Llega el escritor Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) a Oviedo el próximo viernes para presentar su nuevo libro «Estrómboli» (Editorial Impedimenta) en la librería Cervantes y tener al día siguiente, sábado, en la misma librería un encuentro con las participantes de su club de lectura. Pasa el asturiano, y con toda justicia, por ser uno de los mejores y más sugerentes cuentistas de este país. Leer al autor de «Shakespeare y la ballena blanca» supone tomar de primera mano la temperatura de un género como el cuento que, según la opinión de colegas como Eloy Tizón, vive momentos de cambio. Su hasta ahora intacto canon parece que empieza a revisarse y cuestionarse. Clama Tizón por un relato más desabrochado, menos esférico, menos perfeccionista y cerrado como manifestaba en una columna titulada «Postcuento» que trajo mucha cola. Los debates teóricos son importantes pero su validez la resolverá el paso del tiempo. Mientras tanto, los cuentos se suceden en cantidad y calidad suficientes como para disputar a la novela el trono de género más leído. Lástima que no sea así.

La obra de Jon Bilbao refuerza la buena salud de la escritura en distancias cortas. Su reciente libro («Estrómboli») es coherente con lo que han sido su poética y su estilo hasta ahora. Disfruta el asturiano manipulando recursos propios del terror y del thriller. En sus cuentos casi siempre hay una zona incontrolable y enigmática que se alimenta de la inquietud y la desazón. Para Bilbao las apariencias casi siempre engañan. Buscador de esas pequeñas anomalías que enladrillan la normalidad de la vida cotidiana. Se sirve de «octavos pasajeros», de elementos desafinantes para provocar la narración y poner en jaque relaciones afectivas y familiares. Detalles que distorsionan. Objetos y seres fuera de su contexto. Como él mismo afirma: «la inquietud no reside en el objeto sino en la mirada. Si residiera en el objeto, sería muy fácil anular la inquietud porque no tienes más que quitar el objeto, pero si la inquietud reside en la mirada, si retiras el objeto, la mirada va a buscar algo más que llenar de significado, y ese algo puede ser ridículo y cotidiano. Y precisamente ese contraste entre cotidianidad  y un efecto desmesurado genera unas reacciones que incluso sorprenden a sus personajes».

Mantiene Ricardo Piglia la tesis de que un cuento siempre cuenta dos historias, es un relato que encierra un relato secreto. Y Kafka, según el argentino, narra la historia que se ve a simple vista tan sigilosamente que se convierte en algo enigmático y oscuro. Ocurre continuamente en «Estrómboli»: con una pareja que vive en Reno, con dos amigos aficionados a buscar oro, con un hombre que rompe con todo y se larga a San Francisco…

En la inversión de papeles radica el atractivo: que lo cotidiano parezca extraño y lo extraño parezca habitual.

Cortázar decía que le interesaban las historias fantásticas del día a día, lo extraordinario ordinario. Esa es la ascendencia de Jon Bilbao. No se lo pierdan. Estará por aquí este fin de semana.

Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona