(para H.)

Cuando
recupere
la mirada
anterior:
la que se
ubica
entre
el blanco
y
el negro.
Quien se
acerca
por detrás
y
no levanta
la voz.
Apoya
su mano
en
un desconocido
para encender
la confianza
o
simplemente
la espera.
Hacia
la azotea
el ruido
asciende
desarmado,
incapaz
de
sostenerse
en
el aire.
Hemos
atravesado
el tiempo
literalmente:
como quien
hunde
sus brazos
en
la arena.
No extrañamos
el silencio:
la mano,
el desconocido.
Desde entonces
intercambiamos
nuestros papeles
según la necesidad.
Voy a decirlo
una sola vez: Berlín.
Cuando ya
sólo quede
lo blanco,
lo negro.
Volvernos
elementales:
motas
que van
cogiendo
altura.

Fernando Menéndez es escritor
@Fercantona