“Nadie actúa, no ocurre nada: nadie comienza nada ni nada termina”
Vanessa Breecroft
La exposición “Lavar, secar y planchar” de Andrea Fernández Pastor se enmarca dentro de la programación de exposiciones de jóvenes artistas plásticos de la sala Borrón. Cuenta con un texto de presentación de Luis Feás, crítico y comisario de la muestra, que resume la trayectoria de la artista y analiza la originalidad de su propuesta en la que, en parte, transforma imágenes fotográficas -de carácter etnográfico- de tribus de diversos lugares del planeta, a un lenguaje plástico muy personal que no nos deja impasibles, tanto por su fuerte impronta visual como por su interesante planteamiento conceptual. Son sugerentes los comentarios de Feás sobre lo monstruoso y extraño, ingredientes claves en el planteamiento de su proyecto; también lo es la claridad de análisis del título, “Lavar, secar y planchar” donde se superponen, a modo de estampados identificativos, las instrucciones de limpieza de las prendas de vestir, como símbolos de un proceso creativo que alcanza altas temperaturas pero que nunca encoge, dada la calidad de los materiales empleados.
La muestra cuenta -en una de las paredes de la sala- con un documento de presentación que la artista ha querido incorporar como un boceto teórico de sus obras, un aspecto interesante que sin duda contribuye a enriquecer el conjunto del trabajo, en él se refiere a un arte híbrido que efectivamente, encontramos aquí y que es fruto de una serie de imágenes fotográficas referenciales e inspiradoras, manipuladas y descontextualizadas que provocan en el espectador una extraña sensación de realidad y artificio. Este párrafo que extraigo del documento me parece bastante clarificador al respecto: todo lo que debiendo permanecer secreto y oculto, se ha manifestado, todos aquellos a los que la sociedad ha desahuciado, y me recuerda el escrito de Sigmund Freud, Lo Siniestro, como vivencia contradictoria en la que lo extraño se presenta como conocido y lo conocido se torna extraño. Existe algo de atemporalidad en estas obras resueltas con técnica mixta, de detención del tiempo y desubicación espacial y que, desde un punto de vista puramente iconográfico, favorecen la convivencia de imágenes tan poderosas y contemporáneas como la extraída de la performance “Show” de Vanessa Beecroft, de atmósfera gélida y absoluto hieratismo con otras –cargadas de historia y calidez humana- de pueblos indígenas, como los Chamulas, descendentes de los mayas o los Cayapas de la costa norte de Ecuador .
Resulta interesante observar cómo, a través de la lectura de su texto/boceto, Andrea desvela su manera de entender la creación plástica en este momento de su trayectoria: privarme de pastiches innecesarios y aferrarme al primitivo tono carbón, disuelto en un mar de aguadas y sustancias. Desconectar y dejar a mi lápiz siluetear en el papel siguiendo el movimiento indefinido de un péndulo. La artista se apoya en recursos técnicos tales como los recortes, collages, cosidos y remiendos para reforzar los sucesos fortuitos que acontecen en sus cuadros, parece que, en el proceso de gestación de cada obra, la creación y destrucción convivan en paz conjugándolas hasta llegar a una cierta armonía.
Desde lejos, con una mirada general sobre las obras dispuestas en la sala, llaman la atención el uso contundente y dominante de los negros y amarillos, el carácter abocetado e incluso deformante de muchas de las figuras y una intencionada presencia de la materia en estado puro, aspectos formales que refuerzan una estética informalista de tintes expresionistas pero, sin embargo, cuando nos acercamos y observamos las obras desde cerca, la riqueza de matices y el singular detallismo, sorprenden gratamente, pues la suma de fragmentos de apariencia inconexa funciona a la perfección. En este sentido son muy interesantes los trabajos de pequeño formato que desde su escala mínima propician el acercamiento de un espectador curioso provocando en él un análisis de la obra que transciende de la pura estética al documento. Son obras que contrastas con los grandes formatos que advierto resultan más cómodos para Andrea, sin embargo, las piezas de pequeño formato son, sencillamente, exquisitas.
“Lavar, secar y planchar”
Andrea Fernández Pastor
Sala Borrón (Calle Juan Benito Argüelles 3, Oviedo)
Hasta el 9 de febrero
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Santiago Martínez es profesor de Historia del Arte
saguazo@yahoo.es