Vista de la exposición

La sólida trayectoria de Guillermo Simón toma nueva forma en la Sala de Exposiciones del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo. Trabajador infatigable, y conocedor del oficio a la perfección, continúa indagando en las múltiples posibilidades que ofrece la pintura, hallando nuevos comportamientos en sus óleos y en la relación de éstos con los distintos soportes que utiliza. Su estudio es un lugar siempre abierto a la experimentación, a la reflexión plástica y al diálogo con la obra. En su quehacer constante, las posibilidades técnicas y formales parecen infinitas y su metodología de trabajo se ha ido enriqueciendo con los años, los vertidos, barridos y veladuras le han permitido llegar hasta una pintura viva, que emerge desde el soporte cargada de energía.

Ensimismado en su estudio, en el entorno de la ría de Villaviciosa, su conexión con la naturaleza y, especialmente con el mar, ha favorecido una deriva estética que ahora contemplamos. Una obra que es fruto de su propia experiencia vital en ese ambiente privilegiado y desde donde es partícipe de los ciclos naturales, de las mareas y de los cambios estacionales. Sus pinturas son una prolongación de dicha experiencia y de una fusión con esa naturaleza que ha quedado retenida en su interior.

Trabaja con una amplia variedad de formatos, los más pequeños conforman un conjunto de piezas ligadas a la época del confinamiento; su tamaño mínimo les confiere un carácter introspectivo e íntimo, un rastrear y bucear en los mundos interiores, plasmando, a través de la sobriedad cromática y de las rítmicas ondulaciones, aquellos momentos provocados por el recuerdo y la nostalgia. Por el contrario, las piezas de mayor formato poseen un carácter expansivo y envolvente, y poseen una fuerza que desborda los límites del cuadro. Ante ellos, estamos ante una pintura de acción, gestual y expresiva, que revela la sintonía del artista con esa fuerza impetuosa que, con frecuencia, manifiesta la naturaleza.

Guillermo Simón necesita también del mar, es para él y para su trabajo fuente de inspiración, y un punto de apoyo y constante aprendizaje, recordando las palabras que Pablo Neruda dedica al mar:

NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.

Pablo Neruda, El Mar

Vista de la exposición

 

Y, ciertamente, desde hace tiempo el mar se ha convertido en su aliado y compañero, profundiza en su belleza y en sus misterios. Ahora, con una pintura renovada, se centra en las superficies cambiantes y en los efectos lumínicos, en sus reflejos y transparencias, en la bravura expresiva del mar abierto y en la placidez de las aguas tranquilas en el interior de la ría. Es sensible a los efectos del agua, trasladándolos a su pintura desde el recuerdo del mar en la memoria y de las sensaciones retenidas de las efímeras y trémulas vibraciones de las corrientes marinas; formas undantes que comenta el pintor, referidas al movimiento ondulante de la superficie del agua y que ha interiorizado en su experiencia del baño, sumergiéndose en las aguas cristalinas y conectando con los ritmos marcados por las corrientes, sincronizando sus pulsiones.

El mar es esencial para la existencia, es el lugar de los orígenes que, desde ese pálpito interior, contribuye siempre, a nuestra regeneración. Muestra su poder transformador, pero también su belleza inmensurable, de la que Guillermo Simón es conocedor captando las múltiples facetas y efectos especulares que la luz crea en las superficies y que nuestro artista ha convertido en suyas, como reflejos de su propio ser. Ese contacto con el agua, con esa cristalina piel que se desvanece cuando entramos en contacto con ella, le ha llevado a indagar en sus efectos ópticos, lumínicos y cromáticos.

Los óleos sobre Dibond presentes en esta muestra poseen unas calidades especiales. Los pigmentos se deslizan en el soporte con los mismos efectos cambiantes que se advierten en la superficie del agua, acercándose tanto a la realidad que recuerdan instantáneas fotográficas. A ello contribuyen los hermosos colores que, con sus infinitos matices -desde el verde esmeralda al azul turquesa- indican su procedencia natural y que, gracias a una densa y compacta capa de barniz, aportan la solidez y brillo más propio de las piedras preciosas. Es admirable el virtuosismo técnico de este artista, capaz de plasmar sutiles efectos de una realidad tan cambiante como efímera. Así ocurre con otra de sus series actuales centrada en la representación de gotas de agua sobre una superficie transparente; son tan veraces, que pueden llegar a desencadenar sensaciones y actitudes diversas, una especie de tensión plástica que abarca desde el análisis meramente físico, en torno al fenómeno de condensación del agua, hasta asuntos relacionados con la percepción sensorial y emocional que nos llevan a reflexiones más profundas ligadas a la existencia.

En “El mar en la memoria”, Guillermo Simón hace suyas las palabras del también pintor Carlos León cuando afirma que la mano que pinta es arrastrada por corrientes muy fuertes y la mente que pinta es un mar muy poblado, por ello, los pintores están siempre a punto de naufragar.


Santiago Martínez
 es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es