Miro una fotografía de Robert Mapplethorpe. No podría asegurarlo, pero me imagino que en esa fotografía ya estaba enfermo. Refleja cierto cansancio, cierta tristeza, cierto abatimiento. Esos ojos claros y melancólicos. Los ojos de Robert Mapplethorpe, el fotógrafo que murió a causa del sida a los 42 años y que escandalizó a buena parte de la sociedad con sus magníficas fotografías de desnudos masculinos -los sexos prominentes por bandera- y de flores. Fuera los armarios que quieren ocultar la verdadera naturaleza de las cosas. Lo evidente y lo metafórico. Ahí siguen, después de esos ojos que observo, algunas de esas flores y de esos penes de generoso tamaño (de hombres negros en su mayoría).
Las fotografías de Mapplethorpe son, pese a las posturas intransigentes de algunos, mucho más poéticas que eróticas. Muestran, de una manera desafiante y rotunda, la postura de un hombre homosexual que quiere mostrarnos con orgullo el objeto de su deseo. Los hombres desnudos, sus penes exhibiéndose con absoluto descaro -nunca exento de poesía, repito-, desafiando a la cámara y al resto del mundo.
Pienso en la biografía de Patti Smith, «Éramos unos niños», que puede considerarse, a su vez, la del propio Mapplethorpe. En ella cuenta cómo se conocieron, cómo congeniaron desde ese primer instante, cómo empezaron a dedicarse al arte y a depender uno del otro. No tenían un duro, estaban obligados a realizar trabajos alimenticios, mal pagados, que les consumían muchas horas al día. Si compraban los lápices necesarios para dibujar (los dos empezaron dibujando), tenían que prescindir de una de las comidas de la jornada. No importaba. Estaban llenos de ilusión, de creatividad, de entusiasmo por la vida y por el arte. Ah, el arte y el hambre. ¡Cuántos ensayos se podrían escribir sobre eso! Sus vidas se juntan y se separan, pero esa unión poderosísima que hay entre ellos jamás desaparece.
Lo que viene después, es bien conocido, pero no conviene olvidar esos duros comienzos. Patti y Robert caminando por las calles de aquel Nueva York de principios de los años setenta, buscándose la vida, observándolo todo con los ojos fascinados de quienes aún tienen pocos años y están alerta. La vida por delante. Los temores de ella cuando él se adentraba en los rincones más sórdidos de la ciudad. El proceso de aprendizaje, de conocimiento, de búsqueda. Los miedos y las contradicciones. «Nueva York es una urbe auténtica, furtiva y sexual», escribe Patti. Y él, Robert, no estaba dispuesto a mirar hacia otro lado. Todo eso estará después ahí, en sus fotografías. Lo evidente y lo metafórico. El lado oscuro también puede volverse luminoso. Sólo depende de la mirada que lo refleja y de la mirada que lo observa.
«¿Adónde conduce todo? ¿En qué nos convertiremos?». Esas eran las preguntas de aquellos dos jóvenes que pasaban hambre, que escuchaban a los Doors (una y otra vez el mismo disco, el que tenían) y que leían obsesivamente a Genet y a Rimbaud. Las preguntas que todos nos hacemos. El comienzo del viaje. El tiempo, como siempre, se encargó de revelar las respuestas.
(Hasta el 23 de octubre, en el MoMA Bronx de Nueva York, dentro de la exposición Art AIDS America -dedicada al impacto del sida en el arte-, se podrán ver obras de Robert Mapplethorpe, entre otros artistas).
Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades