Se supone que la vuelta a esa «nueva normalidad» pasará por usar mascarilla casi en todo momento. Qué tristeza. Sobre todo, qué tristeza.
La mayoría de los libros hablan de mundos que ya no existen.
Tener entre los nuevos conceptos vitales la vigilancia y una prevención que no es más que una versión edulcorada de esa vigilancia. Ya no basta con ser prudentes. La prudencia queda como un recurso de pobres de espíritu, de gente anticuada. La de la vigilancia es una atención agresiva.
Michael Kiwanuka.
Ataúdes de cartón en Nueva York.
Lagos de Albania.
«La sociedad acelera su paso hacia la digitalización».
EL NOMBRE MÁS RECTO
Son las seis y ocho de la tarde.
Mi madre se ha puesto a cantar una canción de Luis Mariano.
En Francia fue un ídolo.
Para la España viril y franquista era demasiado.
Terenci Moix recordaba que si en un cine de barrio salía Luis Mariano cantando en el NODO, siempre había alguna voz que gritaba: «¡Cállate, maricón!»
Yo lo escuché desde bien crío.
A mis padres les traía buenos recuerdos.
Algo que la música puede hacer.
Crecí con las canciones del cantante de Irún.
Podría citar otras músicas que escuchaban mis padres.
Músicas que forman parte de lo esperado: los Beatles, Adamo, el Dúo Dinámico.
Pero citar esas músicas sería como decir «confinamiento» en lugar de «encierro».
Soy incapaz de superar el estupor.
De madurar el hecho de que las cifras diarias corresponden a personas fallecidas.
Que nadie se inquiete, llegaré a madurarlo.
A destiempo, pero lo haré.
Ya es destiempo de casi todo.
«Violetas imperiales», «México», «Dos cruces», «C’est magnifique».
Luis Mariano, vuelve a descansar en paz.
Procuraré, de ahora en adelante, llamar a ciertas cosas por su nombre más recto.
«Del paro a la furgoneta: los desempleados de la pandemia acaban de repartidores para Amazon».
«Al lado del camino». A veces, los títulos.
«Lo único que puedo ofrecer a mi familia es comida y trabajo».
PARA ÁNGELA
Que nadie hable de cansancio ni de vértigo.
Al fondo de una sala hay una mesa. Sobre la mesa una taza de té y una taza de café. Un libro abierto con las páginas subrayadas.
Que nadie hable de cansancio ni de vértigo.
Al fondo de la sala se recupera el ánimo, se detiene el tiempo.
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, a propósito de los miles de fallecidos por coronavirus en su país: «Así es la vida».
Agustín Fernández Mallo: «Soy escritor para estar en mi casa escribiendo, no para estar por ahí animando fiestas, bodas y bautizos».
El estilo, una temperatura corporal. Las décimas de más.
«Víctimas de la espera». A veces, los títulos.
Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona