ST, óleo sobre dibond, 150x150 cm, 2021 (detalle)

«Quien lo mira lo ve por vez primera, siempre» J.L.Borges

Desde hace tiempo el mar se ha convertido en aliado y compañero de Guillermo Simón, profundiza en su belleza y en sus misterios. Ahora, con una pintura renovada, en «La piel de los espejos», se centra en las superficies cambiantes y en los efectos lumínicos, en sus reflejos y transparencias, en la bravura expresiva del mar abierto y en la placidez de las aguas tranquilas en el interior de la ría de Villaviciosa, entorno natural en el que vive alejado de modas e influencias. Desde la contemplación de ese entorno privilegiado, en la soledad del taller, traslada a sus obras las sensaciones y experiencias vividas día a día en el mar, en un diario artístico y vital muy personal.

En el conjunto de su trabajo es destacable el equilibrio entre el conocimiento profundo del oficio, de rigor académico, y la necesidad de seguir indagando, encontrando nuevas posibilidades formales, experimentando y expresándose cada vez con mayor libertad. Como investigador incansable, halla nuevos y diversos comportamientos en sus óleos, convirtiendo su espacio de trabajo en un lugar donde la alquimia de la pintura toma forma; con esa experiencia y dominio técnico que posee, trabaja con rodillo, brocha o pincel, aplicando capas de pigmento, vertidos, barridos o veladuras que le permiten acceder hasta esa pintura sedimental que ahora tenemos ante nuestros ojos. La variedad de soportes que utiliza, en esta ocasión el lienzo y el Dibond, es fundamental para plasmar esos efectos fugaces que el artista ha retenido en su interior y que ahora transforma, desde la magia de la creación pictórica, en auténtica poesía visual.

Los grandes formatos, óleos sobre lienzo en su mayoría, se mantienen en una línea formal e iconográfica ya presente en su proyecto Génesis de 2020, es en ellos donde mejor se advierte su virtuosismo, ese pulso y control compositivo que revelan el instante preciso en el que la fuerza de la naturaleza, impetuosa, se manifiesta. A la manera de los maestros del expresionismo abstracto y del informalismo, vuelca toda su energía y vitalidad en una pintura en expansión, a punto de desbordar los límites, propiciando que sea ella la auténtica protagonista, manifestándose desde sus infinitas calidades tras un trazo o un nuevo gesto del pintor. Es en ese diálogo entre el autor y la materia pictórica donde se halla una de las claves de su trabajo y donde el crítico Rubén Suárez supo ver, en su momento, una de las constantes de este autor: «Guillermo Simón integra en su pintura el sentimiento lírico de la naturaleza con el interés por la construcción y el cuidadoso tratamiento de una superficie pictórica muy rica en texturas».

Vista de la exposición

 

Es sensible a la naturaleza cambiante del agua, traduciéndola en su pintura como un recuerdo -esa sensación retenida del mar en la memoria que comenta- y que ha quedado registrada en él, especialmente las caprichosas ondulaciones de las corrientes marinas ría a dentro. De este modo, «La piel de los espejos» habla también de los fenómenos cristalinos y especulares, de las múltiples facetas que la luz crea en las superficies y que nuestro artista ha convertido en suyas, como reflejos de su propio ser. Ese contacto con el agua, con esa piel que se desvanece cuando entramos en ella, le ha llevado a indagar en sus efectos ópticos, lumínicos y cromáticos, continuando con una larga tradición de artistas que al igual que él, se preocuparon por captarlos, desde la agitación romántica de las tormentosas marinas de William Turner, hasta las plácidas aguas que Claude Monet pintó en los remansos del Sena.

Es en estas obras en las que recurre al Dibond como soporte, con novedosos y atractivos resultados. Los pigmentos, al no ser absorbidos totalmente, se deslizan por la superficie a merced de distintos procesos sustractivos que, a la manera de la decalcomanía surrealista, consiguen resultados sugerentes, unas veces de gran nitidez y otras de cierto desenfoque, pero siempre tan verosímiles que parecen instantáneas fotográficas. A ello contribuyen los hermosos colores que, con sus infinitos matices -desde el verde esmeralda al azul turquesa- indican su procedencia natural y que, gracias a una densa y compacta capa de barniz, aportan la solidez y brillo más propio de las piedras preciosas.

Frente a la pintura expresiva y visceral de sus grandes formatos, en la que la pincelada es un rastro visible del cuerpo y de la actividad física, en estas nuevas pinturas, el proceder se advierte lento y pautado. Existe una pulsión natural que procede de la conexión directa con el ritmo que marca el medio acuático con el que el artista está vinculado. La acción y la respiración se hallan en armonía, la cadencia en la aplicación de la pincelada es la misma que la de una naturaleza sosegada que propicia una agradable sensación de calma.

Entre sus obras más recientes se hallan las que, desde el dominio técnico que le caracteriza, representan la condensación del agua sobre o a través de superficies transparentes, óleos en los que las gotas poseen un especial protagonismo, permitiéndole profundizar no solo en los asuntos concernientes a su propia naturaleza física, también sobre aquellos relacionados con los sentidos y su simbología. La perfección formal, de un realismo cercano al trampantojo, y la captación del instante, de aquello que está a punto de evaporarse, de transformarse o, incluso, de desaparecer, llevan a estados de contemplación, de ensoñación y de melancolía cargados de connotaciones poéticas. Son obras que, desde la serena quietud que contienen, desde su carácter etéreo, pueden llegar a desencadenar algún torbellino interior.

Es la levedad, en palabras de Milan Kundera, «Una ausencia absoluta de carga que permite que el ser humano se vuelva más ligero que el aire, que vuele hacia lo alto y se distancie de su ser, que sea real solo a medias». Y en este sentido, las nuevas pinturas de Guillermo Simón son una manera de demorar el tiempo y trascenderlo.

«La piel de los espejos», Guillermo Simón
Galería Llamazares
Calle Instituto 23, Gijón
Hasta el 30 de agosto de 2022

 

Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es