"Silencio". Grabado de Alberto Corazón

El corazón de Alberto ha dejado de latir. Ese Corazón que él llevaba como apellido y que arrastraba consigo, con tanta dificultad últimamente, sin perder un ápice de entusiasmo por hacer, cada día, su obra bien hecha.

Todo era para él una fuente de provocación que, urgentemente, anotaba para que las formas no llegaran nunca a abandonarle. Sus temblorosas manos siempre encontraban ese cuadernito, ese trocito de papel, para apuntar aquello que, ¡oh misterio!, sería fuente posible de no se sabe qué…

Con él se va la época más brillante no solo del diseño gráfico, sino de toda aquella explosión artística que vivió España en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo. A cualquier lugar donde miraras en la ciudad, o fuera de la ciudad, hallabas su presencia en forma de señales que hablaban de su talento y su pasión.

Como tiene que ser. Una vida no baldía que confirma que ha cumplido la más hermosa función de un artista: dejar una estela de belleza, que acompaña y acompañará los días nuestros, de los que tuvimos el privilegio de ser sus contemporáneos.

Guardo en mi corazón su consideración hacia mi trabajo, en algunas ocasiones, como uno de los tesoros que me ha regalado la vida.

La vez primera vez fue con ocasión de mi exposición Narciso, el espejo de mi soledad, el año 2001, en la Galería Belarde de Madrid. Me había acompañado ya en la inauguración, pero apareció con posterioridad, una tarde. Ante mi sorpresa, y al decirle: “Pero si tú ya la habías visto…”, esta fue su contestación: “Es que hoy vengo a tomar apuntes…”

¿Cómo era posible? Me preguntaba una y otra vez… Él, a tomar apuntes… Se acercó a mi escultura Océano de sombras, un mar de muertos, cuya vibración matérica y formal remitía al océano y sus olas, y se puso a dibujar. A tomar apuntes…

Una segunda circunstancia tuvo lugar por culpa del Ayuntamiento de Madrid. Para la corporación municipal, quiso poner en marcha una significativa obra, magna de ambición y trascendencia. Primero la propuso a Ana Botella, y después a Manuela Carmena: Que diez artistas elegidos por él, propusiéramos una intervención artística entre los arcos que recorren los bajos de nuestra Plaza Mayor, dentro de todo un proyecto de mejora y modernización de dicho ámbito histórico.

A pesar del pequeño presupuesto con el que Alberto contaba para su realización, todos los convocados nos pusimos a trabajar con enorme ilusión. El lugar era apasionante y el reto enorme. La imposibilidad de realizar con el escaso presupuesto una propuesta escultórica me inclinó a empezar a realizar una serie de dibujos que exaltarían las figuras humanas entrelazadas y que iban a dar lugar a lo que más tarde llamé Contenedores humanos.

«Cuchillo». Escultura de Alberto Corazón

 

Luchador como era en sus batallas, con las administraciones de las más diversas ideologías, contiendas de las que salía triunfador las más de las veces, todos confiábamos en el éxito. Que no se produjo. Pero jamás aceptó el rechazo final de la Alcaldía, y, mucho menos, cuando supo que la única razón esgrimida era que los artistas seleccionados “no lo necesitábamos”.

Lejos de estas vivencias, recuerdo una de sus últimas salidas públicas antes del confinamiento. Fue a la Fundación March, donde el periodista Antonio San José le rindió un homenaje público en forma de larga entrevista histórica, repasando toda su vida. Cuando fue preguntado, al fin, sobre cuáles eran las características del diseño español actual –de la cultura creativa actual, a la postre–, con enorme tristeza, y tras un largo silencio, dijo: “Mediocridad y rapiña”.

Qué difícil era aceptar para él que no hubiera nada que, como urgente provocación, le obligara a sacar su papel y dibujar aquello que sería sin duda la nueva semilla que, germinando de inmediato, le ayudara a vivir.

Conservo conmigo dos regalos: un cuchillo de plomo que formó parte de una de sus muchas instalaciones conceptuales, que hoy, cuando acaricio su rugosa superficie, gesto tantas veces repetido, parece más frío, y cálido, que nunca. Y un grabado, dedicado, con la palabra SILENCIO escrita. Un SILENCIO que hoy se me hace más audible que nunca.

¡Hasta la vista, querido amigo! ¡Y como soy mujer de esperanza, te buscaré en el prometido paraíso! Y ya estoy escuchando, desde tu pícara sonrisa, tu repetida pregunta ante cualquier nuevo reto que te contaba iba a afrontar: “¿Ah, sí? ¿Y cómo lo harás?”

El mismo día de su muerte, César Antonio Molina nos recordaba que en un país que no honra a sus muertos no cabe la esperanza. Por lo tanto, honor y gloria a todos ellos.

«Océano de sombras». Instalación escultórica de Esperanza d’Ors

 

Esperanza d’Ors es artista