La alfombra roja ya está preparada, y los más destacados modistos, quizás los auténticos ganadores de la velada, ultiman los detalles de sus creaciones más recientes. Llega la noche del postureo y el oropel: la entrega de los Oscar, los prestigiosos premios de la Academia de las Artes y las Ciencias de Hollywood. La gran mentira del arte cinematográfico.

Porque no nos engañemos: los Oscar casi nunca aciertan. Pese a sus pretenciosas categorías (Mejor Película, Mejor Actor, Mejor…), la mirada de los académicos es tan limitada y está tan cargada de prejuicios que, a lo largo de la historia, son escasas las veces que han premiado a una película o a una labor realmente relevante. Es más: casi todas las películas que han marcado cambios significativos en el lenguaje o incluso en la propia industria cinematográfica han salido mal paradas en los Oscar.

De hecho, ya en su primera edición se pudo comprobar esta dinámica, como también la vertiente política que siempre ha acompañado a los galardones. En aquella primera ceremonia, celebrada el 16 de mayo de 1929, se distinguía a las mejores películas de los años 1927 y 1928.

Aun circunscribiéndose a la industria de Hollywood, no habían sido malos años. Victor Sjöström, el director sueco cuya filmografía es quizás (y muy lamentablemente) el secreto mejor guardado de la Historia del Cine, había firmado una de sus obras mayores, El viento. Charles Chaplin había estrenado El circo y Josef von Sternberg La ley del hampa. Ernst Lubitsch había hecho El príncipe estudiante. King Vidor había completado ese gran retrato de su tiempo que es Y el mundo marcha. Buster Keaton había encadenado tres películas, entre ellas El héroe del río, que contiene el memorable gag en el que una fachada se desploma sobre el cómico, que sale milagrosamente ileso al coincidir su situación con el hueco de una ventana… Pero además, El cantor de Jazz había revolucionado para siempre la industria al integrar pasajes sonoros, y el gran F.W. Murnau había emocionado a todo Hollywood con una película reconocida, ya desde su mismo estreno, como una gran obra de arte: Amanecer.

Mas ninguna de estas películas fue siquiera nominada al premio gordo, el de Mejor Película. Un galardón que se acabaría llevando Alas, de William A. Wellman, con su triángulo amoroso entre dos amigos aviadores enamorados de una misma chica en medio de una gran contienda bélica (¿les suena?). Una película respetable, pero indudablemente inferior a cualquiera de las anteriormente citadas.

De todas ellas, sólo Amanecer, La ley del hampa, El circo y El cantor de Jazz se llevaron algo en la noche de los premios. Las dos últimas fueron reconocidas con sendos premios honoríficos: la primera a Chaplin por su versatilidad y la segunda por su carácter innovador. La ley del hampa, por su parte, ganó un premio al Mejor argumento para Ben Hecht y la película de Murnau obtuvo tres, entre ellos el de Producción única y artística, para el que también estaba nominada Y el mundo marcha. Pero la Academia no se acordó de Murnau para la categoría de Mejor Director, como tampoco de Lubitsch, de Vidor, de Sternberg, de Sjöström o del propio Chaplin. Ninguno de ellos ganaría ese premio en toda su carrera.

La lista de agraviados no se acaba ahí. Los Oscar han ninguneado sistemáticamente a las producciones foráneas, salvo en un puñado de ediciones (como la de 1983, cuando Fanny y Alexander, de Ingmar Bergman, compitió por los premios gordos y se llevó cuatro), y ha desdeñado sistemáticamente ciertos géneros. Primero fue el western, lo que motivó incluso una singularidad como que el director con más premios a su labor, John Ford, no obtuviese ninguna estatuilla por una película del género que más trabajó. Después, la ciencia ficción, lo que propició que películas clave como 2001: Una Odisea del espacio o Blade Runner fuesen maltratadas por la Academia, y que otros filmes foráneos, como las memorables Solaris y Stalker, ambas de Tarkovski, no llegasen siquiera a competir por el Premio a la Mejor Película Extranjera. En los últimos años, casos como el de Malditos bastardos de Tarantino (que no deja de ser una ucronía) The Prestige (retitulada en España como El truco final) u Origen, ambas de Christopher Nolan, refuerzan el rechazo de la Academia al género, que se ha extendido incluso a su variante superheroica, como demuestra el maltrato a El caballero oscuro.

El caso de esas dos obras mayores de Stanley Kubrick y Ridley Scott, claves para entender el cine posterior, no son únicos. Tampoco otros filmes que marcaron un antes y un después, ya sea en un género determinado o en el conjunto del ámbito cinematográfico, salieron triunfadores de la noche de los Oscar. Apocalypse Now y Toro salvaje salieron derrotadas, respectivamente, por Kramer contra Kramer y Gente corriente, dos dramas que han envejecido especialmente mal. Volviendo a Ford, ni Centauros del desierto ni El hombre que mató a Liberty Balance obtuvieron siquiera nominaciones, aunque la segunda, todo hay que decirlo, hubiera competido en un año especialmente duro, en el que sí se premió un filme relevante: Lawrence de Arabia.

Las hitchcockianas Vértigo y La ventana indiscreta, Cantando bajo la lluvia, Easy Rider, Salvar al soldado Ryan…La larga lista de olvidados por la Academia incluye, como se había apuntado, a títulos míticos y a profesionales destacados como el propio Alfred Hitchcock, Fritz Lang o Peter Weir, por mencionar sólo a directores que han trabajado en Estados Unidos de manera más o menos prolongada. Kubrick, nominado en 13 ocasiones, sólo obtuvo uno… a los Mejores Efectos Visuales por 2001.

Mas de la larga historia de agravios e injusticias de los Oscar, hay una que destaca especialmente: el desprecio a Ciudadano Kane. Recibida ya desde su mismo estreno como una gran obra maestra, la película obtuvo nueve nominaciones en la edición de 1941. Pero entre el boicot instigado por William Randolph Hearst y la campaña del sindicato de extras contra Welles por haberlos sustituido por maniquíes en la secuencia del discurso de Kane (una medida encaminada a ahorrar costes), la película se fue casi de vacío: sólo obtuvo el premio al Mejor Guión Adaptado. Sería el único Oscar de Orson Welles, al margen de uno de carácter honorífico.

Si algo demuestra el caso de Ciudadano Kane es que la vertiente política y las complejas relaciones profesionales y sindicales dentro de Hollywood suelen ser decisivas cara a la entrega de los premios. La ausencia en la lista de nominados de este año del actor Idris Elba, memorable en Beasts of No Nation, se explica antes por el hecho de que la película esté distribuida por Netflix y se hubiese estrenado al mismo tiempo en salas comerciales y en la gran plataforma en streaming que a un boicot a los intérpretes de raza negra, como se ha querido ver en algunos foros. Es el mismo veto a la televisión que ya sufrió en 1994 Linda Fiorentino, cuya memorable interpretación en La última seducción se quedó fuera de las nominaciones.

A la hora de calibrar los premios, también hay que tener en cuenta otras cuestiones circunstanciales. Para el Oscar al Mejor Actor de 2013 había una dura competencia entre Matthew McCounaghey, por Dallas Buyers Club, y Leonardo DiCaprio, por El lobo de Wall Street. Cualquiera de los dos se lo habría merecido, pero en la misma época en la que los académicos debían depositar sus votos, McCounaghey deslumbraba en televisión, semana tras semana, en True Detective. Una circunstancia que sin duda fue clave en su triunfo.

Así las cosas, para la edición de este año no cabe esperar una gran revolución en los premios. Aunque la cosecha de producciones ha sido especialmente afortunada, con una buena selección de películas en la competencia, parece muy complicado que la película que realmente marcará un antes y un después pueda llevarse el premio a la Mejor Película. Hablo, obviamente, de Mad Max: Furia en la carretera, una auténtica obra maestra construida sobre adrenalina y metal. Su género y su radical planteamiento, con un desarrollo narrativo que se aleja de los cánones tradicionales, hacen impensable un triunfo absoluto del filme de George Miller, que sin embargo tiene opciones reales de ganar el premio al Mejor Director.

Entre el resto de películas, y ante la injusta exclusión de Carol de las nominadas, El renacido parecer tener asegurado el premio para DiCaprio, aunque es difícil pensar en que Iñárritu pueda repetir el doble triunfo del año anterior en las categorías de Mejor Película y Director. En esta última categoría habría precedentes, en todo caso.

El puente de los espías, Marte, La habitación y, en menor medida, Brooklyn son películas estimables, de gran calidad, aunque las auténticas tapadas de la competición son La gran apuesta y, especialmente, Spotlight, un relevante filme sobre la investigación periodística que destapó, en 2002, el escándalo de abusos sexuales en la Archidiócesis de Boston. Esta película destila el mismo aroma que Argo en la edición de 2012: un drama sólido, con un buen guión, que compite en una edición especialmente abierta. En este escenario, la peculiar manera de puntuación que rige en la Academia beneficia a una producción como Spotlight: cada miembro ordena las películas nominadas de mejor a peor, según su preferencia, y se van eliminando los filmes con menos apoyos. Si se elimina la película preferida por un determinado académico en las primeras cribas, su voto pasa a beneficiar a la siguiente en la lista, por lo que su segunda o tercera opción puede ser, finalmente, la beneficiada en la votación final. Un sistema que perjudica a una película tan radical como Mad Max: Furia en la carretera, que polarizará mucho el voto, y beneficia a un drama sólido como Spotlight.

El desenlace, en todo caso, se conocerá en pocas horas. Pero más allá de un reconocimiento efímero y de la obvia felicidad de los agraciados, conviene recordar que los Oscar no premian a las mejores películas ni a las más relevantes. Al final, somos los espectadores los que otorgamos, con nuestro favor, los premios que realmente importan. Por eso, cuando Chris Rock salga al escenario y marque el inicio de otra insulsa gala de inabarcable duración, un servidor pondrá, por enésima vez, el Blu-ray de Mad Max: Furia en la carretera para rendir su particular homenaje a la Mejor Película del año.

Christian Franco es historiador de cine
cfrancotorre@gmail.com