Le preguntaron en una ocasión a Moisés Mori por los géneros literarios y respondió que están muy bien donde están: en todos y en ningún sitio a la vez. ¿Por qué hacerse responsable de un invento de los lectores? ¿Para qué preocuparse de mutaciones o destilaciones cuando el lenguaje, en el fondo y cada vez más en la superficie, sólo se tiene a sí mismo?
Sería demasiado fácil, ¿demasiado genérico?, deducir que Mori lleva años escribiendo su biblioteca personal a la manera de Borges. Cada libro nuevo, y he acabado hace nada, como quien dice, su «No te conozcas a ti mismo (Nerval, Schwob, Roussel)» (KRK ediciones) es una cita a ciegas, una investigación en curso cuyo objetivo varía, fluctúa al compás de humores e incertidumbres. La obra del autor asturiano funciona como si fuera un «remake» de «La vida privada de Sherlock Holmes» dividida en capítulos. ¿Quién escribe de quién? ¿Quién investiga a quién? No te conozcas a ti mismo.
Acostumbra Mori a verse con distintos escritores, a reducir al absurdo las categorías espacio y tiempo para mirarles a la cara y preguntar: «¿qué hay de lo mío?»
Categoriza Constantino Bértolo al lector que personaliza hasta el extremo sus lecturas etiquetándolo de lector adolescente. Pero, pudor y magia de las etimologías, ¿qué lector no adolece? Nunca sabremos realmente (o tal vez lo sabemos de sobra) qué consiguió el autor de «Estampas rusas» de los escritores convocados: ¿De Turgueniev una escopeta de caza? ¿de Kadaré una canción de Edith Piaff? ¿de Annie Ernaux un tebeo de Tintín?
El proceso, a ojos del lector, es alquímico y simultáneo (tal vez uno de los efectos Mori). Uno imagina a la lectura cediendo el turno (la palabra) a la escritura y viceversa. ¿En quién establezco mis prioridades? ¿En Holmes, en Watson, en Wilder? En «No te conozcas a ti mismo», Mori se acerca a tres neones fugaces de la rutilante Francia del XIX y el XX: Gérard de Nerval, Marcel Schwob y Raymond Roussel. El lector podría entretenerse buscando denominadores en común pero perdería el tiempo o desplazaría el objetivo de su lectura hacia cuestiones menos relevantes. Tomando como referencia el «Viaje a Oriente» de Nerval, «No te conozcas a ti mismo» también podría plantearse como un viaje a Oriente, ese Oriente salpicado de tópicos y de la mirada mitificadora del occidental. Nerval, Schwob y Roussel son escritores que admiten mejor el travelling y la transversalidad como opción de la mirada que la observación filológica o el vicio académico. Tres neones fugaces que iluminan el paso meditado y letrado de Moisés Mori y que cambian en el momento en que se atisba algo similar a una pauta.
Jugando con los títulos anteriores del autor de Cangas de Onís, «No te conozcas a ti mismo» se escinde y a la vez se enriquece con voces («Voces de Albania»), nombres («El nombre es lento»), estampas («Estampas rusas») y escenas («Escenas de la vida de Annie Ernaux»).
Voz, nombre, estampa, escena: Gérard, Marcel, Raymond, ¿Gautier,Théophile?
Voz, nombre, estampa, escena: Gérard, Marcel, Raymond, ¿Rossi, Alejandro?
Voz, nombre, estampa, escena: Gérard, Marcel, Raymond, ¿Desnos, Robert?
Sea como sea, intriga del libro que se convierte en premonición: ¿Nerval refiriéndose a Mori? «Yo soy de esos escritores cuya vida se une íntimamente a las obras».
¿Mori hablando de todos nosotros? «Nuestro fuego es nuestro, pero no nos pertenece».
Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona