Julio Linares muestra en Espacio 451 una selección de pinturas de su producción más reciente. Acrílicos sobre tela de medio y gran formato que Mónica De Juan, directora de esta sala ovetense, ha conseguido reunir gracias a su colaboración con la galería madrileña Ponce+Robles, con la que, habitualmente, trabaja este artista.
Visitar este espacio expositivo ubicado en la Calle Mon de Oviedo siempre es gratificante y las hermosas pinturas de Julio Linares aportan serenidad y armonía al ambiente. Son apenas cinco cuadros, pero lo suficientemente representativos para acercarnos a la propuesta estética de este artista toledano formado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. El tratamiento de las figuras y del paisaje es estilizado y sintético, de un manierismo formal y cromático muy acentuado. Delicadas líneas de horizonte delimitan superficies de color en las que la lisura y una cierta pulcritud encuentran su contrapunto, y también su mesura, en otros planos pictóricos repletos de efectos sensoriales, texturas y veladuras que rompen la monotonía y homogeneidad para dejar que la materia se manifieste libremente.
Son lugares indefinidos habitados por animales solitarios, galgos y caballos toman relevancia en un ambiente onírico que lleva a la ensoñación y una cierta sensación de melancolía se apodera de nosotros. Sorprende que una muestra de estas características no posea título, quizá las palabras no son necesarias y únicamente la contemplación y el silencio son suficientes para acceder hasta estos mundos míticos que despiertan la imaginación. Sin embargo, sí los poseen las pinturas: “Galgo blanco”, “Caballo rojo fosforito escarlata”… títulos que aluden de manera literal al ámbito zoomórfico y cromático y que se refieren a los auténticos protagonistas: la línea y el color.
Las connotaciones simbólicas de estas figuras recuerdan los presupuestos plásticos de algún artista de las vanguardias históricas como Franz Marc y su entorno expresionista en El Jinete Azul, donde la simbología del color y de los animales representados aluden a una autenticidad depositada en ellos y perdida entre los seres humanos. Encuentro, también, una cierta resonancia con la búsqueda existencial y plástica del aventurero (como también lo es nuestro artista) y pintor postimpresionista Paul Gauguin, hay algo de aquel primitivismo en estos trabajos de Julio Linares, una reivindicación de la sencillez y pureza de las culturas antiguas. Comenta el autor su admiración y deuda hacia el arte antiguo, el de las primeras civilizaciones, hacia los grabados egipcios, las imágenes etruscas, los relieves griegos y las pinturas pompeyanas. Poseen una estética rotunda y sincera que también está presente en sus pinturas, son imágenes hieráticas y atemporales que perviven al paso del tiempo, ajenas a modas y a este ajetreado y efímero mundo en el que estamos inmersos.
En “Jarrón con flores”, una obra ligada a “Flores de mayo”, serie de cuadros con jarrones realizados en 2019, la presencia rotunda del recipiente se ve acentuada por la proyección elíptica de su propia sombra. Se distancia de la iconografía animalística, pero se integra a la perfección en el conjunto de la muestra gracias a las sutilezas de su cromatismo y a un tratamiento formal similar. Es en esta obra donde mejor se advierte su interés por el contraste en el acabado de las superficies pictóricas: entre la lisura y limpieza del fondo azul y el informalismo, prácticamente abstracto, de la ornamentación de la cerámica que, de alguna manera, remite a las fantasías pintadas en la porcelana china. El uso de esmalte sintético y la pintura al agua favorecen esos resultados acuosos tan sugerentes. De ellos se desprende un auténtico goce de la pintura, un disfrutar del proceso creativo y un dejarse llevar durante la ejecución de la obra en la que, seguramente, el azar ha jugado un papel principal como cómplice del proceso.
Visitar en Espacio 451 la exposición de Julio Linares es una oportunidad de deleitarse con unas pinturas poseedoras de un encanto natural, fruto de las experiencias de este creador aventurero y arriesgado que cree que la verdad del arte está en su manifestación más pura, más sincera y libre. Decía Paul Gauguin que, en el arte como en la vida, “solo es feliz el que es libre, pero solo es libre el que es lo que quiere ser”. No puedo estar más de acuerdo con estas palabras. Estamos ante una obra sin ataduras, ajena a modas y estilos, absolutamente libre, admirable. Porque como en todos los ámbitos de la vida el ejercicio de la libertad merece la pena.
Julio Linares
Espacio 451. c/ Mon 26, Oviedo
Hasta el 10 de noviembre
[Crítica publicada en el diario La Nueva España el 2 de noviembre de 2023]
Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es