EN invierno, el aire impregnado de salitre tiene un sesgo inequívocamente victoriano.
La dignidad con que envejecen las hortensias.
El rubor del lenguaje, la estridente conversación entre miradas.
Si sucediera un crimen tendría el reconfortante crujido de las hojas secas.
A veces salen a tu encuentro respuestas que no precisabas y son, qué duda cabe, las más contundentes de todas.
El viajero siempre viaja a causa del hambre. La curiosidad, el afán de conocimiento… Pura ostentación.
RECUERDO aquel niño de físico rácano que deambulaba por el pueblo al rebufo de dos hermanos. Había zonas prohibidas que refulgían por la noche con más fuerza. Y el miedo, el entremés inevitable que precede al relato, es decir, a la memoria, es decir, a la posteridad.
SUPERADO el periodo de lactancia, Kafka escribe por nosotros aquello que no nos atrevemos a pensar.
CASI todos los personajes atraviesan la trama con un cardado fuera de lugar. Ahuecar el volumen del pelo, dejar que a sus pies corra el aire es demasiado explícito. Así que comprendo y compadezco (no a partes iguales) a quien se le resiste el papel recortado emulando un fluido; el confeti lanzado para imitar el aliento.
ESTÁN de acuerdo para construir una fragilidad a mi medida. De acuerdo para extender la mano y susurrar: «pajarito».
EDIPO tiene la piel tan blanca que teme la llegada locuaz de la primavera. Se imagina viviendo en una ciudad subterránea a la que de vez en cuando acuden sopranos de generoso escote.
SUBIMOS de enjundia la conversación. Miramos condescendientes a la camarera que limpia las mesas de la terraza; al jardinero que repone magnolias en las macetas municipales. Miramos. Nos compadecemos de nosotros mismos.
ÉRAMOS tres cuando vimos «Jules et Jim» por primera vez. Ajenos a que todo tiempo ido es materia de testamento y de reproche.
Robert Walser (1878 / 1956), escritor suizo. Autor, entre otras obras, de «Jakob Von Gunten», «Los hermanos Tanner» y «El paseo».
Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona