FOTO: VESU / JULIÁN RUS / VITI AMIEVA

Un año más el Festival Vetusta Suena se celebró en la Fábrica de Armas de Oviedo con  una propuesta que, parafraseando a Alizz, dejará a un lado “el tráfico, las multas, el pesa’o de tu cuña’o, un palo de Hacienda, el curro y el estrés”. Una forma oficiosa de arrancar el verano, con la suerte que, a diferencia del año pasado, la lluvia no apareció en los tres intensos días de oferta musical.

El maratón comenzó con Futuro Terror, banda alicantina que grabó con el sello asturiano Humo Internacional. La excusa era la presentación de su nuevo disco, mucho más pop que los anteriores, pero desde la primera la canción lo defendieron con rabiosa energía y actitud punk, demostrando con pasión y rigor que componen buenas canciones. Demostraron que una guitarra, una batería y un bajo pueden generar temas de impactante pegada que tratan temas, tanto personales como políticos. El resultado fue un set incisivo, afilado y transparente.

La segunda banda en subir al escenario fue La Plazuela, la banda de Granada que llegaba a Oviedo con la expectación de comprobar cómo defenderían en directo “Roneo Funk Club”  su primer disco, mezcla  de flamenco, sonido Caño Roto y funk. Manuel y Luis, conocidos como el Indio y el Nitro salieron al escenario acompañados de banda y en las primeras canciones propusieron un bloque que viraba hacia lo aflamencado y el rock andaluz, como en “Sembré la esperanza” que recordó a Enrique Morente, otro ilustre granadino. Nada nuevo bajo el sol, hasta que empezaron a escucharse pinceladas soul, toques hip hop y groove en el bajo que manejaba José Luis Mesa en temas como “Péiname Juana”, llamada a aparecer en la lista de mejores canciones del año. A partir de ahí las base programadas y los samplers se apoderaron del escenario, generando una rave en toda regla, liderada por el contraste vocal de Manuel y Luis. Un artillería sonora que llevó a un final deslumbrante. Queda la duda del camino que escogerán a partir de ahora, si quedarán con la pureza del flamenco o la crudeza de la rave electrónica.

Había muchas ganas de escuchar a Alizz por primera vez en Asturias. El músico, compositor y productor catalán está de  gira y dejó en su estudio todas las bases y aparatos electrónicos para apostar por el formato banda de rock. Primer acierto, porque la batería se convirtió en la pieza determinante que aglutinaba todo el sonido que salía del escenario, cono se comprobó en canciones como “Salir”, “Disimulao” o “Pierdo el sentido”. Las guitarras distorsionadas con las que llegó “Que pasa Nen” generaron una energía vital que hermanó a público y artista. Una energía que se mantuvo en canciones como  “Antes de morirme”, “Ya no vales” o  “El encuentro”, conocidas por sus colaboraciones con Rosalía, C. Tangana o Amaia.  Alizz terminó elaborando un coctel con elevadas dosis pop acompañadas de destellos urbanos, jungle y una pizca de post punk. Nada mal para el mago del Baix Llobregat, encantador de sonidos y transgresor de tendencias, para el que “Todo está bien”.

La noche del viernes se cerró con el trio  alemán  Klangphonics que ofreció un set en que el deep house y el techno melódico se mezclaron con sonidos naturales y orgánicos.

 

Lo de Pipiolas es puro teatro, en sentido literal, porque Adriana y Paula además de cantantes son actrices. Y eso se nota en su puesta en escena, en la que combinan elegancia, carisma y sensibilidad, demostrando que lo suyo no solo es música. La propuesta con la que abrieron la soleada mañana del sábado fue pasando del bedroom pop al house, virando hacia el techno pop para recalar en el postpunk. Una montaña rusa que repetía viaje cada cuatro minutos, los que duraban canciones como “Club de los 27”, toda una declaración de intenciones cuando gritan ¿Y ahora qué hacemos con la modernez? Ellas lo tienen claro porque no se quedan a medias tintas, saben moverse bien en cualquier terreno y tienen su “Romancero Propio”. Su set fue tan intenso que nadie tuvo que recurrir al Diazepam.

Tampoco necesita química Bego, cantante de Monteperdido y maestra de ceremonias de la segunda propuesta de la matinal del sábado. La banda presentaba en directo “Daño físico” y ella se hizo dueña del escenario con sus gestos y miradas, pero sobre todo con sus conversaciones y confesiones, que parecían sacadas de la serie Autodefensa. Pero no solo drama, la música fue adquiriendo una temperatura al  borde de la combustión que fue contagiando al público con  temas como “La distancia” o “Nunca nunca”. Se nota la experiencia que van adquiriendo en sus directos, ya que consiguen que el público cante y baile, dejando atrás la rutina y el tedio. Un objetivo cumplido en torno a las cuatro de la tarde

Cinco horas después salió La Paloma con la intención de homenajear la escena guitarrera que emergió a finales de los ochenta y principios de los noventa. Podríamos pensar en noise pop, pero su propuesta es más honesta. Ofrecieron melodías sencillas y efervescentes, bien controladas y celebradas  que funcionaron a las mil maravillas en directo. Un tiempo en el que el cuarteto madrileño se encontró muy cómodo, generando una empatía con la gente que estaba al otro lado de escenario decidiendo sumarse a su fiesta. Una celebración de rítmicas coherentes, duelo de guitarras y líneas de bajo acentuadas. Nada que objetar a canciones como “Bravo Murillo” o “No es una broma”.

Y del Noise al Soul sin transición para escuchar a Curtis Harding, una de las dos propuestas internacionales del día. El cantante de Michigan cerró su gira europea en Oviedo ofreciendo un set impregnado de soul sureño, con controladas dosis de psicodelia y garaje. Una mezcla “casi” perfecta en la que aparecieron ganchos pegadizos como “Heaven´s on the other side”. Curtis salió acompañado de una banda en la que destacaba la presencia de dos teclistas, una sección de vientos y guitarras empapadas de reverberación. Las canciones que fueron conformando el set venían cargadas de rítmos resoplantes y voces cadenciosas, mezclando estilos que evocaban los primeros días de verano, que son cálidos pero acogedores. Así fueron sonando ecos góspel en “I won´t Let You Down”, melancólica delicadeza en “Whith You” o explosivo soul en “Wednesday Mornig Atonement”.

Y del soul a la Cumbia de la mano de Carlangas. El músico gallego volvía al VESU, tras el concierto pandemial de 2021 con su banda Novedades Carminha, para presentar su primer disco en solitario. Lo hizo acompañado de Mundo Prestigio, la compacta banda que le sigue en la presente gira. Juntos montaron una gran verbena con un repertorio que cubrió sus nuevas canciones y autoversiones que aparecieron en varios momentos del concierto para deleite del baiolongo público. “Cariñito”, “A Santiago voy” “Ya no te veo” o “Te quiero igual”  se escucharon con un sonido  más romería que dos años atrás en el mismo sitio. Pero no solo cumbia, el garaje rock y el groove  se hermanaron para sacar adelante “Regalao”,  “Los dineros” o “Paseitos por Madrid”.   Los momentos de autotune, solos de saxo, sintetizadores se quedaron en “Cae la noche” y “Se acabó la broma”.  A esa altura de la noche la gente por el prado no paraba de bailar, como decía Victor Manuel décadas atrás. Y lo hacía “como si fuera esta noche la última vez”. Cosas de Verbena.

La bomba llegó al final con la presencia de Le Boom, toda una sorpresa para la gente que aguantó hasta esa hora y una confirmación para quienes ya les habíamos visto el año pasado en el Prestoso Fest. El joven irlandés Christy Leech, alma mater del proyecto, propuso una oda al hedonismo y la diversión sin límites repleta de beats luminosos y festivos. Y lo hizo con soltura, mezclando bases de canciones pop con ritmos electrónicos, reforzados en directo con una variada percusión adicional. En esta ocasión contaron con la presencia vocal de amigas y amigos como Andy que ofreció una miniperformance poética que ponía voz a los ritmos de la banda. Toda esa mezcla hizo que todo el público sacudiera el cuerpo sin esfuerzo ni impostura hasta que llegó el final. Un momento para recordar fue el improvisado coro en torno  a “Friday Night” cuyo estribillo resume lo visto: dance,  dance, dance.

 

La verbena del sábado dio paso a un domingo muy urbano. A  las 13.30 salió Gabriel Barriuso, conocido como Barry B, vinculado a la música desde muy joven, con aventuras pop y punk. Su proyecto actual se centra en sus vivencias personales, en lo que piensa y en lo que ve en la calle. El joven arandino no duda en arriesgar con las producciones con Drummie o Rusowsky, por eso había expectación por ver como las presentaba  en directo.  Y el resultado fue más que satisfactorio. En la primera parte del concierto sonaron canciones como “Bbuki” con suaves y vibrantes acordes, que fueron dando paso a los sonidos urbanos de “Kit Kat” y “40K”, que se fueron mezclando con actitudes más cercanas a la canción de autor, como se comprobó con ”Soleá”.  Quiso el azar que el sol saliera con los primeros acordes de “Taj Mahal”, luminosa y sólida canción que encerraba el pensamiento del madrugador público, “no me buscaré otra vida sin ti”.

La gente dormilona que llegó más tarde se encontró de bruces con Sila Lua, cantante gallega. Acompañada de percusiones y una dj presentó un set en el que cabía lo urbano, el techno, los  homenajes a Rosalía de Castro  o los reptilianos. A pesar del vestuario, que incluía una cabeza de conejo, el resultado fue una extraña mezcla en FKA Twins y Luz Casal que no terminó de cuajar.

Jimena Amarillo también experimenta con las mezclas, pero con mejores resultado a tenor de la respuesta del público. Extremadamente joven, rompió  con las previsibles etiquetas, gracias a sus letras, la escenografía y el discurso que respalda a la comunidad LGTBIQ+. La excusa era presentar las canciones de “La pena no es mía” segundo disco de larga duración en el mercado.  Poco a poco fue presentando una especie de diccionario centenial, desde la ternura al malestar pasando por la ansiedad.  La vida cotidiana se encarnó en “Baldosas”, la autoflagelación en “Porque tú lo sabrías” y el contagioso movimiento  en “Fino como un alfiler”.  Y para ello hizo uso del grunge, el shoegaze,  la electrónica,  la canción de autor y los solos de violín en “Cuando ya no quieras”, demostrando crudeza, honestidad y una buena dosis de drama queen.  Prueba de ellos fueron  “Cafelito”, “Jugando a los Sims” o “Ni se nota” y sobre todo “Tres amigas tuyas” canción que cantaron “otras cuatro de las mías” en la repetición del demandado bis.


Jose Antonio Vega
 es colaborador de laEscena
@joseanvega64