Lambchop en escena en el Teatro de la Laboral de Gijón. Foto: José Antonio Vega

Sábado 21 de enero. 21.05 horas. Aparecen sonidos pregrabados y secuenciados en un mediado Teatro de La Laboral. Un tipo con gafas empieza a rasgar su guitarra y su voz, manipulada tras un vocoder, se convierte en un instrumento más al lado de un piano, un bajo y una batería. ¿Seguro que esto es un concierto de Lambchop? Pues afortunadamente sí. Kurt Wagner aterrizó en Gijón en medio del extenso Flotus Tour, una gira pensada para presentar una yuxtaposición de sonidos, familiares y ajenos al cincuenta por ciento. Durante casi dos horas, el grupo construyó un paisaje sonoro a base del bajo doblado de Matt Swanson la percusión electrónica de Andy Stack y el piano clásico del parlanchín Tony Crow. Sobre un antiestético soporte que lleva en toda la gira (no echen la culpa al equipo de producción de Laboral), el voicelive se convirtió en protagonista destacado de la velada. Kurt no paró de modularlo llegando a desfigurar y disfrazar su inconfundible voz, que con ese filtro generó un montón de efectos. Una arriesgada decisión que ha dejado desconcertados a parte de sus seguidores porque la voz del cantante de Nasville ha sido determinante en el éxito de Lambchop en los últimos veinticinco años.

Esa “nueva” voz llevó a la banda a un estado flotante, operando con suprema confianza a lo largo de la primera hora en la que interpretaron «In Care of 8675309», desde ya una obra maestra, que a lo largo de doce minutos reflexiona sobre todos los aspectos de la vida, desde la religión hasta el gobierno (¿Miedo a Trump?). Sin duda, una reverencia galáctica que se convirtió en el momento álgido del set. Y por si algún espectador confiaba en la segunda parte traería un giro hacia los anteriores sonidos, Tony Crow lo dejó claro: “¿os gusta el country?, ya lo siento, esta noche no lo oiréis, lo que hace Kurt es afinar su guitarra”. No quieres taza, pues taza y media.

Y en esa línea se escucharon «Directions to the Can” con su voz rota y crujida, haciendo una versión perversamente hermosa, “The Hustle», una esquemática canción de dieciocho minutos, muy cerca del kratrock minimalista y profundamente alejada de de los grandiosos arreglos de “Nixon” publicado en el año 2000. Y hablando de presidentes, “JFK” sonó realmente elegante gracias a la envolvente base rítmica. Lo mismo que “NIV” y algún que otro clásico (pocos para parte del público, no necesarios para quienes han entendido y leído con antelación los motivos de FLOTUS).

Al final y tras un bis de dos canciones, Kurt abandonó el escenario, demostrando nuevamente, que Lambchop en directos son grandes y deliciosos y que FLOTUS es un disco cargado de luminosos y sosegados temas que ya son unos clásicos contemporáneos. Por cierto, su batidora musical es tan personal que no hay posibilidad de acordarse de Kendrick Lamar, Flying Lotus y Shabazz Palaces, a los que Kurt menciona como referentes para componer el disco. ¿Algo temporal y transitorio?. Lo veremos en su próxima gira. Yo no me la pienso perder.

Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena
@joseanvega64