«Lo inventado no tiene ningún valor, lo documentado no tiene ningún valor. Lo único que para mí seguía teniendo valor y todavía tenía sentido eran los diarios y los ensayos, la parte de la literatura que no es narración, que no trata de nada, sino que sólo consta de una voz, la voz de la propia personalidad, una vida, un rostro, una mirada con la que uno podía encontrarse. ¿Qué es una obra de arte sino la mirada de otro ser humano? No por encima de nosotros, ni tampoco por debajo de nosotros, sino justo a la altura de nuestra propia mirada. El arte no se puede vivir colectivamente, el arte es eso con lo que uno se encuentra a solas. Uno se encuentra a solas con esa mirada.»
Karl Ove Knausgård ha convertido su vida en arte. Infancia, adolescencia, juventud y madurez, recreadas al microscopio. En todas sus pequeñas y grandes cosas, la vida entera minuciosa y exhaustivamente contada. Desnudo con su prosa desnuda, expuesto más allá de lo razonable, ardiendo en la pira de su pulsión por la escritura. Su absoluta cotidianidad, a través del ojo de la cerradura, provoca la empatía del espejo, el temblor de lo real. Y sucede un milagro. Esa mirada prende, y aparece el fuego: arde la vida.
Knausgård es el año cero de la literatura.

Pablo García es ilustrador