“Miedo a la muerte”, Raymond Carver
Desde lo alto,
no somos más que
ridículas miniaturas,
puntos que se pierden
en un mosaico infinito.
Aquí, sobre la tierra,
nos distinguen por números.
Recoja su número y espere.
Y eso hacemos, obedientemente:
Recogemos el número y esperamos.
Cuando en la pantalla aparezca
el número indicado,
pueden acercarse a la entrada
del quirófano.
Horas de espera en
una sala helada como
un tanatorio.
La angustia y la incertidumbre.
Pueden decir:
Todo ha salido bien.
O también:
No ha superado la operación,
su corazón es delicado.
Quieres pensar en otras cosas,
pero sólo te centras en esas dos.
Quieres fumar, gritar,
beber una botella de ginebra,
golpear el suelo con los zapatos,
el aire con los puños,
el mundo con tu insignificancia,
pero no puedes hacer nada de eso.
El corazón te muerde, esta vez.
Cada minuto que pasa,
sientes el intenso frío de la sala
devorando tus huesos.
Sale el número asignado en la pantalla.
Corres hacia la puerta del quirófano.
La doctora, nerviosa, señala la primera opción:
Todo ha salido bien.
Tranquilícense, añade.
Y de repente,
te vuelves un niño mudo
que sólo quiere agarrar la mano de su madre,
aún adormilada.
Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades