Siempre seré
un imitador.
Cuando
escribí
«Historias
somalíes»
tenía
golpeándome
en la cabeza
una y
otra vez
«Crónicas
de
motel»
de
Sam
Shepard.
Hay libros
en los
que vives:
no es
una exageración
ni
una metáfora.
Se publicaron
las «Historias»
y
obviamente
aquello
no era
ni
un pálido
reflejo
de lo que
me
golpeaba
en
la cabeza.
A
los escritores
que más
te dan
uno nunca
se parece:
es una
de esas
pequeñas
leyes
que salvan
siempre
a
la literatura.
Muchos
años
después
de leer
el libro
de Shepard,
un conocido
me dijo
que había
dejado
de
vestirme
como un
escritor
europeo
para
vestirme
como
un escritor
norteamericano.
Me encogí
de hombros
y sonreí:
ni siquiera
estaba
de acuerdo,
simplemente
no  le entendía.
Salvo que
quisiera
decir
que había
cambiado
la pretenciosidad
por
la comodidad.
Todos
los días
hay que
hacer
la cama,
salir a por
el pan.
Hacer,
en definitiva,
lo que a
cada uno
le
corresponde.
Si hay
suerte
ir
a recoger
un libro
a
la oficina
de
correos.
Comprobar
que los
propios
siguen
en pie
y
que los
ajenos
aún caminan
a tu paso.
Todos
los días,
lo previo
a
lo deseable,
a
lo imposible,
a
la periferia
del
núcleo.
¿Verdad,
Sam?

Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona