A Marisa Paredes le acaban de conceder el Goya de Honor. Un premio más que merecido por una larga y fructífera trayectoria en cine, teatro y televisión. Cuando Glenn Close, cumplidos ya los cuarenta, protagonizó magistralmente ‘Las amistades peligrosas’, de Stephen Frears, algunas personas se preguntaban dónde había estado metida aquella impresionante actriz. Close (que el año anterior había protagonizado ‘Atracción fatal’) había estado metida en el teatro y haciendo los papeles (en cine) que, según sus propias palabras, Meryl Streep rechazaba. A día de hoy, tras un montón de nominaciones, aún no le han dado el Oscar. Esas cosas de los premios y sus (incontables) injusticias. A Marisa le sucedió algo similar tras protagonizar ‘Tacones lejanos’, la película de Almodóvar, en un mano a mano antológico con Victoria Abril, que la dio a conocer mundialmente. Antes, como Close, Marisa, aunque había hecho algunas películas (incluso con el propio Almodóvar: recordemos ‘Entre tinieblas’), y numeroso teatro y televisión. Su madre, portera de profesión, fue su primera cómplice en aquello de convertirse en actriz.
Cualquier persona con buen ojo, hubiese adivinado que detrás de aquella diva de la canción que protagonizaba ‘Tacones lejanos’, había una actriz todoterreno que estaba pidiendo a gritos un papel como el que Almodóvar le ofreció. A partir de ahí, llegarían buenas oportunidades, dentro y fuera de nuestro país. Repitió con Almodóvar varias veces (‘Todo sobre mi madre’, ‘La piel que habito’), y con él logró una de sus interpretaciones más memorables, la dolorida mujer de ‘La flor de mi secreto’. Cada silencio, cada mirada y cada tono de voz de Paredes en esa película debería ser estudiada en cualquier escuela de cine. Su interpretación está a la altura de la de Gena Rowlands en ‘Opening night’. Y decir esto es decir mucho. Es decir lo grande que es Marisa Paredes. «Excepto beber, qué difícil me resulta todo», decía en un momento dado de la historia. Frase que bien hubiese podido pronunciar Rowlands en la película de Cassavetes.
Hace un par de años, en otro de esos tándems difíciles de olvidar, pudimos verla en teatro con la añorada Terele Pávez, en ‘El cojo de Inishmaan’. Qué sutileza y qué dignidad le otorgaba a aquella mujer alejada de todo divismo. Una mujer aferrada a la tierra, como así también la habíamos visto en la serie de televisión ‘El Olivar de Atocha’, junto a Enriqueta Carballeira y el también añorado Nacho Martínez.
Después de varias nominaciones frustradas, le llegará este Goya en la próxima edición de los premios. Antes, este mismo sábado, recogerá la Espiga de Honor de la Seminci.
Elegante, distinguida, misteriosa, distante, cercana, rica, pobre, dolorida, sonriente, divina, terrenal. Única. Marisa puede hacer lo que quiera y siempre resultará creíble.
La justicia, esta vez, se ha comportado.
Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades