FOTO: Xenie Zasetskaya

A veces, aquí o allí, a cualquier hora de la mañana o de la tarde, las veo. Son mujeres solas, de mediana edad, que van cargadas con bolsas de la compra, que esperan en la parada del autobús, que toman un café o una copa de vino en una terraza, que comen un bollo dulce que les levanta el ánimo, que fuman apresuradamente un par de cigarrillos un poco apartadas de la gente que pasa a su aire. En ocasiones, sus rostros reflejan un cansancio que va más allá de lo físico. En otras, sus rostros denotan esa serenidad que se adquiere con la edad y que huye de cualquier tipo de derrota, aunque en sus vidas ellas, las derrotas, ocupen un espacio más amplio de lo deseado. Me he acordado de esas mujeres leyendo la tercera novela de Txani Rodríguez (Llodio, 1977), ‘Los últimos románticos’, que acaba de publicar Seix Barral.

Su protagonista, Irune, es una de esas mujeres. Su círculo es pequeño. De casa a la fábrica de papel en la que trabaja. Sus relaciones -no siempre cordiales- con el vecindario y con los compañeros, las extrañas llamadas a un operador de Renfe para ahuyentar la soledad, la incertidumbre ante unas pruebas médicas, el recuerdo constante de unos padres que ya no están, el posicionamiento ante los conflictos… El tiempo en el que todo es real y el tiempo en el que las cosas negativas eran algo ajeno a ella. La juventud y el paso de los años, cada vez más veloz y atosigante. Los círculos que se van cerrando, que se van haciendo más pequeños sin que se conozcan muy bien las razones, los motivos, los significados. El destino que a ratos parece ya escrito. El destino que a ratos también arrastra. O que transcurre a su manera, sin más. Los sinsabores. Las incógnitas. Y el mundo, alrededor, en evidente decadencia. Esas nubes que pasan, escribió Cela. Y este planeta que transcurre paralelo a ellas, a esas nubes que pasan, sin buscar ya el significado de sus formas o sus siluetas. Que va a su aire, que gira y gira, que no deja de dar vueltas, que puede resultar en ocasiones tan frío, tan ajeno, tan inhóspito, tan desangelado. Los miedos en el estómago. Las ensoñaciones. El desamparo. Otra mujer bajo la influencia.

Txani Rodríguez ha escrito una novela honda, profunda, sin caer en ningún momento en un tono melodramático pese a la historia que se narra, donde las palabras están muy medidas, la sutileza es un acierto destacado, y los matices y los detalles aparentemente insignificantes adquieren gran relevancia. Todo ello sirve para conocer los estados de ánimo, los temores, los planteamientos vitales y las fantasías de una mujer, Irune, que, a medida que transcurre la historia, aun a pesar de las adversidades, va descubriendo que no todo está perdido. Y eso, al fin, como si de una importante catarsis se tratara, puede que sea lo mejor de todo.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades