Que también supo ser una morena intensa, Jennifer Jason Leigh. O más que eso: intensísima. Ni más ni menos que Dorothy Parker. Aunque ella, Dorothy, quisiera ocultar tanta intensidad bajo grandes dosis de alcohol, sarcasmo, salvaje ironía y relativa ternura. Dorothy no fue una mujer feliz, aunque supo exprimir la vida con la misma furia con la que escribía o se bebía sus Martinis. Y Jennifer Jason Leigh supo imprimirle todo eso a un personaje del que se adueñó por completo, cambiando a la rubia intensa por la morena más intensa aún. ¡Cómo sonaba la voz arrastrada de Jennifer dando vida a la escritora! «La señora Parker y el círculo vicioso», de Alan Rudolph, año 94. Jennifer ya había sido una rubia intensa antes y volvería a serlo después en algunas películas donde su personaje era más interesante que el resto de la historia. Hasta perderse, no se sabe muy bien cómo, en producciones de dudosa calidad que no estaban a la altura de su talento ni de las expectativas iniciales. Series Z dirigidas por pretenciosos imitadores de Cronenberg.

Así es el mundo del cine. El mundo, en general. Una cuestión de suerte. De saber elegir, de saber rechazar, de estar en el sitio adecuado en el momento justo, quién sabe. El caso es que, salvo por alguna historia aislada, perdimos a Jennifer en personajes que querían exprimir en exceso ese lado oscuro (que siempre hay que saber controlar para que no se convierta en caricatura o arma arrojadiza contra uno mismo) que fue marca de la casa desde el principio. Y aquí, volviendo a sus principios, resulta inevitable recordar su personaje en «Última salida para Brooklyn», aquella rubia intensa y desgarrada perdida en lo más sórdido de la ciénaga, como una muñeca deshecha antes de tiempo o una Marilyn de mercadillo sin rumbo ni flashes. Un más que prometedor arranque. Se llevó unos cuantos premios.

Entre el rubio y el moreno, la película independiente y la serie Z, lo que fue y lo que pudo haber sido, llegó Tarantino con un personaje a su medida. Estaba bastante claro que algún día llegarían a encontrarse. Como sabíamos que Kathleen Turner se encontraría tarde o temprano con John Waters. Confiemos en que se repita la historia. Y si en esa nueva historia de Quentin vuelve a estar Pam Grier, aplaudiremos doblemente. Y eso por no mencionar a la Turner.

Algunas veces, cuando escucho a Leonard Cohen cantar su «Chelsea Hotel», imagino así a Jennifer: tumbada en una cama de aquel mítico hotel (las sábanas revueltas, el espesor del tabaco, la tarde a la deriva), como un ser un poco huraño y un poco herido, como otro pájaro en el cable, y que me disculpe Janis Joplin.

Ovidio Parades es escritor
@ovidioparades