La película comienza con un paisaje invernal, desolado, con los reflejos azulados que la luz va dejando en la nieve a determinadas horas del día. Sí, el paisaje puede ser una metáfora de la brutal radiografía que vamos a ver a continuación. Brutal radiografía sobre la pareja, sobre la incomunicación, sobre el egoísmo, sobre la soledad, sobre la maternidad, sobre la paternidad, sobre el individualismo, sobre lo más despiadado de los tiempos que corren. Ya no hay amor en esa pareja que está en trámites de separación, si es que alguna vez lo hubo. No hay respiro. No hay tregua. Hay una pareja -un hombre, una mujer- en constante pelea y discusión: voces, gritos, insultos, desprecio, ausencia total de respeto entre ambos. Hay un niño llorando. Siempre está llorando, apunta la madre ante unos desconocidos, sin rastro de piedad o compasión. Y un niño -ese mismo niño- que sólo tiene un amigo, que siempre está escondido en su habitación y que desaparece.

Andréi Zvyagintsev muestra en ‘Sin amor’ un mundo donde toda la gente está constantemente pendiente de sus teléfonos móviles (en las tiendas, en las casas, en el metro…: las caras hundidas en la pantalla), donde las mujeres huyen de las casas donde nacieron para refugiarse en otras casas donde tampoco son felices, donde a los hombres sólo les importa el trabajo y el dinero, donde los poderosos continúan abusando de los más débiles. Todo resultaría demasiado terrible (lo es, sin duda) si no fuese por la portentosa manera de Zvyagintsev de mostrarlo y de su poderoso enfoque poético. No hay respuestas. No hay equilibrio. Hay un vacío existencial y gente en constante huida, en feroz desacuerdo. Sólo la nieve -copos de nieve que caen antes de formar consistentes montículos de hielo que conforman un paisaje que podría recordar a un desierto que se mantuviese siempre a cero grados- puede aliviar un poco tanta desazón, tanto voltaje. La nieve y el sexo. El sexo es para los protagonistas una de las pocas maneras de escaparse de la quema, de lo sucio, de lo podrido.

Brillante como el resto de su filmografía. Áspera dentro de su poética. Contundente como un tremendo puñetazo. Y estremecedora como un corazón helado. Uno de esos corazones (¿quién conoce los motivos?) que son incapaces de dar ni recibir amor.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades