Agustín Bayón junto a "Yuki y Catherine", lápiz/papel, 80x100 cm., 2003, Museo de Bellas Artes de Asturias. Sala 25. Foto: Mónica de Juan

“No me dan todas las respuestas, pero ilumina lo que suele ser un camino oscuro por delante” (sobre sus lecturas).
James Mattis

Es el propio artista quien propone la presentación de este artículo con la frase de “Mag Dog”, el General James Mattis. La cuestión es ésta, dice Agustín Bayón, yo en realidad busco lo que todos: “iluminar el camino” y hasta este momento los dibujos hacen esa labor...

Agustín Bayón (Puente de los Fierros, Asturias, 1960) se formó en la Escuela de Arte de Oviedo en la especialidad de Publicidad, allí conoció a profesores como Bernardo Sanjurjo, Fernando Alba o Reyes Díaz que dejaron su impronta en él. Desde su heterogénea formación en aquel entorno decidió indagar, efímeramente, en el mundo de la escultura llegando a exponer en la Bienal Ciudad de Oviedo de 1982, pero sus dotes para el dibujo le encaminaron hacia esta disciplina a la que se ha dedicado con devoción hasta la actualidad. Fue a partir de su primera muestra colectiva en Vértice, en 1997, cuando decidió centrarse exclusivamente en las posibilidades que ofrecen el lápiz y el papel como instrumentos para la creación. Su dominio técnico y una extrema pulcritud nos llevan a observar sus trabajos desde una extraña ambigüedad entre el dibujo y la fotografía.

Yuki y Catherine” es un díptico de 80×100 cm realizado con lápiz sobre papel que representa su estilo depurado en la primera década del siglo XXI y que se define por el encuentro de dos ámbitos de la creación que le apasionan: el mundo de la imagen y el de la literatura. El retrato procede de una fotografía que realizó él mismo a Yuki Miyake, modelo japonesa amiga del artista, y el texto está extraído del libro autobiográfico La vida sexual de Catherine Millet. La obra, fechada en 2003, fue adquirida por el Museo de Bellas Artes de Asturias donde está expuesta en su sala 25. Aparece también recogida en el catálogo Agustín Bayón/El Francotirador. Dibujos que se editó en 2006 con ocasión de su muestra individual “Le ciel dans une chambre” en la galería Vértice y donde no sólo se recogen las obras presentes en la exposición, también se incluye una selección de trabajos anteriores, entre los que se encuentra nuestro dibujo.

Resulta interesante extraer de la presentación de dicho catálogo algunas de las palabras del propio artista que delatan sus intereses: un día decidí sustituir la materia muerta por la piel de ellas, mucho más cercana a la luz solar, al polvo ardiente y a las manos llenas de arena y sudor de Rimbaud (…). No todos los rostros ni todas las posturas son inocentes, en ellas late siempre el reflejo del Francotirador”, añadiendo, en nota a pie de página, una aclaración sobre este concepto: “persona que actúa aisladamente y por su cuenta en cualquier actividad sin observar la disciplina del grupo”. Es posible que tras esta definición se encuentre alguna referencia autobiográfica que esconde, tras su aparente timidez, una total independencia creadora, ajena a modas y tendencias. Ciertamente, el dibujo podría parecer hoy una disciplina superada por todos los recursos que la tecnología aporta, pero la rotundidad y carácter de sus propuestas nos convencen. Sabemos que en Agustín Bayón el dibujo es un recurso al servicio de la creación y es, a través de él, como construye un discurso sólido y un estilo propio. Ocurre lo mismo con las propuestas del también dibujante Fernando Gutiérrez, en ambos, la técnica construye y respalda un concepto y una renovada apuesta creativa y con ellos la continuidad de esta disciplina en nuestra región se muestra reforzada y segura.

Imagen 1. "La benévola", tríptico, lápiz/papel, 40x63 cm./40x25 cm./40x63 cm., 2007. Foto: Enrique Ros Wagener
Imagen 1. «La benévola», tríptico, lápiz/papel, 40×63 cm./40×25 cm./40×63 cm., 2007. Foto: Enrique Ros Wagener

 

El virtuosismo técnico de Bayón se encuentra en un selecto y cuidado detallismo anatómico donde las lisuras y texturas tienen un especial protagonismo y se ve enriquecido con estudiados encuadres y originales planteamientos compositivos que, a través del fragmento y la ampliación fotográfica, desencadenan en el espectador sensaciones que pasan de la mera curiosidad al voyerismo. No es extraño que cuando el director de cine Manuel Martín Cuenca colaboró en una actividad organizada en el Museo, buscando vínculos entre el cine y la pintura, seleccionase, entre otras, a “Yuki y Catherine”, ejemplo de cómo la mirada es reflejo del interior de la protagonista y cómo el propio acto -rito- de visionar una imagen se ve potenciado a través del “fuera de campo”. Lo cierto es que el retrato del díptico es una presencia inquietante, acentuada por ese primer plano que corta el rostro y aunque la obra se deba valorar en su conjunto, el protagonismo de ese “fragmento femenino” reclama poderosamente nuestra atención. Esa sensación “que nos incomoda” está presente en otras de sus propuestas, posiblemente la más rotunda es el tríptico titulado “La benévola” (imagen 1), obra de 2007 inspirada en un párrafo del libro Las benévolas de Jonathan Littell y que también se conserva entre los fondos del Museo de Bellas Artes de Asturias.

Agustín Bayón subraya que la columna de texto milimétricamente ordenado en la parte izquierda de la obra, el texto de Catherine Millet, no está ahí para dar explicación a la obra, no tiene que ver con el retrato de Yuki, pero lo cierto es que crea en el lector/espectador una sensación de complementariedad, de argumento o explicación, algo no buscado, pero provocado. Relata, con absoluta frialdad, situaciones y experiencias sexuales de la escritora, ambientes sórdidos y asépticos que, en un exceso descriptivo, se distancian de nosotros, pareciendo más una disección médica que un encuentro sexual. Hay en el texto algo de fría morbosidad de sus protagonistas por ser contemplados, de exhibicionismo gratuito, de un cerrar los ojos para no ver lo que ocurre y lo que se sabe; una sensación similar la tenemos como observadores del cuadro, como espectadores anónimos tras el cristal.

Las descripción de escenarios y ambientes son casi cinematográficos, un mundo que siempre ha interesado a nuestro dibujante, reconociendo la admiración e influencia de Deseando Amar (2009), película del director hongkonés Wong Kar Wai, cuyos trabajos son reflejo de una nueva “poética de la imagen” devolviendo al panorama cinematográfico una revisión posmoderna y oriental de aquel estilo de cine que se desarrolló en los sesenta, la Nouvelle vague francesa. Los sugerentes encuadres, las sutilezas visuales, la selección de fragmentos, el escuchar a los protagonistas sin contemplar sus rostros…evidencian la admiración de Agustín Bayón hacia Wong Kar Wai, pero sabemos que tras él se encuentran Jean Luc Godard y Anna Karina en Vivre sa vie (1962) o en Alphaville (1965).

La asociación libre de texto e imagen en una misma obra volverá a aparecer en otras propuestas coetáneas como “Yuki Miyake y Virginia”(imagen 2) donde recurre al poético texto “El sol se alzó más. Olas azules, olas verdes…” extraído de Las Olas de Virginia Woolf.

“Lo bello no es más que el comienzo de algo trágico”, con esta frase de Rainer M. Rilke inicia la presentación del catálogo de una de sus últimas exposiciones en el Complejo Cultural As Quintas, A Caridá en 2013, nuevamente los referentes literarios sirven para complementar y aclarar su visión del mundo del arte, acercándonos a la belleza y vislumbrando el destino final. La exposición estuvo articulada por fragmentos de imágenes femeninas -“Carmen”, “Alicia”…- y de políticos – “Barak Obama”, “El oscuro Rubalcaba”…-, en general, imágenes tomadas de la prensa que, por algún motivo, han llamado su atención y ha descontextualizado; sus dibujos, ahora, han disminuido de tamaño pero mantienen ese aura de sofisticación que siempre los ha caracterizado, también la muestra contó con una serie de creaciones con tinta blanca -como sus “Casas de las religiones”- y cuadernos de dibujos como Historia del Lujo (imágenes 3 y 4), 32 imágenes realizadas con tinta y pincel japonés, un mundo más cercano a la ilustración que parece despertar ahora su interés, abriendo nuevas perspectivas y vías de expresión. Estas obras recientes son fruto del bagaje que da el tiempo y la experiencia, lo desarrollado hasta ahora esté iluminando ese camino oscuro por delante al que se refería James Mattis.

En nuestra conversación, el artista me recuerda las palabras de Eduardo Mendoza cuando dice que, a veces, los escritores deberían de pararse cuando no hay nada más que contar, de callarse a tiempo. Para Agustín Bayón no es momento de callar, aún tiene mucho que contarnos.


“Yuki y Catherine”
, 2003
Museo de Bellas Artes de Asturias. Sala 25

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Sobre el museo

Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es