Estamos en 1982, en California. Uno de esos jóvenes matrimonios que pueden aparecen en la narrativa americana -de Alice Munro a Raymond Carver, de Richard Yates a Bobbie Ann Mason- están formando una familia (dos hijos y una hija) y atravesando un importante bache económico. Entonces, Karen y Barry Mason, deciden hacerse cargo de una librería que se había establecido en 1960, ‘Books Circus’, cambiándole ligeramente el nombre: ‘Circus of Books’. En ella, venden libros, revistas y películas porno y también todo tipo de artilugios sexuales dirigidos al público gay. Entre las estanterías, los compradores se conocen y en la parte de atrás del local, en la calle, el conocimiento, llegado el caso, puede transformarse en sexo furtivo cuando cae la noche. Ella es una mujer de profundas creencias religiosas, que él, su marido, no comparte. Pese a todo, esas diferencias no les separan. Son un matrimonio unido. Deciden no comentarle a las personas relacionadas con el círculo de sus hijos que trabajan en una librería donde la pornografía gay, incluso en su vertiente más dura, es la protagonista. Temen que sus hijos puedan ser marginados por ello. Los niños tampoco saben nada, aunque ellos, Karen y Barry Mason, viven su trabajo con absoluta normalidad.  Venden porno gay como si vendiesen fruta, llegará a decir después uno de sus empleados. La cosa va bien. Abren una sucursal de la librería, se hacen distribuidores de las publicaciones de Larry Flynt y se codean con estrellas del porno gay como el mítico Jeff Stryker.  Son los tiempos dorados del negocio.

Pero pronto comenzará a tambalearse todo. La política ultraconservadora de Reagan, el fanatismo religioso y la plaga del sida (muerte tras muerte, sin demasiadas explicaciones al principio, cada día) contribuyen a ello. Y, algo más tarde, el acceso gratuito a todo ese tipo de material a través de Internet.

Han pasado treinta años desde aquel inicial 1982 y la hija de Karen y Barry Mason, Rachel, cuando la librería está a punto de cerrar, comienza a grabar un documental (que puede verse ahora en Netflix) sobre todo ello. La historia de sus padres. Y en consecuencia, la suya y la de sus hermanos. No cae en sentimentalismos ni se regodea en el morbo que la situación podía propiciar. Simplemente, refleja la vida de sus padres, su trabajo, sus posicionamientos vitales, su relación con el mundo exterior. Y en ese contraste, el de la familia normal americana y el trabajo que desempeñaron a lo largo de media vida, está lo mejor, lo más curioso de esta historia. También hay que resaltar el cambio que se ha producido en la sociedad en esos años. Puede que, pese a todo, aquellos años 80 con esa inevitable inocencia con la que se contempla ahora todo ese periodo fueran, en muchos aspectos, más tolerantes que los tiempos actuales. Aquella explosión de cuerpos hambrientos de otros cuerpos, aquellas ansias por dejar atrás armarios y otros escondites y tantos secretos, aquellas ganas de libertad. Aquella especie de huida hacia delante.

Hace algunos años, caminando por las calles de San Francisco, observando los rostros arrugados de los que consiguieron salir indemnes de aquella enfermedad (sus luchas, sus reivindicaciones, su cansancio), tuve las mismas sensaciones -encabezadas por esas ganas de libertad, por esas ganas de dejar atrás tanto oscurantismo- que la otra noche, cuando vi este interesante documental que, aunque no la desvelaré, también tiene una curiosa sorpresa que demuestra lo paradójica que suele ser la vida. Por esa curiosa sorpresa y las reacciones que genera en los miembros de la familia Mason, en especial en la madre, también merece la pena visionar este trabajo.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades