«El 15 de agosto de 1971 es el día más importante de mi vida. El día del Watusi. El arco que se tiende sobre la madrugada en que Pepito y yo, resguardados de la lluvia por un plástico azul, pescamos sobre un dique derrumbado, y acaba sin gloria el amanecer también lluvioso del día siguiente. Los sucesos nos han devuelto al mismo lugar…»

Así comienza El día del Watusi (el libro, no la fiesta) y así comienza este Informe, en el que hablaremos de otros 15 de agosto para explicar qué diablos es El día del Watusi (la fiesta, no el libro) quién o qué está detrás de esto, para qué se celebra en Provincia y otras cuestiones cuyo interés probablemente será del todo relativo para nuestro Querido Lector.

Ficcionemos la primera escena, la del 15 de agosto de 2006. Mientras el escritor Francisco Casavella fuma en su casa (Carrer del Marquès de Campo Sagrado) yo fumo junto a la puerta del bar en el que trabajo (Rambla del Raval esquina Carrer Sant Pau). Mi mirada y su mirada no se cruzarán ese día, ni ningún otro. Google Maps nos hace saber que en ese fabulado momento, sólo 750 metros separarán mis bocanadas de humo de las suyas, o lo que es lo mismo, la puerta del bar donde trabajo de la casa donde trabaja el Escritor.

Aquí termina toda la experiencia vital que pude acumular con Francisco Casavella durante mi estancia en Barcelona. Mentiría si dijera, Querido Lector, que nos cruzamos en algún concierto, que fui a las presentaciones a las que él acudió, que compré entonces sus libros y leí con devoción sus columnas. Nunca fue -por tanto- que bebimos en la misma barra, ni conocí de primera mano su personalidad. Todo lo que ahora sé de Casavella, lo tuve que ir reconstruyendo en base al relato de los demás. Aún mejor, al relato que él mismo construyó en sus novelas.

Saltemos ahora a otro 15 de agosto, el del 2011 y dejemos la ficción para otro momento. Ya no vivo en Barcelona, ya no fumo en la puerta de ningún bar del antiguo barrio chino. Casavella, por su parte, lleva tres años sin ser más que una entrada en wikipedia cuya fecha de fallecimiento permanece sin actualizar. Estoy en casa de mi amigo Alberto, donde celebraremos Los juegos feroces, primero de los tres volúmenes que componen El día del Watusi en la edición que yo controlo, la que encontré en la Biblioteca Pública de Provincia. La excusa para reunirnos no sólo se centrará en Casavella, también en celebrar mi 29 cumpleaños.

En esta primera edición no habrá programación, ni conciertos, ni problemas con el Ayuntamiento. Bastarán mi abuela Lola y sus migas andaluzas (que lleva más de 20 años sin preparar) para conseguir convocar a gente con la que me une un vínculo apático y también a mis únicos amigos. Cuando la noche acaba por encerrarnos en su candado de perséidas, la posibilidad de volver a reunirnos, volver a celebrar El día del Watusi juntos, no parece fruto de una charla improvisada.

Es éste el impulso necesario para que mi tiempo libre se resuma a cruzar mails con gente que ha leído a Casavella, con gente que también lo conoció. Porque, a partir de entonces, mi intención será la de conseguir que El día del Watusi se convierta en un evento público. Al empeño de este camarero paleto se unirá el de la escritora Ainhoa Rebolledo que, a base de spam con emoticonos de cangrejos, hace que todas las puertas cedan unos centímetros.

Es 2015 y celebramos la fiesta a fuerza de invención. Para ello, tenemos que crear una falsa asociación de vecinos de la calle en la que está situado mi bar, redactar un dossier de 20 páginas hablando del mártir San Lorenzo, de las fiestas patronales, de recuperar el espacio urbano para devolvérselo a los habitantes de la zona.. De cuando en cuando, nos permitimos colgar alguna #w en las redes sociales. Si finalmente el evento se realiza, no es gracias al interés cultural que podría llegar a generar en Provincia. Así, la fiesta de los “Juegos Feroces” será también “La fiesta de los leos” y también “La fiesta del barrio San Lorenzo”. Nuestra desesperación es tal que si hubiéramos tenido que inventarnos el hallazgo de un dedo incorrupto próximo a mi local para celebrar nuestro primer Watusi, lo hubiéramos hecho sin pestañear. Odio expresarlo así, pero el fin justificaba los medios.


En 2016 volvemos a la carga, pero ya pensando que quizá no es mala idea tener otro plan B, por si la cosa se tuerce en los despachos. Planeamos como salvoconducto la legalización del Partido Liberal Ciudadano (P.L.C), un partido político cuyas tesis son del todo ridículas, pero que en la segunda parte del Watusi integrará buena parte de las tramas capitales. La idea de la legalización no nos garantiza celebrar la fiesta, pero siendo un partido político podremos ejercer nuestro derecho de reunión y convocar un mitin. La idea, surgida de Bruno Teixidor, nos parece tan buena que incluso hacemos pegadas de carteles con los lemas del partido en tiempo electoral. Demostramos así que somos entusiastas hasta límites insospechados y también algo estúpidos.

Con los candidatos listos, los estatutos redactados y el acta fundacional firmado, la fiesta se autoriza en el último momento, lo que supone una buena noticia para la ciudad y un duro golpe para mis aspiraciones políticas (risas).

Cambiada la ubicación, de calle San Lorenzo saltamos a la orilla del rio Bernesga, nuevos aliados se unen a esta causa perdida: Miguel Ángel Nistal y su hermana Susi nos ceden su tienda Gourmet “Amor Verdadero” para meter todo tipo de material pirotécnico y convertirse en nuestros hombres y mujeres tachán de este año. León Centro Gótico negocia esta chaladura con diversas concejalías con nuestro dossier como única arma…

Mientras finalizo este Informe pienso que más allá del balance de cuentas, de nombres propios, de fotos y de recortes de prensa, más allá del trabajo de tanta gente, siguen las ganas de hacer cosas, de construir entre todos, de recuperar un espacio que -poco a poco- hemos ido cediendo a no sé sabe muy bien quién. Pienso en las decenas de personas que consiguieron llevar a cabo esta fiesta, ni tan buena ni tan mala como otra cualquiera, en torno a un escritor mitad gallego, mitad catalán, que nadie parece haber leído. En la generosidad infinita de los que fueron y los que quisieron ir, y espero que estas palabras atropelladas sirvan para entender de qué hablamos cuando hablamos del Watusi, para resolver si tiene sentido celebrar El día del Watusi (la fiesta, no el libro) en Provincia.

Sospecho que Informes como éste no nos beneficien a la hora de volver a intentarlo, pero como dejó dicho Casavella “La fiesta no es para feos, ni para trepas” y algo se nos ocurrirá para que la burocracia no nos impida volver a vernos el 15 de agosto de 2017, en el día más importante de nuestras vidas. Hasta entones, EPLUCARAS OREGA, como bien diría mi amigo Miguel Ángel.

Yago Belmondo regenta un bar deficitario en León
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Fotos: Javier Arce