“La idea tiene la fuerza de la emoción pero es frágil. La idea, temblorosa, suspendida en el aire, busca su forma y su color. Intento tocar la idea. Ella es como las alas de las mariposas, que cuando pierden su polvo mágico, ya no pueden volar”.
Reyes Díaz
Contemplar una obra de Reyes Díaz (Gijón, 1948) es situarse frente a frente ante una experiencia vital, sintiendo la emoción que la artista ha transferido en ella, dejándonos llevar y envolver por un acontecer único y revelador. En muchos de sus cuadros se resume un mundo íntimo, frecuentemente autobiográfico, que como en un relato corto o un breve poema, condensa la fuerza contenida en una emoción. Así se muestra la obra “Verano por la tarde”, óleo sobre lienzo de 200×158 cm. realizado en 1984, que podemos ver en la sala 24 del Museo de Bellas de Asturias. Esta obra fue seleccionada en la IV Bienal de Arte “Ciudad de Oviedo” de aquel año y adquirida por la Consejería de Cultura, en un momento en el que Reyes Díaz realizaba un paréntesis en su labor docente como profesora de Dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo.
Es una pintura lejana en el tiempo que la artista ve hoy desde fuera pero que, a través de sus propias palabras, desvela algo de su misterio: “la mujer joven desde un interior está dispuesta a recibir algo, a recibir luz -que no es poco-, parece que tiene en cuenta al espectador -su entorno- y el espejo es un espacio en el que pueden ocurrir cosas”. En alguna otra ocasión Reyes ha vuelto sobre este cuadro, retomando el mismo tema; la artista no quedó plenamente satisfecha con el resultado y en el 2002 realiza “Luces y Sombras” (Imagen 1), obra que vino a resarcirla de algún aspecto formal no acabado en el cuadro del Museo. Se trata de un dibujo de 38×30 cm. realizado con lápices de colores sobre papel de grabado negro. El concepto formal y temático es el mismo en ambos, pero en el dibujo es más rotundo y explícito, “en el dibujo está todo lo que yo quiero que esté, la iluminación está centralizada y la mujer aparece literalmente inundada de luz”.
Si comparamos “Verano por la tarde” con el dibujo, observamos que básicamente es lo mismo, la misma idea, pero la perspectiva de la habitación se refuerza, el espacio está mucho más delimitado, potenciando un escenario compacto que permite centrar la figura. El misterio que desprende la obra, esa niña que se desplaza de izquierda a derecha buscando la complicidad del espectador a través de la mirada desencadena múltiples interpretaciones. En ambos, aparece también el espejo de la puerta abierta de un armario que amplía de forma ambigua el espacio; la pared y papel pintado que se representa en el cuadro se sustituyen en el dibujo por una escalera, un elemento simbólico y misterioso que a su vez introduce lecturas diversas. El escenario es real, es un lugar que existe; se trata de una de las estancias de la casa familiar en el barrio de La Corolla (Gijón). La casa es otro tema recurrente en el trabajo de Reyes, la casa está cargada de cosas, llena de emociones y de historias. Son las “casas del recuerdo” de Gaston Bachelard en La Poética del Espacio, se refiere a ellas como lugares de ensoñación, en las que vuelven a renacer nuestros sueños, que además, en la pintura de Reyes se resisten a una descripción detallada, es más bien velada, porque describirlas equivaldría a enseñarlas y mostrar todos sus secretos. Bachelard nos habla también de las habitaciones y sus rincones, lugares propicios para una íntima soledad. La habitación es un refugio, un lugar para aislarnos del mundo y ser uno mismo, en palabras de Noël Arnaud: “Yo soy el espacio donde estoy”. La habitación de “Verano por la tarde” ampliada por el efecto óptico del espejo, con un sencillo y decorativo papel pintado a la manera de los nabis, siempre me llamó la atención, “pintar un papel pintado” me trae a la memoria el relato corto El empapelado amarillo de la novelista norteamerica Charlotte Perkins Gilman, una obra dura y estremecedora como pocas, pero también autobiográfica, misteriosa y bella como esta pintura.

No es extraño que Reyes retome cuadros realizados o imágenes ya utilizadas. En su trayectoria, vemos que situaciones vividas o imágenes concretas, quedan retenidas en la memoria y ancladas en ella, van tomando forma. Se convierten en imágenes tan reales que se resisten a desvanecerse, reclamando su atención una y otra vez. Afloran también referentes con los que existen lazos estilísticos o una gran empatía, “artistas que poseen obras en las que puede entrar”. La relación de su pintura con la obra de Balthus es obligada, especialmente ante esa figuración sin etiquetar, de quietud intemporal y enigmática, que caracteriza a ambos. En la entrevista “Meditaciones de un caminante solitario de la pintura” realizada a este pintor, se puede rastrear la esencia de su concepción del arte que nuestra artista podría ratificar : “La pintura es una encarnación. Le da cuerpo y vida a la visión que la inspira. Hace falta una lenta e infinitamente paciente aproximación, a menudo titubeante, para tratar de hacer que el cuadro la alcance lo más exactamente posible. La visión es interior. Pero se alimenta del contacto permanente con la realidad. No se forja ni se elabora más que con la observación paciente, empedernida, incansable de las formas de la naturaleza. La observación es un medio para el conocimiento del mundo. Hay que mirar, mirar y mirar aún más. Es la mirada quien la fecunda. Sin ella, la imaginación se empobrece muy rápido. Se vuelve repetitiva, estéril”.
Hay artistas que se mueven entre el realismo autobiográfico y una poética de la evasión que siempre acompañan a Reyes Díaz: Georgia O´keeffe, Frida Kahlo, Remedios Varo, Leonora Carrington, Paula Rego o María Gómez se encuentran entre ellas. Otros creadores de su interés funden los mundos de la figuración y de la abstracción en una pintura de síntesis que nuestra artista ha adoptado e incorporado a su propio lenguaje, acentuándose con el tiempo en su trayectoria. En ella figuración y abstracción se complementan, convergen, no divergen. Afirma que es una pintora figurativa pero no realista, aunque también dice que la figuración requiere de una profunda reflexión abstracta. En la primera década del siglo XXI incia un proceso de profundización en la no figuración, se acerca a mundos de artistas tan diversos como Paul Klee, Eusebio Sempere y especialmente Ben Nicholson, aunque en todos ellos la esencia de la creación se encuentra en el color, la forma y la textura. Su especial sensibilidad hacia el color se une a su interés por las fotografías antiguas y el collage, de esa manera, se permitió entrar en el infinito mundo de la abstracción, “en algún momento noté mi mente liberada cuando hice una obra que no era figurativa”, sintió la necesidad de hacerlo para luego retornar a la figuración. Su amor por las fotografías, su capacidad de evocación y la fuerza que irradian, la han llevado a introducirlas o interpretarlas pictóricamente, consiguiendo imbricarlas con diversos recursos plásticos. Esa fascinación por las fotografías no sólo está ligada al paso del tiempo; para ella estas imágenes intemporales tienen la capacidad de hilar momentos distintos, prueba de ello fue la exposición “Reyes Díaz Blanco” de la galería Gema Llamazares de Gijón (2010). La selección de fotografías, o de fragmentos de ellas dentro de un cuadro, son un juego personal y plástico de asociación libre de imágenes, nos habla de su gran riqueza visual, abriéndonos un mundo de posibilidades y relecturas infinitas que crea una cartografía personal.
Y aunque “Verano por la tarde” pueda ser una obra lejana, en ella se respiran esos aspectos narrativos, esos componentes literarios que nunca han abandonado a la artista y que incluso cuando se acerca a la abstracción, perviven. Reyes ha conseguido crear un lenguaje personalísimo que sigue renovándose sin perder la carga poética que la caracteriza y ahí es donde se encuentra el camino de la auténtica creación, en ese perfecto equilibrio entre el hallazgo de un lenguaje propio y la renovación constante; como ella afirma, en esa libertad creativa está también la libertad a la que todos aspiramos. En su trabajo se mezclan siempre la creación con la cotidianidad, no es una persona que quiera dejar otras vivencias para centrarse exclusivamente en el arte, la vida no interrumpe la creación, la enriquece; es frecuente que los artistas cuenten cosas que estan fuera, ajenas a ellos, en el caso de Reyes Díaz es todo lo contrario. La pintura es un complemento necesario, es una forma de conocimiento y de reflexión sobre las emociones, da equilibrio a esas emociones y de una manera natural, desde la sinceridad de la creación, se convierte en guía de aquello que no se ve y que ella consigue materializar, sacando a la luz lo que está oculto. El hecho de pintar no significa que uno comprende todo lo que le rodea, simplemente es un camino para penetrar en los misterios del mundo.
Verano por la tarde, 1984
Reyes Díaz
Óleo sobre lienzo, 200×158 cm
Museo de Bellas Artes de Asturias, sala 24
Depósito de la Consejería de Cultura
Más información:
Sobre la artista
Sobre el Museo/colección permanente
Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es
Fotos: Mónica de Juan