FOTO: JUAN GAMA

Lo bueno, a veces, se hace esperar. Eso le ocurrió al último disco de “Alberto&García”. Iba a estrenarse en primavera, pero la pandemia, como un mal de la naturaleza, retrasó su salida. Finalmente llegó tres meses más tarde, con la llegada del otoño. La “fecha tope” fue el viernes 25 de septiembre. Pero la música tieen el don de la perennidad. Por eso “Flores Negras” aparece para darle color al invierno. Y hacer florecer a quien lo escuche.

“La música ahora mismo tiene un comportamiento un poco bulímico. Necesita material continuamente y hay veces que se alarga. Otras, lo sacas y luego a otra cosa”, explica Alberto García, el cantante. Mientras habla, se oye un perro ladrando de fondo y sobre la mesa, dos cafés con leche y hielo. El segundo pertenece a su hermano, Manu García, con quien comparte escenario ­–al saxo barítono–­, pasión y vida. Sus gestos denotan complicidad. La misma que se refleja con el resto de componentes, siete en total: “Somos amigos y familia. Tocábamos juntos antes de tener un grupo y andábamos juntos antes de tocar”.

Además de miles de experiencias, les une la pasión por la música, “aunque suene a tópico”. Es lo que les ha llevado a mezclar sonidos muy diferentes dentro de un mismo CD: cumbia, pop rock o canciones disco entre sus temas. Comienzan hablando de “Verano”. “Súbeme la radio, deja que nos entre un poco el sol”, dice la primera canción, como si fuera una premonición. Durante esa temporada fue cuando comenzaron a grabar en Madrid junto a Toni Brunet. Luego todo rodó de “manera natural”, acompañados de “EP Management” (Boomerang Discos), hasta que el covid les paralizó la función. Según indica Manu, su música “no tiene prejuicios”. Si quieren tocar un bolero, como “Verdad de la buena”, lo hacen. Y ya está.

Esta forma aparentemente simple de hacer las cosas también se plasmó en las colaboraciones, con Tulsa, en “El Milagro”, y con David Ruiz (La “Maravillosa Orquesta del Alcohol”) en “Animales escondidos”. Aunque ya tenían una relación previa, nunca antes se habían enfrascado en un proyecto parecido. “Lo primero de todo, agradecemos su generosidad”. Y sigue Alberto con la gratitud: “Es un regalo que estén en el disco y que eso quede como una fotografía del momento de la grabación. Algo que quedará para siempre”. La perennidad de la música.

Pero no todo son palabras bonitas. Ante la situación: la incertidumbre. Por el mundo del espectáculo, por la promoción, por los festivales. El retraso de “Flores negras” fue inevitable; los tiempos que se habían planteado eran incumplibles. “En mayo no se podía hacer nada. Dar paseos y poco más”. Aprovecharon para hacer más adelantos de lo previsto inicialmente. Y tuvo sus cosas buenas. Cuando salió el disco, sus fans ya conocían las letras. Ahora podrán cantarlas en La Rioja, (11 de octubre) y en la sala Moby Dick (Madrid, 26 de noviembre), si las restricciones dejan. Pese a la frustración del retraso, y la incertidumbre del covid, sus ganas y su música, perenne, no desaparecen.

Las flores de la carátula del disco tienen la misma característica, la perennidad. Está elaborada por Manu García, “como si fuera ‘Art attack’”, dice entre bromas. Es una fotografía a ordenador de una mesa con luz y flores, y un dibujo suyo. Rinde homenaje a la canción de “La Negra Flor” de Radio Futura, un grupo que tienen como referencia. Les gusta asociar cada una de ellas a las canciones; un nexo común, el ramo, pero todas diferentes. Y como si estuviera hecho a propósito, después se enteraron de que esa especie de flor no existía en la naturaleza, sino que tenía ser “creada de alguna forma”. Como su música. Aunque en ellos florezca de manera inherente.

Inés Gago es periodista