"La Roca", óleo/lienzo, 24x30 cm., 2017

La muestra Ensueño y Luz del artista José Luís Mazarío es un auténtico goce para la vista, nos transmite emoción y energía y es, a su vez, un reencuentro amigable con el color, uno de los ingredientes fundamentales de su trabajo que es utilizado como instrumento de persuasión por el pintor. Sus cuadros desprenden luz y ensoñación -como afirma el título de la muestra-; hay en ellos algo nostálgico que nos traslada a esos momentos que posee la juventud de eterna felicidad, ágiles y delicados como la rama de un árbol y que podemos observar en Jóvenes o Niña (imagen 1). Lo idílico se remonta, en alguno de sus cuadros, a un pasado histórico -como en Ensueño o Mujer junto a un árbol (imágenes 2 y 3)- donde la pintura, desde la enigmática presencia de templos clásicos, se antoja metafísica, mezclándose con otros paisajes de referencias autobiográficas, de paseos a la luz del sol o de la luna llena, por senderos junto a playas y acantilados que visita con frecuencia (imagen 4).

Desde finales de los años 80 ha estado ligado a la galería Siboney de Santander y he podido seguir su evolución; el excelente artículo publicado recientemente por Rubén Suárez “Mazarío, paisajes de la quimera”, me ha servido para refrescar la memoria, el semblante histórico y artístico que el crítico realiza sobre el pintor facilita su contextualización y permite valorar su propuesta estética huyendo de clasificaciones convencionales y repasando momentos claves en su trayectoria. Estamos ante un pintor en el que sobra cualquier tipo de forzada clasificación estilística, sorprendiendo una singularidad formal y cromática nada frecuentes hoy en día. Especial interés me ha suscitado la etiqueta de “figuración excéntrica”, utilizada por Suárez para aludir a la rareza de algunos lenguajes plásticos figurativos actuales como el de Mazarío.

«Ensueño y luz», vista de algunas de las obras

 

Hay que acercarse a la galería Guillermina Caicoya para saborear estos óleos, son pinturas muy especiales que retrotraen a un momento de la historia del arte en el que algunos artistas, aventureros de espíritu libre ajenos a las ataduras de la academia y de la realidad, se refugiaron en un pueblo de la Bretaña francesa –Pont-Aven-, en búsqueda de su verdad y donde la autenticidad de sus habitantes, impregnados de fe y sabiduría popular, inspiraron sus colores y sus formas, como ocurrió con la obra de Paul Serusier, Émille Bernard o Paul Gauguin. Hay tanta naturalidad en Ensueño y Luz que sorprende que hoy en día se siga trabajando a la manera de aquellos atrevidos simbolistas de finales del siglo XIX, con la misma sencilla y sincera naturalidad. El pintor expande los pigmentos en la superficie sin prejuicio, usa connotativa y libremente el color, amasa las formas y sus sombras que llegan a tener tanta solidez que parecen modeladas por el tiempo.

En cuadros como La Roca (imagen de portada), el pintor delata su devoción por los simbolistas tardíos, los “Nabis, cargando su composición de un cierto misticismo y de una estética que, próxima al cloisonnisme, es capaz de conectar las tradiciones medievales de maestros vidrieros u orfebres con la innovación más absoluta en el uso del color, sentando las bases de algunas de las aportaciones plásticas que abrirán las puertas a las primeras vanguardias del siglo XX. Estas obras de pequeño formato son una auténtica delicia, así lo es Mañana Nabi (imagen 5), que nos recuerda la fuerza contenida en alguno de los trabajos de Pierre Bonnard o Félix Vallotton, defensores de un arte que, nacido desde la emoción, nos llega al interior.

La pintura de Mazarío me ha recordado la lectura de Vargas Llosa, en El Paraíso en la otra esquina el escritor narra dos vidas en paralelo que tienen en común la búsqueda de ideales pero que, sin embargo, divergen desde un punto de vista existencial, uno de sus protagonistas es Paul Gauguin que, en busca de su propio paraíso estético, parte a las islas de los Mares del sur y de Flora Tristán, su propia abuela, que comprometida con las causas sociales y los derechos de la mujer, también defiende su propio concepto de paraíso, al final, aspiraciones complementarias. Otra referencia literaria en esta muestra, es el breve poema de presentación de la misma –Discurso del métodode Joan Margarit que está directamente ligado al espíritu de las pinturas expuestas, es un canto al vuelo libre de la imaginación.

Ensueño y Luz es una buena exposición que, sin olvidar la importancia del oficio, aporta personalidad y frescura a nuestro ambiente artístico, ratificando las palabras del Paul Valéry cuando decía:

“Qué sería, pues, de nosotros, sin la ayuda de lo que no existe”

Mazarío, «Ensueño y Luz»
Galería Caicoya ARt Projects
Calle Principado 11 bajo, Oviedo
Hasta el 12 de febrero


Santiago Martínez
 es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es