El cuatro de junio de 1937, en el Carnegie Hall de Nueva York, un joven escritor de origen hispano aplaudía con entusiasmo la intervención de Hemingway en el Segundo Congreso de la Liga de Escritores Americanos. Ese joven escritor se llamaba Prudencio de Pereda, había nacido en Nueva York en 1912. Hijo de emigrantes españoles, abrazó la causa republicana al estallar la guerra civil y participó junto al autor de Por quién doblan las campanas en los documentales Spain in flames y The Spanish Earth.
Los lectores asturianos hemos conocido su existencia gracias al novelista Jorge Ordaz, que habló sobre él en un artículo para la revista Clarín. El olfato y el buen criterio de los editores de Hoja de Lata han hecho el resto. Gracias a tal confluencia podemos leer por primera vez en español Molinos de viento en Brooklyn, una novela autobiográfica que se desarrolla en la comunidad española del conocido barrio a principios del siglo pasado. Con estilo sencillo y un tanto costumbrista, Pereda nos narra el despertar del narrador y protagonista, criado en una familia de «teverianos» (nombre que se daba a quienes se ganaban la vida con la venta y trapicheo de puros habanos), su relación con el entorno más cercano y el nacimiento de una afición a la literatura que acabará convirtiéndose en vocación y oficio.
Molinos de viento en Brooklyn se articula en una serie de escenas organizadas por capítulos que, en más de una ocasión, se muestran como epifanías o ritos de paso de la niñez y adolescencia hacia la vida adulta. Se puede leer la novela como un relato iniciático y también, en su calidad de documento, como un fresco sobre la vida de la comunidad emigrante en Estados Unidos. Sea cual sea el polo de interés escogido para acercarse al libro, satisfará nuestra curiosidad; estableciendo además complicidades con la pequeña nómina de personajes que transitan por él. En alguno de ellos se condensa una herencia que alcanza incluso a la literatura escrita al otro lado del Atlántico pero deudora de la tradición más española: quijotismo, picaresca y esperpento. Alrededor de estos ejes giran figuras claves como el abuelo del narrador o Agapito, uno de los miembros más ambiciosos de la comunidad.
Para la valoración en su época de la obra de Prudencio de Pereda no resultó beneficiosa su coincidencia con gigantes como Hemingway o Dos Passos. A pesar de ello, sus relatos fueron recogidos al lado de nombres como Eudora Welty o John Cheever. En una nota biográfica, Pereda confiesa: «deseo escribir sobre la gente humilde, sin importancia, personas que nunca tienen suerte y están tranquilas y pasan por un infierno solos, incluso si viven en una gran ciudad. Personas que tienen sueños; sus sueños nunca se cumplen y luego mueren». Deseo que hubiese firmado, qué duda cabe, otro de sus ilustres contemporáneos como John Steinbeck.
La traducción de Ignacio Gómez Calvo ha devuelto Molinos de viento en Brooklyn a la lengua materna de Pereda. El próximo jueves, 11 de febrero a las 7 de la tarde, será presentada por Jorge Ordaz y Daniel Álvarez Prendes, su editor, en el Salón de actos de la Biblioteca de Asturias, en un acto organizado por la Asociación de amigos de la Biblioteca.
Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona