Escribió un diario para combatir el miedo y la desolación. Para no volverse loco. Escribió los artículos para su periódico para tratar de explicarse y explicar lo que veía. Así se justifica el periodista Alfonso Armada (Vigo, 1958) en las páginas finales de su libro «Sarajevo. Diarios de la guerra de Bosnia» (Malpaso ediciones). Veintitrés años después de la guerra y del cerco a Sarajevo, Armada decide publicar los diarios que mantuvo durante su estancia allí como corresponsal. Acompañando a los diarios, las crónicas que por entonces enviaba a «El País», periódico para el que trabajaba. El libro se completa con su visión de los acuerdos de paz de Dayton y el relato de su regreso a Sarajevo veinte años después, acompañado por el fotógrafo Gervasio Sánchez , compañero en el noventa y dos y autor de las fotos que lo ilustran.

Qué incisiva escritora es la perspectiva del tiempo. Leer «Sarajevo» tanto tiempo después enseña y educa sobre lo que ocurrió en aquel momento y sobre lo que ocurre ahora: Europa subcontratando a Turquía para que se encargue de los refugiados sirios. La lista de torpezas cometidas por el viejo continente es de escándalo.

El miércoles veintiuno de julio de 1993, el periodista Armada mantiene una conversación  para su periódico con Susan Sontag. El titular es una frase de la escritora norteamericana: «El siglo XXI comienza con el sitio de Sarajevo». Durante la charla, la autora de «Contra la interpretación» desgrana afirmaciones cuya lucidez alcanza hasta el presente: «Creo que la historia nos enseña continuamente; lo que pasa es que la gente no quiere escuchar. No hay ninguna duda de que en dos o tres años como máximo toda la visión oficial sobre lo ocurrido aquí será que los países occidentales han cometido un gran error, que están todavía cometiendo».

Leer «Sarajevo» es una catarsis y se siente una vergüenza fría, rezagada y por lo tanto más dañina. En 1992 España era una fiesta, ¿cómo iba a arruinarnos la crueldad serbia las medallas olímpicas y el sabor especial de una Sevilla en plena Expo?

La crónica es un compromiso que se vuelve imprescindible. El diario, una decisión libre que se transforma en necesaria. Armada, en su diario, muestra la trastienda del periodista que pone sus sentidos en las personas y en los acontecimientos. El reportero nunca es protagonista. La información no requiere de un sesgo personal pero conocer dicho sesgo a partir de las notas privadas y del tono que tiñe los textos periodísticos, redondea un contexto, humaniza un inventario que, por su desproporción, tiende a volverse irreal: «Lo malo de las cifras es que cuando alcanzan cierto volumen acaban por volverse inimaginables».

Conocemos y experimentamos lecturas de toda clase. Soy consciente de que hay un tiempo para cada una. Pero también leemos por encontrarnos con esa incomodidad que esquivamos en otras ocasiones. Leer es enfrentarnos a nuestro propio rostro y al de nuestros semejantes.

«Sarajevo» nos devuelve un reflejo antiguo pero no marchito. No siempre leer es una auto indulgencia . Leamos, releamos, recomendemos este libro. Aunque solo sea por encontrar en sus páginas piezas insuperables como «Los muertos duermen en el estadio», publicada en «El País» un catorce de diciembre de 1992: «A las ocho y media de la mañana, mientras sigue nevando sobre Sarajevo, nueve enterradores se desloman tratando de abrir nueve tumbas en el campo de fútbol junto al cementerio del León…» Así comienza la crónica.

Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona