva revisión de la película (¿la mejor de John Cassavetes?). Seamos claros: Gena alcanza la genialidad. Insuperable en ese permanente estado entre la borrachera y ese enmarañado estado mental en el que se encuentra durante toda la película. Ah, la mirada. Esa mirada que bordea la desesperación, el vacío, la falta de comunicación, la incomprensión y la impotencia por el velocísimo paso del tiempo y sí, digámoslo abiertamente, esa frágil línea que separa la cordura de la locura. Estremece su fragilidad y cómo durante las más de dos horas que dura la película esa fragilidad no se desvanece en ningún momento. Esa fragilidad que, junto a las abundantes copas de alcohol, parece que la derrumbará de un momento a otro. Pero no: Gena y la actriz a la que da vida, Myrtle Gordon, se mantienen en pie. Ambas sobreviven y se llevan los aplausos.

¡Lo que nos hubiese gustado a más de uno asistir al rodaje de aquella película! Y más aún, después de escuchar las palabras que la propia actriz pronunció sobre aquellos años, los compartidos (en los rodajes y en la vida) con John Cassavetes, su marido: «Vivíamos para el cine. Fueron años intensos y apasionantes. Los mejores de mi vida».

Pero no fue en las películas de Cassavetes donde descubrí a mis diecisiete años a Gena, sino en una pequeña joya de Woody Allen, `Another woman´. Woody homenajeaba a su admirado Bergman, y Rowlands estaba soberbia. Por aquella época, la actriz hizo muchas películas para la televisión. Productos dignos donde las actrices que ya no encontraban buenos papeles en el cine se refugiaban. Como también lo hacían en el teatro. Por ejemplo, Bette Davis, con la que Rowlands compartió protagonismo en una de aquellas cintas televisivas, desarrolló la última parte de su admirable carrera en este medio. Alguien debería reeditar en deuvedé lo mejor de aquellos trabajos.

Cualquier noche de estas celebraremos el cumpleaños de Gena revisando alguna de sus películas y aplaudiremos de nuevo como la aplaudieron a ella, y a Myrtle Gordon, en aquella memorable noche de estreno.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades