En Oviedo hay talleres de luthiers pero, que se sepa, no existen colmados donde se vendan unos gramos de scat. El scat altera los factores, el producto y los sentidos. El scat es el derecho que tiene el lenguaje a ejercer su irresponsabilidad. Cova Villegas, ovetense y cantante de jazz, deconstruye el lenguaje y nos pone en un brete: ¿la garganta es de cuerda o de metal? Por el claustro del edificio histórico de la Universidad de Oviedo pasó el 16 de julio el jazz como si fuera un principio de la Institución Libre de Enseñanza. Leer siempre es releer. Tocar siempre es retocar. El jazz es un género de relectores porque los standards, los covers son carne de ese centauro que nunca acaba de escribir; que nunca acaba de leer.

Por el idioma propio que modula el Quinteto Cova Villegas pasa un repertorio añejo pero fresco. «El cordón de mi corpiño» más brasilero, o una versión de «Los piconeros» más oceánica.

Yo vengo de lejos escuchando y disfrutando del Quinteto que es como decir que yo vengo de lejos teniendo salvación. Para «free space», su último álbum, conocí una nueva base rítmica cuyo fondo no se alcanza a consumir: Diego Gutiérrez a la batería, Jorge Frías al contrabajo.

Al saxo, desde la entraña espiral de Breton y Coltrane, Ildefonso Rodríguez: escondido y visible. Expectante y audaz. Y a la guitarra, esa caja melódica no tan habitual en las bandas de jazz, Cy Williams, cuya dicción con las seis cuerdas es un afluente diáfano de varias corrientes que mulle y dilata lo más obvio de la tradición.

Los cuatro armonizan y se ofrecen a la brillantez vocal de la solista: una intérprete con un deje muy ibérico.

A Lady Day: la sagrada Billie Holiday, no le gustaban los aplausos y la algarabía si interpretaba «Strange fruit». Cuando Lewis Allen compuso su poema, la música se veía a sí misma más allá de sus circunstancias. En el ecuador del concierto, el Quinteto Cova Villegas toca, recita y canta «Strange fruit». Jorge Frías aplica el arco sobre su contrabajo para recordarnos que, en efecto, la algarabía es a veces una invitada inoportuna.

Bienvenido sea el jazzbandismo que proclamó Gómez de la Serna. Bienvenida y bienhallada la resistencia y la perseverancia del jazz. En un país donde tocar y jazzear apenas da para respirar. Para quien jazzea: Cova, Ildefonso, Cy, Jorge y Diego las palabras albaricoque del Rey de la Greguería: «Todo desplante de la vida moderna, con su particular meningitis bien soportada, tiene entrada en el jazz, y el veraniego atorrante, con su sombrero de paja sobre la nariz y su puro de brea de La Habana en la boca, puede hacer una equis de cake-walk, y el que ha perdido en el juego puede dar el aullido del arruinado, y el turista que no sabe adónde va puede lanzar el bostezo definitivo de su indecisión, y las almas de los suicidas pueden agarrarse a las cuerdas del banjo y lanzar un suspirillo desacordado.

Por el jazzband se rompe la hipocresía social, y el hombre importante y enlevitado que está deseando dar el grito  intempestivo del magistrado loco tiene consignado su grito en el conjunto».

Suerte de quien tuvo ocasión de acudir al concierto. Y quien no, puede conseguir el álbum «free space» editado por Clamshell records.

Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona