A la mujer
que
se cruzó
conmigo
le
asomaban
un par
de
lágrimas
por
los ojos.
Unos
segundos
antes
Richard
Ford
le había
firmado
un libro.
Contra
la
emotividad,
contra
su abuso,
conviene
mantenerse
en guardia.
El
melodrama
es
un género
comunitario,
un disgusto
edulcorado
por
la atención
del
público.
Un
reclamo
de
la justicia
universal
sea
como
sea
esta
última.
Pero
aquella
mujer
lloraba
cuando
se
cruzó
conmigo.
No era
un llanto.
Era una
alegría
discreta
cargada
de emoción.
Seguro
que
un golpe
de
memoria
y
corporeidad.
La coincidencia
de ambas
circunstancias
es
como
una bola
extra,
una prórroga
que se
concede
sin que
nadie
la haya
solicitado.
Aquella
mujer
lloraba
con
la misma
mansedumbre
que
las primeras
lluvias
sobre
la tierra.
Con
su libro
en
la mano
convocaba
la gratitud
implícita
en todo
aquél
que,
en más
de
una ocasión,
sólo tuvo
la promesa
de
una buena
historia
que
llevarse
a
la boca.
Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona