Con el silencio de mis labios desconcierto al más escéptico
“Hojas de Hierba”, Walt Whitman

El silencio es una palabra en peligro de extinción en la vida práctica. Cualquier diccionario, por supuesto, la recoge. Pero al leer la definición suena a utopía, cuesta creer que pueda aplicarse en el día a día. El silencio no es sólo ausencia de ruido. Casi lo hemos olvidado. Con esta trascendental afirmación comienza en Alain Corbin su ensayo “Historia del silencio”. Porque el ruido parece remitir siempre al bullicio auditivo, pero se nos olvida que el ruido también puede ser visual. La sobreexposición de imágenes es tal que el método Ludovico en lugar de ser una terapia de choque se ha convertido en la forma habitual de consumirlo todo, cultura incluida.

¿La vida sensible y las experiencias estéticas se están anquilosando en medio de tanto ruido? ¿Cómo separar el grano de la paja? Se habla de infoxicación u overload information (para los más globalizados). Habitamos un mundo en el que la digitalización va en aumento. A consecuencia de ello y de la rapidez de un sistema en el que todo se puede conseguir de inmediato a golpe de click, olvidamos que el silencio existe y que es necesario en mitad de toda la infobesidad y, a veces, olvidamos también que el contacto físico y la experiencia directa son insustituibles. Quizás, más que resetear y volver al punto de inicio, sea más acertado hacer una pausa y un replanteamiento de la situación. Gilles Lipovetsky y Jean Serroy en el libro “La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico” advierten: Estamos en la época de la desabsolutización del arte, tanto de sus misiones como de su experiencia vivida. Desde hace un tiempo es habitual escuchar conversaciones del siguiente tipo:

– He visto tal exposición.
– Ah, sí, tengo muchas ganas de visitarla. He leído sobre ella y me atraen tanto temática como artistas. ¿Y qué tal? ¿Qué te ha parecido? ¿Te gustó el montaje?
– Pues por lo que pude ver por redes sociales me pareció que no estaba mal.

Creo que no estamos comprendiendo nada, las herramientas a nuestra disposición son un medio no un fin. Lipovetsky y Serroy añaden: Una vida estética digna de este nombre no debería estar prisionera de los límites de las normas del mercado ni realizarse en un universo víctima de la precipitación y de la urgencia. Es necesario reencontrase con la exposición, con las obras mostradas, disfrutarlas físicamente de su disposición en el espacio. Y ello de manera lenta, contemplativa, en silencio. Desterrando, incluso, cualquier ansia de explicación. Desterrando, incluso, este texto.

Vuelvo a Corbin cuando afirmo que el pensamiento trabaja en el silencio y que el aprendizaje del silencio es tanto más esencial porque el silencio es el elemento en el que se forjan las cosas importantes. Importantes tanto desde el punto de vista del artista trabajando en su obra en el estudio, como del espectador que luego se aproxima a esas obras en una exposición. Con este afán, Nuria Fernández, directora de Espacio Líquido, ha reunido las obras de Irma Álvarez-Laviada, Lara Ruiz, Shirin Salehi y Job Sánchez Julián en una muestra bajo el título SILENCIO.

Yo confieso mi predilección por las artes silenciosas. Con esta revelación Eugène Delacroix apelaba al encanto mudo y la seriedad de la pintura y la escultura frente a la palabra, tan habladora ella. La palabra, indiscreta, solicita la atención; mientras que la fuerza de la pintura y de la escultura operarían en el silencio de la mirada.

El Pedestal de Irma Álvarez-Laviada, inspirado en los diversos procesos de restauración del Patio de los Leones de la Alhambra, suma con cada estrato de mármol un basamento que finalmente no sustenta nada físico, sino metafórico, pues desposeído de cualquier función arquitectónica, ampara la memoria cromática de los diversos pavimentos silenciados por los procesos de tapado o eliminación de las sucesivas épocas históricas.

Las obras de Lara Ruiz están concebidas a partir de la simplicidad formal y el diálogo con el espacio en el que se ubican. En sus estructuras tubulares y de geometrías sencillas tiene una marcada importancia el vacío como elemento esencial tanto para la construcción de las propias piezas y el lugar en el que se emplazan, así como en la interacción de las mismas con el público. El vacío, como ausencia de materia, es silencio espacial necesario que forma parte activa en sus composiciones.

Shirin Salehi anhela que la obra de arte no manifieste todo su significado en primera instancia y se rebela frente a la cultura de la superficialidad imperante. Piano piano si arriva lontano dice un refrán italiano. Ante la sobreabundancia visual, su trabajo intimista y delicado, requiere de mirada sosegada para ahondar en su profundidad estética y conceptual. Si nos aproximamos despacio, llegaremos lejos. Frente a la imagen-espectáculo, la sutileza; frente al exceso, el recogimiento; frente al ruido, el silencio.

Los ejercicios cromáticos de Job Sánchez Julián, más próximos al ámbito de la artesanía (patterns o ritmos del diseño cerámico o textil) transforman el círculo y el cuadrado para elaborar mensajes visuales crípticos. La comunicación del lenguaje creado es silente, solo transmitida a través de un código propio de formas y colores no exento de interferencias ante la imposibilidad de mostrar imágenes compactas.

Cuatro artistas, cuatro maneras de afrontar la creación, cuatro modos de visualizar el silencio. Y una manera de aproximarse a la exposición. No seamos escépticos, no olvidéis que el silencio también es significado. Palabras de Walt Whitman.

«Silencio»
Irma Álvarez-Laviada, Lara Ruiz, Shirin Salehi y Job Sánchez Julián
Espacio  Liquido. Calle Jacobo Olañeta 5 bajo. 33202 Gijon
Horario M-V 17:00 – 20:00 h.


Natalia Alonso Arduengo
 es crítica de arte y comisaria independiente